Penas de Fuego

Capítulo I: La caja de Pandora

"Porque después de todos estos años, aún siento todo cuando estás cerca".
- Camila Cabello

Todo pasó a finales de enero de 2017.

Mi amigo Víctor planeaba un detalle cursi para la chica que le gustaba, Maggy. Él me pidió que lo ayudase, quería comprar una caja de regalo en Gran Sur junto con otro amigo, Gabo. Yo acepté encantada, este tipo de detalles me parecen demasiado lindos, y quería ser parte de algo tan importante para él. Quedamos en ir saliendo de nuestra clase de inglés, de la cual salíamos a las 12:00 PM. Hubo un pequeño cambio de planes, ya que la profesora quería hablar con Gabriel sobre su calificación, así que Víctor y yo decidimos esperarlo afuera. Aquí fue donde, por pura casualidad, el destino volvió a juntarnos.

Ahí estabas sentado, leyendo un libro, probablemente de inglés, muy absorto en lo que veías.

Recuerdo no poder reconocer del todo al nuevo «tú». Mi mente comenzó a bromear conmigo, diciendo al verte: "Wow, ese chico se parece mucho a Ekaín, sería tan gracioso que fuera él". Estaba tan concentrada en ello que no me di cuenta de que Gabriel ya había terminado de hablar con la profesora. De repente, la voz de Víctor me sacó de mis pensamientos: "Serena, ya salió Gabriel, ya nos vamos". Recogí mi mochila y nos fuimos. Fue un día muy adorable y bonito, Víctor compró muchas cositas para Maggy, y lo más tierno fue que le compró para dos fechas: Su cumpleaños, que sería el 3 de febrero y para el Día de San Valentín. Pude ver cómo puso su corazón en cada detalle y por primera vez, mi fe en el amor era real, muy real.

Durante todo el día estuve pensando si realmente era Ekaín, en si se acordaba de mí, si aún sentía afecto, si mi presencia le agradaría. Había cambiado un poco desde la última vez que lo vi, es decir, no es lo mismo tener 13 años, estar en un lugar nuevo, comportarte como una niña que apenas entiende los cambios de su cuerpo a tener 20 años, estudiar tu carrera profesional y preocuparte por la vida adulta. A pesar de tener seis años sin dirigirnos la palabra, jamás lo borré de Facebook. En la noche, después de vacilar demasiado, le mandé un mensaje.

- ¡Hola! Sé que tiene mucho tiempo que no hablamos, pero no pude evitar escribirte porque creo que te vi hoy, estabas en el edificio E, era como la 1:40, te vi muy concentrado con tu libro, así que me dio pena acercarme, además de que no pude evitar pensar que tal vez te había confundido. Me dio gusto verte después de tanto, y, ¡wow! ¡Estás muy alto!

Admito que el tiempo que tardó en responder fueron los cinco minutos más largos de toda mi vida, o al menos eso sentí en ese momento.

- ¡Serena! ¡Hola! Tiene mucho tiempo que no sabía de ti, ¿cómo has estado? Espero que bien. Sí, sí era yo, sólo terminaba mi tarea de inglés. ¿Por qué no te acercaste? Me hubiera encantado saludarte, no muerdo jaja.

¡Así que sí era él! Es increíble lo mucho que puede cambiar una persona físicamente en seis años. Pasó de ser el niño gordito del que me enamoré a los 12 a ser un hombre. Su sonrisa era igual a como la recordaba, cálida y hermosa. Debo reconocer que ese cambio tan drástico me intimidó y a la vez me cautivó.

Seguimos hablando durante un rato y no pude evitar notar lo mucho que había cambiado. Aquel chico que no usaba emojis, era tímido e inseguro y parecía no tener tantos sentimientos cursis se había convertido en un joven que usaba muchísimos emojis, divertido, sensible y agradable. Nuestras conversaciones duraban horas, y me hacía sentir cómoda y, sobre todo, que a alguien le importaba leer lo que tenía por decir.

Todo fluía con normalidad hasta que un día, recuerdo bien que fue el 21 de marzo de 2017, me citó en un salón. Tenía algo muy importante que decirme y reconozco que entré en pánico. Todo el día me sentí muy nerviosa, y aunque afortunadamente me tocaba clase de Educación Física en la última hora, un espacio perfecto donde podría canalizar mis sentimientos encontrados, cuando terminó la clase sentí cómo el sudor corría por mis manos.