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Contemplaba ensimismada el vaho proveniente de su estofado todavía sin tocar. A diferencia de Adam y JC, que comían animadamente mientras conversaban, Gina permanecía distraída y taciturna, su mente muy lejos de allí. Sintió una presencia a su lado, y cuando miró por sobre su hombro se encontró una de las criadas, de la cual todavía no había aprendido el nombre pero aparentaba unos cuarenta años y era de baja estatura. Gina todavía no se había acostumbrado al personal de la casa. La mujer la miró expectante y preguntó con tono amable:

- ¿Quiere que le traiga algo en especial, señorita Montier?

Negó con la cabeza y la mujer asintió de manera comprensiva. Sin embargo, no se llevó su plato, quizás con la esperanza de que Gina eventualmente probara bocado. Tras unos minutos de silencio, ignorando por completo la conversación de su familia y las preguntas que cada tanto le hacían, su mente volvió a divagar hacia el tema que no dejaba de molestarla y rondar su cabeza.

Habían pasado días desde el incidente en el bosque. Al principio, cuando despertó alrededor de la hora de la cena con la frente sudada y los ojos bien abiertos, lo primero que se preguntó fue si lo que ella recordaba había sido real. No podía serlo, se había dicho, pues había sido tan extraño y tan ajeno que le resultaba imposible, inclusive fantasioso.

Sin embargo, tras un largo rato deambulando por la residencia, la voz de su padre proviniendo de otra habitación la detuvo, y le arrancó toda esperanza de que aquello que apenas recordaba fuera cierto. "Me pregunto qué habrá visto" fue lo que había dicho. Gina halló el recinto en el que se encontraban y espió desde un lado de la puerta que daba al mismo. Al ver que su hermano asentía con expresión pensativa y contemplando las palabras de su padre, a Gina se le cayó el alma a los pies.

Luego, decidió que no tenía fuerzas para interrumpir su conversación y volvió silenciosamente a su habitación, donde pasó horas mirando el oscuro techo del salón mientras intentaba asimilar que aquello que le había parecido un mal sueño era, en efecto, real.

Desde ese entonces, Gina había pasado día y noche ensimismada, ya cinco días intentando recordar qué había sucedido específicamente. En su mente habían llegado a aparecer fragmentos y destellos, pudiendo evocar brevemente el lugar en el que se había hallado antes de que el recuerdo se esfumara. Pero era frustrante y desconcertante; ¿por qué no podía recordar? ¿Qué era lo que le había pasado antes de desmayarse? Pero para alegría de Gina, tras varios días de fallidos intentos, logró recordar.

Una habitación a través de un cristal, la luz titilante de una vela o una hoguera, una de las alas de la mansión. Al recordar eso, Gina dejó a un lado todos sus intentos por develar el misterio del bosque y qué había pasado específicamente para centrarse en aquellos destellos de recuerdos con el fin de hallar la habitación. Sabía en el fondo que en ese lugar estaban las respuestas; aún si no tenía una explicación lógica del por qué. Si lo encontraba, podría descubrir más. Por lo que comenzó a dedicar su tiempo libre a investigar, a explorar la mansión, con el fin de encontrar aquél lugar de una vez por todas.

Se topó con miles de sorpresas. Habitaciones vacías, pasadizos casi imposibles de detectar, esculturas y adornos peculiares en algunos pasillos, salones gigantes en desuso. Había un cuarto con una enorme cama de dosel; aunque sus muebles se hallaban todos vacíos, había perfumes antiguos por doquier y el colchón estaba cubierto de antiguas sabanas de seda. Justo a un lado de la cama había una ventana quedaba a la parte trasera de la residencia, desde un tercer piso que la dejaba ver su extensión. Descubrió, observando a través del cristal, que detrás de los bosques se extendían unas praderas floreadas, donde se alzaba un pequeño edificio abandonado, el cual a Gina dedujo sería un establo. Optó por no explorar aquella zona, no dispuesta a cruzar el bosque y correr otro riesgo. Y también concluyó, por el ángulo, que esa no era la ventana de sus recuerdos. Así que la dejó tan impecable y deshabitada como la había hallado.

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