Cerró el libro que tenía en sus manos y lo dejó a un lado. Se puso de pie y se estiró suavemente para aliviar el dolor e incomodidad, y poco a poco comenzó a sentir nuevamente sus miembros entumecidos. Al lanzar una mirada por la ventana, pudo ver la luz del mediodía acariciando los campos, confiriendo a la escena un tono dorado. Gina suspiró apenas y sonrió para sí. Era hora de dejar la biblioteca, siendo que ya había estado allí toda la mañana. Dio la vuelta para tomar los libros que había estado hojeando y se alejó del calor de la chimenea para adentrarse en el laberinto de estantes.
Desde que había descubierto la biblioteca, había estado acudiendo allí todos los días siempre que tenía un tiempo sin que nadie la molestara. Con el paso de la semana, había acabado por ajustar su horario de lectura a la mañana, ya que ningún familiar la estorbaría de esa manera; su padre se encerraba en su estudio, mientras que su hermano dormía hasta tarde. Era el momento perfecto.
Con el tiempo se había acostumbrado al lugar. Cuando llegaba la el fuego del hogar ya estaba encendido, algo ideal ya que se acercaba el invierno, y cuando se alejaba para poner en su lugar algún libro antes de irse, no se molestaba en echarle agua para apagar el fuego. Había vuelto las primeras veces, preocupada con dejar la llama sin supervisión en una biblioteca, pero al volver unos minutos después siempre la encontraba apagada como si nunca hubiera estado funcionando. Era extraño, y hasta un poco aterrador, pero llegó a acostumbrarse a que el lugar se manejara por su cuenta de aquella forma. El fuego era solo una de las cosas que le demostraba que el salón era independiente; habían llegado a aparecer libros junto al sillón que podrían haberle interesado desde un principio pero no había encontrado, o también haber dejado alguno que otro abandonado en la sala de lectura para hallar al día siguiente que estaba en su respectivo lugar. Dejó de cuestionarlo. No era quién para dudar de algo tanto más grande y antiguo que ella.
Cerró la puerta cuidadosamente y caminó con ligereza a través del ornamentado pasillo al que ya se había acostumbrado. Sus pasos eran insonoros y suaves a la vez que recorría el trayecto de vuelta a la zona habitada de la mansión. Sin embargo, al doblar en uno de los pasillos, ya bastante alejada de aquél de la biblioteca, chocó contra otra persona. Con un quejido ahogado por la repentina falta de aire, cayó hacia atrás a la vez que la persona en cuestión soltó unos libros que llevaba en brazos y maldijo. Cuando Gina alzó la vista, se encontró con la mirada de Adam.
- ¿Te lastimaste? - le preguntó su padre, preocupado e inspeccionando a la joven para ver si se había lastimado. Esta se incorporó con un quejido y rechazó la ayuda que le ofrecía Adam.
- Estoy bien, gracias -respondió rápidamente. Lo único que quería era largarse de allí y escurrirse el resto del día tal como había logrado hacer por un tiempo ya.
Se levantó lentamente y acomodó la vincha que sujetaba su cabello. Sacudió una mano como restándole importancia y pasó por el lado de su padre quien, desconcertado, la contemplaba irse.
- Adiós.
- Espera.
La voz de Adam la detuvo, pero no se volteó.
- Tenemos que hablar -prosiguió él al ver que se detenía. Había algo extraño en su tono que Gina no pudo reconocer.
- ¿De qué? No hay nada de qué hablar.
- ¿Ah, no? - Gina giró sobre sus talones. Su padre hizo una mueca-. No es necesario si no quieres -añadió bajo la intensa mirada de Gina con un suspiro. Sin embargo, antes de que ella pudiera responder, le dirigió una mirada curiosa a su hija y luego a la vuelta del pasillo desierto del que venía-. ¿De dónde vienes?
- No importa -le cortó ella rápidamente, y para cambiar el foco de las preguntas que su padre se estaba planteando hacerle, decidió distraerlo-. ¿Qué es de lo que querías hablar? Dime rápido, muero de hambre, estaba en camino a la cocina.
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Fantasia
خيال (فانتازيا)Gina se encuentra en una situación difícil en su vida; tras la muerte de su madre, ella junto a su hermano, JC, son enviados a vivir con su padre. Años pasaron desde la última vez que alguno de los dos vio el rostro de aquel hombre, y la tensión pue...