PERDONA MI GRAN ERROR. 12

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—En el medio artístico es mejor no creer en nada; ni siquiera en lo que ven tus propios ojos. —Candy se quedó en silencio por varios minutos, analizando las cosas desde la perspectiva que él le ofrecía.

—Es… ¿es cierto eso? … —él la miró entonces. El rostro de ella era la duda personificada, así que apretó sus dientes.

—Dios, ¿por qué lo dudas tanto? —preguntó. ¿Por qué no te puedes creer que de verdad me gustabas? ¿Piensas acaso que las personas como yo no sienten, no se emocionan, no se enamoran?

—No de gente como yo.

—Por dios Candy. ¡Cada día de mi vida en estos últimos malditos años pensé en ti! —ella abrió grandes los ojos ante esa afirmación, sobre todo, porque él parecía más bien furioso—. A cada rubia que veía, la asociaba contigo, todos los ojos verdes del mundo eran los tuyos.

—¿Por qué? —preguntó ella sin aire.

— Por qué te amaba —dijo él ahora, exasperado—. ¡Me enamoré y ya! Me vi reflejado en ti. Dios, y ahora estoy descubriendo que…

—Lo siento —exclamó Candy corriendo a el para abrazarlo—. Lo siento—. Terry se sorprendió un poco al verla allí pegada con fuerza a su cuerpo. Candy le pedía perdón con desesperación. Terry  no pudo más que ablandarse inmediatamente y responder a su abrazo—. Sólo tenía dieciocho años … —se excusó — estaba llena inseguridades, y con tantos miedos…

—Ahora eres tú quien se excusa en la edad. — Terry recordó haberle dicho lo mismo.

—Sí, sí, pero es la verdad. No fui capaz… de ver nada que no fuera mi dolor y el haberme creído engañada por ti, fui una tonta por no hablar con tigo.

— ¿Te das cuenta de que, si hubiese sido como tú, no habría querido volver a verte Candy?— ella se alejó un poco de él sintiendo que lo había perdido, y no podía culparlo. La había hecho en grande.

—Lo siento tanto. — repitió con su corazón desmoronarse. Pero Terry no pensaba dejarla, así que le tomó los brazos impidiéndole alejarse de su lado. Cerró sus ojos sintiendo cómo, poco a poco, cómo ese veneno que aun guardaba en su corazón se iba, y ahoravolvía a latir y sintió como empezaba a reemplazarse por un viento cálido. Sonrió, y pasó las manos por los cabellos de ella con delicadeza, su aroma natural lo estaba envolviendo, despertando todos sus sentimientos y también sus sentidos.

—¿Sientes algo por mí? ¿Tienes en tu corazón un sentimiento por mí? —Los ojos de ella, llenos de lágrimas, comenzaron a brillar.

—Nada a cambiado en mi —contestó ella—. Y no hay nadie que logre cambiarlo. Estás tú… y lo llenas todo. No te pude olvidar en todo este tiempo, Terry. — Él puso aquella sonrisa que la derretía. Poco a poco con extrema delicadeza, Terry retiró el mechón de rizos que se le venía a la frente y la miró por largos instantes, como si la estudiara, como si ahora quisiera grabarse cada rasgó de ella en su mente, y luego, cuando pareció que tenía lo suficiente por ese día se acercó a ella, y la besó.

Por fin Terry sentía la suavidad de sus labios,  estaba acariciándole el alma. Pero no era suficiente, el quería más, quería todo de ella. Los besos de él bajaron por el cuello de Candy, sus hombros, su clavícula, y ella simplemente cerró sus ojos dándose cuenta de que de repente había perdido el dominio sobre su cuerpo; algo más gobernaba en él y no era capaz de volver a tomar el control. Y no quería, Terry la estaba besando, la estaba amando con hambre, con deseo, con fuego. Candy no había olvidado el sabor de estos labios, entregándose, abandonándose. Era la misma magia de hacia dos años, aunque mejor, más fuerte, más cálida, más firme. Quería mas, pero él se alejó, dejándola sola allí de pie, anhelando sus besos. Lo miró confundida. ¿Qué había hecho mal?

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