Epílogo

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  EL CASCABEL de su gato no dejaba de tintinear, cosa que lo irritaba un poco, Louis suspiró con cansancio, tener 8 meses de embarazo no era nada fácil, cada día estaba más y más cansado de su estado, solo quería que su cachorro naciera ya. El omega sentía ganas de llorar cada vez que pensaba así, lo hacía sentir que iba a ser un mal padre, pero estaba cansado, cada vez que caminaba se le hinchaban los tobillos y le dolían, apenas y podía moverse para cualquier cosa, su espalda dolía, no podía dormir bien porque su panza lo incomodaba, las patadas de su cachorro lo incomodaban, aunque lo hacían feliz pero, ¿no podía hacerlo durante el día, tenía que hacerlo en la noche?, otra cosa más, su ropa ya no le quedaba, tenía ganas de hacer pipí cada cinco minutos y para colmo no ha arreglado un mísero cabello desde hace bastante tiempo.

Sólo quería que todo terminara de una vez.

El peli ceniza suspiró nuevamente, lo que le recordó a Kanato, que al ver lo común que se estaba volviendo que su omega suspirara le dijo, con una divertida sonrisa, pero que Louis vio la compasión en sus ojos.

«Suspirando de esa manera es como si la felicidad se te escapara en cada suspiro»

-Estoy en casa- el oji avellana escuchó la voz del rubio desde la entrada.

Eso instantáneamente lo hizo feliz, últimamente el alfa ha estado trabajando como loco, esperando que con eso le alarguen la licencia por paternidad para ayudar a Louis los primeros meses del cachorro. Miwa le había advertido a ambos lo duro que eran los primeros meses.

Se levantó del sofá y a costoso pasos fue a recibir a su esposo.

-Bienvenido -Louis le dio la bienvenida con una feliz y dulce sonrisa, que provocó que la orejas del alfa tomaran un leve tono rojizo.

El oji ver acarició el, ahora, corto cabello de su omega, sintió pena por él, Kanato sabía lo mucho que amaba su cabello, pero con el embarazo había tenido que cortarselo, ya que se le estaba quemando y partiendo las puntas.

-Traje taiyaki para cenar- el alfa sabía lo mucho que le gustaba ese pastel, por eso lo compró, esperaba que eso lo relajara un poco.

Louis sonrió muchísimo.







Ya habiendo pasado las una de la mañana, el omega aún no podía dormir, daba vueltas en la cama cada ciertos minutos, le sorprendía que Kanato no se hubiera despertado. La razón por la que no podía dormir eran las leves contracciones que estaba sintiendo, no se asustó, su obstetra ya lo había calmado explicando que era normal una vez se acercaran a la fecha del parto. Pero pronto dejó de estar relajado.

Louis se preocupó, las contracciones eran cada vez mas aceleradas, eso no era normal, ¿y si le pasaba algo a su bebé?, ¿era porque se sentía tan mal por el embarazo?, esperaba que no. El peli ceniza sacudió el hombro de su esposo para despertarlo.

El oji verde abrió los ojos con pesadez, lo primero que dislumbro fue la cara de preocupación de su omega.

-¿Qué pasa? -preguntó exaltado, reincorporandose de la cama.

-Llevame al hospital.

-¿Qué?.








El camino al hospital fue silencioso, cada uno metido en sus pensamientos, Kanato intentó conducir tan rápido como fuera legalmente posible, no lo demostraba pero estaba con los nervios de punta, sabía que a Louis le dolía cada vez más, lo sabía por lo fuerte que estaba apretando su mano en estos momentos y lo pálido que se encontraba.

Iban en pijamas, el rubio no tuvo tiempo de cambiarse de ropa, tampoco le importaba, Louis también, se había duchado antes de acostarse por lo que no tenía la necesidad de hacerlo antes de irse. El oji verde llevó el bolsito que contenía la ropa de su esposo y de su bebé junto con las llaves del auto antes de partir.

-¿Que nombre quieres ponerle? -el alfa intentó distraerlo.

-Es verdad- dijo Louis, dándose cuenta que aún no tenían un nombre, apretó los labios por la contracción y respondió -nos preocupamos de todo menos de eso.

-¿Qué clase de padres somos? -rió el oji verde.

-Si Kyo-nii suspiera nos daría un buen sermón- el oji avellana también rió

-Dime Louis- dijo Kanato poniéndose serio, mirando el camino- ¿tienes miedo?, porque yo estoy aterrado.

-Tengo miedo- confesó el omega, su mano libre acarició su vientre con cariño -pero no puedo esperar para tenerlo en mis brazos.

-Ese mocoso es muy afortunado de tenerte como madre.

El peli ceniza le dio un leve pellizco a su mano, en forma de regaño.

-¡No le digas mocoso a nuestro hijo! -exclamó con un puchero y el ceño fruncido- además también es afortunado de tenerte como padre.

Maldición, se ve tan lindo, pensó Kanato.

-Seguiremos pensando en el nombre -comentó Louis, con una dulce sonrisa- debe continuar con nuestro apellido.

-"Fujishiro Isao" -dijo Kanato, llamando la atención del omega -no sé, me gusta ese nombre, según Eita suena rudo.









¿Por qué nadie salía?, ¿por qué nadie le decía nada?, ¿y si hubo una complicación?, llevaba en la sala de espera más de una hora, tenía los nervios de punta, empezaba a pensar que haría un agujero en el piso por lo mucho que caminaba.

Estaba impaciente, nervioso y asustado, no lo dejaron entrar con su omega, lo que lo enojó mucho pero no podía hacer nada, se le apretaba en corazón sólo pensar que Louis estaría sufriendo con miedo y él no estaba ahí con él. Hace unas horas había llamado a su familia y a la de su esposo dando aviso de que su hijo iba a llegar al mundo.

Tenía ganas de tirar esa puerta abajo de una ve por todas. Cuando estaba apunto de hacerlo, salió una enfermera.

-Señor Fujishiro pude pasar- avisó con una gran sonrisa.

El rubio suspiró con alivio.

Por fin






Hermoso.

Esa seria su palabra preferida para referirse a la pequeña bola de leche que descansaba plácidamente en el pecho de su Louis.

-Es precioso, ¿verdad? -le dijo Louis sin despegar sus ojos del pequeño bebé en sus brazos.

Kanato dejó de mirar a su cachorro para poner su vista en su amado, estaba sudoroso, pálido y con los labios resecos. Estaba deplorable.

Pero había algo, tal vez sería en sus ojos, tal vez sería en su sonrisa o tal vez en su expresión.

Una expresión de satisfacción y realización, como si dijera, "lo logré, está en mis brazos, sano y salvo".

Kanato supo podía enamorarse aún más del oji avellana.










𝐃𝐀𝐊𝐈𝐒𝐇𝐈𝐍𝐄𝐑𝐔 • 𝐋𝐎𝐔𝐈𝐒 𝐀𝐒𝐀𝐇𝐈𝐍𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora