Capitulo 24

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Capitulo 24

Cuando se llevaron a mi hija, lloraba, tanto, que me dolían los ojos de hacerlo; Decidí no hacer autopsia, para que? Su cuerpo ya estaba todo lastimado, era demasiado para un pequeño cuerpo, para una nena de cinc años.

Sabia que esa noche no iba a poder dormir, lo sabia, y más pensando que por la mañana enterraría a mi hija, es era lo peor, solo quería despertar de esa pesadilla, pero se que es la más pura y cruel realidad; Como si eso fuera poco, al salir del hospital, me lo encontré, encontré al responsable del daño más grande que me haya dejado, porque la muerte de mi hija no era una simple golpiza, una simple cachetada, un simple insulto, era mucho más que todo eso, era sentir el frió y la soledad la muerte.

Lali: Sos un hijo de puta (Me acerque a él) me sacaste la vida, te llevaste lo mejor de mi (Le pegaba mientras mi hermana trataba de sacarme de encima) Mataste a tu hija, tenes manchadas tus sucias manos con sangre inocente, sos un asesino, un puto y maldito asesino (Lloraba) te deseo lo peor, te deseo que te mueras en tu agonía de la culpa, te vas a morir solo, hijos e puta como vos mueren tirados y solos, y te lo mereces, te mereces todo lo peor de esta tierra, te deseo la muerte del infierno mismo, el dolor que siento yo, se va a multiplicar en vos, ojala encuentres la muerta mucho antes de lo que pensabas y que el mismo fuego se cobre todo lo que me hiciste, te vas a consumir, vas a hacer como el polvo, una ceniza que jamás será recordada, no te mereces seguir viviendo, o tal vez si, sabes para que? Porque te mereces una muerte en vida, te mereces sufrir con los ojos abiertos, (Pausa) ganaste, si eso era lo que querías, ganaste conmigo, me destruiste, nunca te mereciste la hija tan hermosa que te di, no te merecías cuando ella te llamaba papá. (No paraba de llorar, él mucho menos) terminaste siendo el asesino de tu hija. La culpa, el dolor, era tu condena.
Natalia: Vamos La, ya no te sigas lastimando.

Por unos segundos me quede mirándolo, quería hacerlo sufrir, quería que mirándolo, agache su mirada, y lo hizo, me quería quedar con esa imagen, con su sufrimiento.

Esa noche no comí, apenas llegue tome un tranquilizante, que a los minutos me hizo caer rendida, tenia, quería relajarme, al menos para llegar al día de mañana y despedir a mi hija.

Nara: Ma, te amo y se que vos también (Le acaricio la mejilla) no llores mami, te voy a extrañar mucho, pero ya no llores, aunque no lo creas, papá te ama y debes perdonarlo, porque él no tiene la culpa, algún día todo esto pasara y te darás cuenta que sigues de pie, ya sufriste mucho mamá, debes vivir por más que pienses que te cueste, yo te voy a estar esperando en el mejor lugar.

Natalia: (Despertándola) La, abrí los ojos, chiquita, tenes que levantarte.

Nada había sido un sueño, la muerte de mi hija era existente y no podía ni había nada que eso lo cambiara, de ahora hasta el día que tenga que partir, viviré con este dolor. 

Durante el entierro, Mariana no había parado e llorar, gritaba el nombre de su hija a cada instante, tampoco dejo pasar el cuanto la amaba, estaba destrozada, por dentro y por fuera, hoy entendía cual era un dolor real, un dolor mayor, un dolor que no se comparaba al de una cachetada, al de un corte, al de un disparo, es un dolor más de un tamaño destructivo, un dolor que te lleva a la muerte.

Seguramente muchas cosas pasaban por la cabeza de aquella madre que hoy estaba vacía, que hoy la uncía razón de su vida, ya no estaba, que hoy no encontraba salida alguna, que hoy despedía a un cuerpo sin vida dentro e un cajón de madera, una madre que a lo largo de su vida dio todo por aquella pequeña que la recuerda su mente, que la puede ver a través de unas fotos.

Estaba muriendo en mi propia agonía.

CONTINUARA...

Fin de la maraton

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