Capítulo 6

174 36 1
                                    

Deambulo por el pasillo mientras Aveline me sigue por detrás. Hoy no he tenido una buena noche y creo que se nota en mi cara. Cuando me he despertado y me he mirado al espejo no he podido evitar fijarme en los intensos círculos oscuros que se han formado debajo de mis ojos.

No es algo nuevo en mi. Sueño con mi hermano casi cada noche, pero algunas veces son peores que otras. Odio la sensación de no poder moverme, de no poder gritar. Pero, sobretodo, odio la sensación de volver a perderlo, de saber que nunca volverá a estar a mi lado.

Subimos sin ganas las grandes escaleras que llevan a la zona de las estancias reales. Me cuesta un mundo subir cada escalón, pero tengo que espabilarme para poder aguantar todo un día de trabajo.

Cuando llegamos a la gran puerta del cuarto de Katherina me sorprendo al verla entreabierta. Aún así doy unos pequeños golpecitos, pidiendo permiso para entrar, pero no recibo respuesta alguna.

— ¿Qué hacemos? ¿Esperamos?

— ¿Y si le ha pasado algo? — pregunta Aveline, con una voz que denota preocupación.

Automáticamente mi cabeza descarta la idea. Si le hubiese pasado algo ya nos habríamos enterado. Aún así avanzo despacio, temerosa por lo que puedo encontrarme dentro de la estancia.

Cuando entramos observo todo el cuarto en busca de cualquier indicio de la princesa, pero la habitación esta vacía.

¿Dónde se habrá metido? Pero cuando estoy a punto de verbalizar mi desconcierto, un ruido me llama la atención. Miro hacía la derecha, donde supuestamente está el vestidor y veo que las puertas están entreabiertas. De allí sale un pequeño haz de luz. Camino con paso decidido y abro las puertas de par en par.

— ¿Katherina? — pregunto extrañada.

La princesa se encuentra en medio de la sala sentada en el suelo. A su alrededor hay cientos, por no decir miles, de prendas esparcidas por el suelo. Puedo ver seda de diferentes colores, tul, encaje, lino. Todas estas telas forman un espectáculo de colores y texturas. Y en medio, parcialmente enterrada bajo todas estas capas, se encuentra Katherina, mirándonos con cara de preocupación.

Se puede ver que está muy nerviosa, pues no para de mover los dedos de la mano derecha, como si se tratase de un tic nervioso.

— ¿E-está bien, señorita? — pregunta Aveline, sin duda tan asombrada como yo.

— Ay chicas! Me he levantado a las cinco de la mañana y he entrado en el armario. Me he probado este vestido, que combina muy bien con mis ojos, estos pantalones y esta camisa, que quedan bien pero no son muy formales, luego...

Habla como una histérica, explicando los, a mi parecer, millones de conjuntos que se ha probado.

— Señorita, por favor, tranquilícese— le digo, cortando su discurso. — Respire hondo.

La princesa nos mira preocupada, cierra la boca y respira, tal y como le digo. Después de un minuto parece que está más calmada.

— Bien, y ahora díganos, ¿Cuál es el problema?

La miro con una mirada compasiva, esperando que nos confiese su malestar. Parece ser muy grave por la forma en la que la hemos encontrado. Pero en mi cara se pueden ver el asombro y la incredulidad cuando recibo su respuesta.

— No sé que ponerme.

***

Después de una hora probándole cientos de prendas, salimos por la puerta directas hacia la sala del desayuno. Vamos apuradas ya que llegamos media hora tarde, pero supongo que al ser la princesa puede permitirse esta clase de lujos.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora