Capítulo 2

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Me despierta el sonido de los pasajeros moviéndose a mi alrededor. Miro por la ventana, bastante desorientada por mis horas de sueño. Fuera, el Sol empieza a salir de su habitual escondite en las montañas, que se entrevén entre el bullicio de gente que se encuentra en el andén. Estamos en Sunner, un pueblo que se encuentra a las afueras de Belger.

Me levanto de mi asiento y me desperezo después de unas buenas horas de sueño. Camino por el pasillo en busca del cuarto de baño y, cuando finalmente doy con él, entro cerrando la puerta tras de mí. Miro mi reflejo en el espejo y automáticamente paso mis dedos por mi cabello negro azabache. Hoy tengo que dar una buena impresión, por lo que mi aspecto debe estar inmejorable.

Mis ojos verdes están hinchados después de dormir tantas horas y mi cuello está dolorido por la incómoda postura en la que me encontraba. Cuando creo que tengo un aspecto bastante decente, salgo del baño para sentarme otra vez en mi asiento.

Miro el paisaje a través de la ventana del tren. Campos y más campos. Distingo pequeñas figuras de hombres y mujeres que desfilan en fila, seguramente dando por acabo su turno de trabajo. El paisaje cambia para mostrar una gran muralla de piedra y, tras cinco minutos de pura muralla, mis ojos ven una de las grandes maravillas de la región.

Ante mí se yergue un esplendoroso edificio de mármol blanco, que sin duda deja en evidencia a la pequeña estación de Corwin. En su fachada se entrevén numerosas vidrieras elaboradas con cristales de colores que otorgan al espacio una luz mística. El rey ha querido mostrar el poderío de la ciudad a través de su arquitectura y, sin duda, lo ha conseguido. La gente corre de un lado a otro sin detenerse siquiera a observar el majestuoso espectáculo que ofrece el edifico, supongo que acostumbrados ya a tanto lujo. Sin embargo, yo me quedo boquiabierta ante la cantidad de tesoros que se encuentran en este lugar.

Cojo mi maleta y me apresuro a bajar del tren, mientras observo la gran maravilla en la que se ha convertido la estación de Belger para mi. Debo de parecer totalmente fuera de lugar, así que rápidamente dejo de observar el edificio y sus gentes para buscar entre el gentío a mi acompañante. Después de un minuto entreveo entre el bullicio un cartel con mi nombre y me dirijo a paso ligero hacia la persona que lo sostiene. Me encuentro ante una chica que no debe ser mucho más mayor que yo. Lo que más me llama la atención es su corta melena de color del fuego, que sin duda destaca entre la gente de nuestro alrededor. Luce un traje negro que realza perfectamente su silueta.

— ¿Zena Dessen?— pregunta cuándo me acerco a ella.

— Así es. Encantada.

Le tiendo la mano a modo de saludo, pero ella no parece percatarse. Se gira rápidamente y empieza a caminar, o más bien correr. Me cuesta seguirle el ritmo.

— Soy Leah White, tu instructora. El coche nos está esperando fuera. Debemos darnos prisa, ya vamos con un poco de retraso.

Le sigo apresuradamente hasta la puerta de salida. En el exterior se aglomeran una gran cantidad de vehículos. Nunca había visto tantos coches juntos. Todos parecen ser coches oficiales del rey, pues llevan grabado en la puerta del acompañante el escudo de la casa de Wells, dos pájaros en vuelo que forman una especie de círculo.

Nos acercamos a uno de los coches y un hombre mayor nos abre la puerta. Entro detrás de Leah y me acomodo en mi asiento, observando el interior del vehículo. Los asientos son de un color marrón claro, probablemente de piel a juzgar por el olor del interior. Los vidrios son de color negro y dejan entrever mínimamente el exterior. Leah me entrega una gran cantidad de papeles que cojo y dejo sobre mis piernas y la miro extrañada.

— ¿Has hecho alguna vez algo como esto?

— No, señora. Es mi primer trabajo.

Leah me recompensa con una mirada de exasperación y un largo suspiro.

InefableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora