Capítulo 11

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Aprieto la larga cuerda del corsé de Katherina y le hago un nudo a la espalda

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Aprieto la larga cuerda del corsé de Katherina y le hago un nudo a la espalda. Sin duda es un vestido precioso. Paso mis dedos por las flores bordadas de su espalda, pero los aparto rápidamente, temiendo que Aveline vea mi gesto ya que no es propio de una doncella. Me retiro un poco para poder ver mejor el aspecto de Kat.

Su larga melena rubia cae por su espalda, formando una cascada de rizos platino. Su pelo está adornado con una pequeña tiara de plata, con numerosas piedras preciosas incrustadas. Pero lo que realmente llama la atención es su atuendo.

Un vestido de color rosa anaranjado, que se ciñe a su figura en la cintura, para después caer suavemente con un millar de capas de tul. Sobre la tela rosa, cientos de flores bordadas, que otorga a la pieza un aire aún más sofisticado. La falda le llega por debajo de las rodillas, por lo que puedo ver que lleva unos tacones plateados a juego con su tiara.

— ¿Cómo estoy? —pregunta Katherina

— Estás preciosa — le digo, admirando su hermosa figura.

— Espectacular — dice Aveline, sacándome de mi estupor.

Después de una semana de preparación, esta noche tiene lugar el banquete para celebrar la próxima coronación de Katherina, aunque aún no haya una fecha exacta. Supongo que a los reyes les gustará celebrar fiestas de vez en cuando, y que mejor excusa que esta.

Kat mira por última vez su reflejo en el gran espejo y se encamina hacia las grandes puertas de su dormitorio. Aveline sale fuera de la estancia y empieza a caminar por el pasillo, pero la princesa se queda un poco rezagada. Nuestros dedos se juntan en una muestra fugaz de amor que pasa desapercibido para nuestra acompañante. Me encantaría besarla, hundir mis manos en su pelo y saborear sus labios.

Nuestros ojos se encuentran fugazmente, y ella esboza una rápida sonrisa mientras separa nuestras manos y camina firmemente por el pasillo. Yo la imito, caminando rápidamente por el corredor para alcanzar a Aveline.

Durante nuestra travesía por las estancias de palacio me fijo en que todo está cuidado hasta el más mínimo detalle. Toda la barandilla de la gran escalinata está decorada con miles de rosas de diferentes colores: rojo, azul, blanco y negro se funden y combinan para formar la decoración más elegante y sofisticada que he visto en mi vida. Junto con las flores, pequeñas bombillas iluminan el camino, como si se tratasen de pequeñas lágrimas de luz que flotan en el aire. Sin duda, el ambiente tiene un aura mágica que hace que me quede estupefacta admirando tanta belleza. Cuando me quiero dar cuenta, Aveline y Kat ya han llegado al final de la escalinata por lo que me apresuro para colocarme junto a ellas.

Cuando entramos al salón, centenares de ojos apuntan a nuestra dirección. Si no hay cuatrocientas personas, no hay ninguna. Aveline y yo nos apartamos hacia un lado, tal y como nos enseñaron en nuestras clases para doncellas. Kat camina con la cabeza bien alta en dirección a su padre y su hermano, quienes están sentados en una gran mesa que preside toda la sala.

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