Capítulo 4

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Leah golpea suavemente la puerta y, tras unos segundos de espera, nos llega una voz desde el interior que nos indica que pasemos.

Al entrar al cuarto, mi mirada vuela por toda la estancia, maravillada con todos los lujos que dispone esta habitación. La cama se encuentra a la izquierda. Ésta es muy alta y está adornada con decenas de cojines.

Como si de un imán se tratase, nuestros ojos se atraen, y lo único que veo por unos instantes son dos enormes y preciosas esferas de color azul celeste mirándome intensamente. La princesa se encuentra sentada al final de la cama. Su larga melena rubia yace suelta sobre sus hombros y cae hasta su cintura. Se levanta con un movimiento sutil. Debe medir un metro setenta por lo menos. Su figura intimida bastante, aunque tiene un aspecto angelical. Aveline y yo nos agachamos a modo de reverencia y ella baja la cabeza para corresponder nuestro saludo.

— Buenos días, Leah— dice la princesa, dirigiéndose ahora hacia nuestra instructora.

— Buenos días, señorita. Le presento a sus dos nuevas doncellas.

Siento un nudo en la garganta que impide que las palabras salgan de mi boca, así que Aveline es la primera en hablar.

— Mi nombre es Aveline, señora. — dice mientras hace otra reverencia en señal de respeto.

—Encantada Aveline.— baja la cabeza a modo de respuesta. Yo continuo como un muñeco inerte, sin ser capaz de hablar. — Y tú, ¿cuál es tu nombre? — dice la princesa, esta vez dirigiéndose directamente a mí.

Salgo de mi embelesamiento y me sonrojo. Posiblemente me lleve una reprimenda de Leah por esto después.

— Zena, señora. Encantada— hago otra reverencia, copiando los movimientos de mi compañera.

— Bien Leah, creo que está todo perfecto. Puede retirarse.

Leah hace lo que la princesa le ordena y sale del cuarto, cerrando la puerta a sus espaldas. En la habitación se instala un silencio placentero, pero no tarda en ser interrumpido por Aveline.

— Le prepararemos el baño, señora.

— Por favor chicas, podéis llamarme Kat, al menos mientras estemos solas.

Esas palabras me sorprenden y provocan que levante la mirada para enfocarla en su rostro. ¿Es esto una especie de prueba? Pero al analizar su expresión veo que no se trata de ninguna artimaña. Muestra una sonrisa cordial en el rostro, lo que da a entender que verdaderamente quiere ser amigable.

Aveline se dirige al baño, el cual se encuentra al fondo de la gran habitación, a la derecha, pero su paseo es interrumpido por la mano de la princesa.

— No hace falta, Aveline. Ya me he aseado antes de que llegarais. Podemos pasar directamente al vestuario.

Katherina se dirige a las puertas que hay al lado del baño y las abre. Entro, observando las magnificas prendas que se encuentran en su interior. Todo es de una calidad suprema. Paso los dedos por una camisa. A juzgar por su tacto está hecha de seda, y me imagino llevándola. Rápidamente borro esa imagen de mi mente, nunca podría permitirme algo parecido.

Katherina va directa hacia una barra donde cuelgan numerosos pantalones y elige uno de color negro. Seguidamente coge una camisa a cuadros roja y me entrega las prendas para que pueda plancharlas.
Diez minutos más tarde, me hallo trenzando su larga melena rubia, para después recogerle las trenzas sobre la cabeza, en una especie de moño.

Cuando la princesa está arreglada, Aveline y yo abrimos las grandes puertas de su dormitorio para dirigirnos al salón del desayuno. Pero en cuanto abrimos los portones y salimos al pasillo, de la habitación del frente sale un chico joven. Va vestido con un traje negro y una camisa blanca. Parece más joven que la princesa. A sus espaldas se encuentran dos hombres vestidos con uniformes del mismo color que el nuestro.

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