Se encontró de frente con tres tíos muchos más altos que ella y con la
mirada encendida. Estaban allí para vengarse. Lo cierto es que esa mujer les había robado sus pertenencias. Pero las cuentas estaban a punto de ser saldadas, ella no se libraría tan rápido de ellos. Claro que no.Ella estaba muy cerca de esa pared de ladrillos húmeda. Incluso, los
huesos de los omoplatos rozaban de vez en cuando con la áspera superficie.Sin embargo, no estaba asustada, aquella formaba parte de una de esas
situaciones en las que ya se había acostumbrado. Al vivir en la miseria y en la lucha constante por sobrevivir, sabía muy bien cómo salir de allí, o al menos dar la suficiente pelea.—A ver, puta, regrésanos lo que nos robaste. Venga-. Dijo uno de los hombres.
—No colmes nuestra paciencia, mira que podemos hacerte picadillo si
nos antojamos, eh-. Añadio el segundo individuo.El tercero no hablaba, sólo se limitaba a mirarla con desprecio, con ganas
de romperla en mil pedazos. Aun así, ella estaba allí, estoica a pesar de estar acorralada.Empuñaba una pequeña navaja en una de sus manos, mientras que la otra estaba cerrada en un puño. Analizó cuidadosamente a quienes estaban frente a ella y pensó que tenía una ligera ventaja, un pequeño espacio oscuro que le daría tiempo para moverse y atacar a uno de los tres.
Se quedó callada y justo en ese momento, cuando pensó que tenía que hacer su ataque, hubo una falla eléctrica. Una de esas que ya eran tan
habituales en la periferia. Entonces, se movió rápidamente para poder
escabullirse entre esos hombres que habían quedado desconcertados.—Pobres Betas.
Dijo ella después de herir a uno de ellos en el brazo. Salió de ese callejón
airosa y con esa amplia sonrisa de victoria. Había burlado una vez más una de esas situaciones que parecían difíciles.Corrió por unas cuantas calles más hasta que se encontró con uno de sus amigos habituales que la miró agitada.
—¿Cómo ha salido todo?
—¡Estupendo! Esos tíos tenían muy buena pasta. ¡Mira!
Le enseñó una paca de dinero, móviles y unas cuantas joyas. Tendría
suficiente dinero como para no preocuparse por ese asunto por un tiempo.—Has tenido buena racha. A todos los demás no nos ha ido muy bien.
—Eso se debe, querido amigo, a que sé perfectamente en dónde está el
dinero. Esos pobres diablos Alfas vienen para este lado de la ciudad creyendo que tendrán todo lo que quieren porque tienen buena posición. Pobres. Alguno de nosotros se encargará de recibirlos como se debe.Sonrió mientras se llevó el botín escondido entre sus ropas. Unos
negocios más y ya se iría a su minúsculo piso, a tomar cerveza y celebrar la extraordinaria habilidad que había desarrollado desde la niñez.Lo cierto es que Jennie Kim era sólo una chica de 17 años que se había
hecho espacio entre el sórdido mundo de los Omegas, la clase social más
maltratada, el último piso de una pirámide injusta y cruel.Todo aquel que naciera con ese título, estaba destinado a tener una vida
verdaderamente miserable y era aún peor si se nacía mujer. En ese caso,
terminaba siendo esclava doméstica o sexual… O las dos cosas.El mundo se había organizado de esa manera desde la Tercera Guerra
Mundial. Los aliados de siempre y la extrema derecha aniquilaron a más de la mitad de la humanidad. Lo que también provocó el nuevo orden social que se impondría alrededor del mundo. Los hombres y mujeres libres serían una historia del pasado.
Ya no había países, sino ciudades-estado, las cuales estaban organizadas estrictamente: los dueños del poder político y gran parte del económico, eran los Alfas. Herederos de aquellos que impusieron el sistema. Era una élite cerrada, exclusiva y sectaria. Los pocos disfrutaban realmente de lo que era la
buena vida.
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Finalizada: Mi pequeña esclava [Jenlisa G!P]
FanfictionJennie Kim era una ratera vulgar. Una criminal de los suburbios. Una Omega que lucha por sobrevivir. A costa de los demás. Cual parásito. Pero cometió un grave error. El peor. Intentó robarme a mí; La Reina, La Alfa, La gobernadora de la ciudad y La...