8. Mil maneras de morir

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Hola, primero que todo, lamento la tardanza en actualizar. Tenía un bloqueo escritor, y me está costando salir de el. Pero bien, aquí traigo un capítulo más, está corto pero lo escribí con mucho cariño. Mañana actualizaré un poco más. ♡

Puedo decir que miedo era la emoción principal que estaba sintiendo en aquel momento. Estoy segura de que el color abandonó mi cara y que Ryan debía de estar peor que yo. Digamos que yo soy la valiente de todos los Thorpe, pero eso no importaba ahora. ¿Cómo se suponía que saldríamos por esa ventana con la esperanza de salir vivos? Exacto. Eso solamente pasaba en las películas, así que debía impedir que mi hermano acabara con el poco porcentaje de vida que le quedaba, pero eso ya era tener mucho más fe que Mickey Mouse.

Y aunque él pueda bajar y salir ileso de la ventana, no había posibilidad de que yo bajara sin terminar como Regina George en Mean Girls: despedazada y hecha trizas. Por eso mientras mi cabeza seguía pensando en estúpidas ideas y sostenía aun a mi hermano, el tiempo jugó —como siempre— en nuestra contra y la puerta se había abierto. Tres tipos enmascarados entraron a la habitación con dos bolsas verdes en la mano, solo que la bolsa del tercero era más grande.
¿Dónde estaba lo que se iban a robar?

Mi respiración se volvió mucho más agitada y voltee hacia Ryan, quien colgaba todavía de la ventana.

—¡Ayúdame, ayúdame, Riley!—chillaba desde el otro lado de la pared.

—¡Espérate hago lo que puedo!—le decía mientras lo sujetaba para hacer que subiera conmigo, o que se suicidara, no lo sabía aun—. ¡Ayuda también tú!

—Es lo que hago, tarada—me gritó antes de que sintiera un escalofrío que me provocó un salto debido a un roce de la mano de uno de los hombres con mi hombro. Eso hizo que mi mano se resbalara de la Ryan.

Les juro que sentí como si el mundo se detuvo. Ya eso me había pasado más de una vez hoy, pero el hecho de saber que había soltado a Ryan me detenía de voltearme y ver si realmente había caído. Solté un grito demasiado alto y me giré, encontrándome con el enmascarado de rápidos reflejos que sostuvo la mano de mi hermano.

Me sentí un poco más aliviada, no le había pasado nada. Pero todavía no salíamos de eso, y al paso en el que vamos, a mamá le tocará elegir nuestros ataúdes. Mientras uno de los sujetos recogía a mi hermano, otro me tomó por la espalda y me cargo, inmovilizándome completamente con su pierna. El que seguía libre, se encargaba de llevar ropa de mi armario. ¿Qué?

Ladrones de la moda, oh vaya. No puedo seguir presenciando la escena porque el hombre que me sujetaba me puso la bolsa verde en la cabeza.

—¡Basta! ¡Basta!—gritaba, pero eso solo causó que pusiera su mano sobre la parte de la bolsa que cubría mi boca para lograr callarme. Ahora el truco de la lamida en la mano no iba a tener sentido gracias al pedazo de tela que tapaba todo mi rostro.

Ahí fue cuando todos mis sentidos se apagaron. Escuchaba, podía sentir que estaba pasando. Pero no lo veía, no podía moverme, ni expresarme. Me sentía inútil, en ese momento era una completa inútil.

—Ustedes no saben quiénes son mis padres, no lo saben, y lo van a lamentar hijos de puta—escuché gritar a Ryan, antes de que un hombre lo callara, o eso creía que estaba pasando.

No estoy segura de cuánto tiempo pasó hasta que siento que me cargan por la espalda y comienzo a moverme por toda mi casa. Sí, sé que es mi casa porque no hay que ser demasiado listo para conocer su casa y tener sentido de orientación ahí incluso si estas ciego e inmovilizado. Nos dirigíamos a la salida, eso significa que si nos iban a llevar. Ay no, no, no, no. No de nuevo.

Un fallo de escritoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora