Two: Reception

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La señorita detrás del mostrador dejó de limarse las uñas y atendió cordialmente a los músicos.
Murdoc le dijo que ya había hecho reservaciones hace unos días, una habitación lujosa pero sin ser excesiva: Con vista espectacular al mar y a la playa, camas más cómodas que un malvavisco y un mini refrigerador especialmente lleno de cervezas.

La chica buscó en su computadora y ahí estaba, una reservación para dos hecha por Murdoc Niccals. Se dio la vuelta y les dio la llave de su cuarto. Era en el quinto piso.

Murdoc y Stuart sintieron un alivio, tras cargar tantas maletas, sólo querían tirarse en la cama y comer hasta recuperar las fuerzas perdidas en su odisea por las calles de Jamaica.

Al llegar a la habitación indicada, Stuart sacó la recién recibida llave del bolsillo delantero de sus pantalones.
Estuvo casi unos dos minutos para abrir la puerta, por el simple hecho de que no sabía manejar una cerradura. Además, los bufidos de Murdoc no ayudaban en lo más mínimo, sumaban presión a lo que consideraba una de las tareas más arduas que le tocó hacer. 

Cuando finalmente pudieron entrar, se quedaron completamente fascinados.
Gracias a que ya estaba oscureciendo, se notaba que la habitación tenía una iluminación excelente, las lámparas con focos amarillentos en cada esquina del cuarto los dejó con la boca abierta. Su vida musical y previa a ella, jamás había presenciado tantos lujos comprimidos.
Unos hermosos ventanales corredizos daban paso a un gran balcón. Una de esas pantallas planas que no venía incluida, pero que igual fue bien recibida.
Dentro de esta pequeña, pero muy acojedora habitación, se encontraba lo indispensable, y las cervezas de Murdoc, por supuesto.
Todavía no habían visto el baño pero sentían que sería igual de espectacular.

Sin embargo, un detalle dejó a los dos amigos sin saber qué decir.
Una cama matrimonial contra la pared y de costado a la puerta los recibía, decorada con unas mullidas almohadas y hermosas sabanas blancas, ocupaba una gran parte del espacio.

Murdoc había pedido dos camas separadas. Y Stuart lo sabía.

Tímidamente, sin idea de qué acotar, miró al bajista.

Éste miraba a la cama con los ojos como platos. Un leve rubor empezó a decorar sus verdosas mejillas. La rabia dominó su rostro unos segundos después.
Y sin hacer ningún comentario salió, enfurecido, por la puerta.

Stuart se encogió por el azote de la puerta. Pero aún así, tras esa sorpresa, volteó hacia la cama y sin pensarlo mucho, se lanzó boca arriba. Disfrutó hundirse entre las mantas y el colchón. No le veía ningún problema a la cama, quedó fascinado con ella y se abrazó a las almohadas, deseando que su cama diaria fuera así de abrazadora.

Tenía el presentimiento de que Murdoc armaría un escándalo en la recepción. Él no era alguien de compartir, y seguro eso lo incomodó... Pensó 2D, bostezando.

...

El gerente del hotel le pidió que saliera al balcón a tomar un poco de aire, que se perdiera viendo las olas, y que disfrutara del sonido que la naturaleza tenía para ofrecerle. Le habló calmadamente, como si Murdoc hubiera tenido la expresión de estar a punto de explotar cuando fue a reclamar sobre el asunto de la cama.

-Yo, ¡¿con problemas de ira?! No soy un simio o un niño como para que me hable así. ¡Es ridículo! -exclamó Murdoc, totalmente indignado, y volviendo a buscar la posición correcta para estar en su silla.

Aún así, le hizo caso y arrastró a 2D consigo para no sentirse derrotado del todo.

-Dicen que no hay más cuartos con camas individuales. Justo vinimos en un momento en el que las reservaciones son a morir. Tendremos que dormir en esa cama, Face-ache -explicó, viendo al mar, pensando en lo embarazoso que sería dormir lado a lado de su vocalista.

Pero al no oír repuesta a tal cosa, se giró hacia 2D, creyendo que éste aceptaba fácilmente el hecho de dormir en la misma cama.

-¿Me escuchaste?

El peliazul lo miró con culpa, tenía la boca llena del pollo frito que les ofrecieron como disculpa. Sostenía el inmenso cubo en su brazo, y con el otro se encargaba de llenar su paladar de comida.
Masticó y tragó como pudo, casi atragántandose con un hueso pequeño.
Todo para sólo decir: -Me parece bien -seguido de una tos exagerada que el hueso le causó

El azabache oyó, pero no respondió. Prefirió quedarse callado, y dejar que el aire se llevara esa extraña sensación que empezaba a tener. Stu no tenía drama en dormir a su lado. Así que, ¿era necesario que él tenga alguno?
Se acomodó en su silla por última vez y miró al cielo con la mirada perdida.
Dejó que la luna abrace sus emociones, que la oscuridad se trague ese bochorno que antes sintió, y que el ruido de las olas chocando se lleve su anterior escándalo al silencio.

Se calmó, justo como el gerente dijo que pasaría. Pero, unos ronquidos bien pronunciados lo sacaron de su trance.

Miró a Stuart con enfado, seguro de que había hecho ese ruido para burlarse de él.
Sin embargo, quedó mudo al encontrarlo completamente dormido.
Se encontraba con la cabeza tirada hacia atrás, y la boca abierta de par en par, roncando bruscamente. El cubo de pollo frito, ya vacío, amenazaba con caer al suelo.
Niccals se sorprendió a sí mismo sonriendo.
No había descansado en ningún momento, por eso el cansancio. Comprendió al muchacho pero aún así lo dejó de lado.

Soltó un gruñido y se paró, dispuesto a irse a dormir.
Pero, después de quedarse solamente en ropa interior y haberse metido entre las cómodas sábanas, no pudo evitar sentirse mal por el chico.
Miró la silla en la que éste se encontraba.
Aunque las noches eran calurosas, podría pescar un resfriado si se quedaba ahí afuera.
Odiándose por tener una clara debilidad por el menor, se levantó a duras penas, refunfuñando.
Caminó pesadamente hasta el balcón, y sin pensarlo mucho, tomó al durmiente Stuart Pot entre sus brazos. Era ligero aunque pareciera peso muerto.

Se quedó bastante embobado mirando las tranquilas facciones que este joven mantenía mientras dormía.
Tragó pesadamente, con las mejillas sonrojadas por segunda vez en el día.
Caminó lentamente, hasta llegar al somier. Fue con cuidado, pues tenía la sensación de que se le caería en cualquier momento.
Recostó a 2D en el colchón, sin darse cuenta de lo cariñoso que estaba siendo.

Igualmente, cuando llegó el momento en el que él también debía ir a dormir, decidió poner unos almohadones, cortando la abertura que se encontraba entre ambos cuerpos.
Por si las moscas, musitó delante del durmiente cantante.

❝Jamaica❞ 2doc/StudocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora