c i n c o

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Y puedo afirmar que su amistad va a ser muy importante en mi vida.

Retomamos nuestra caminata, al final nos terminamos por ir hacía el parque, de vez en cuándo le sacaba una foto. En unas se daba cuenta y en las otras no. Pero en todas se veía lindo. Total, él no se negaba.

— Llené mi galeria con fotos tuyas, Iguro.

— A ver.

— No, gracias. Sí te paso mi móvil las vas a eliminar.

— No, no, te lo juro. — hizo ademanes para que le entregara mi celular. Le miré con los ojos entrecerrados y se lo pasé.

Ahí estuvo un rato, despegaba su mirada solo para mirarme unos segundos y volver a ver sus fotos.

— Bien, algunas me gustaron.

— ¿En serio? ¿No borraste ninguna? — pregunté mientras recibía mi móvil, ya iba a guardarlo hasta que habló.

— No, aparte yo también te saqué fotos. — cómo si fuera el exorcista me giré a verlo mientras se me subía la sangre.

— ¡Exijo ver!

— Noup. Las guardaré para noches solitarias.

No entendí, quedé pensando unos minutos. Y al final se me volvió a subir la sangre.

— ¡Pervertido! — me crucé de brazos mientras hacía un puchero.

— Era broma, era broma.

— Bobo. — le mostré la lengua unos segundos.

— Oye, por cierto, ¿Cuántos años tienes?

— Soy ilegal. Por si las dudas.

— Lo genial es lo prohibido.

Solté una gran carcajada.

— Tengo 16. ¿Y tú? — empecé a jugar con Kaburamaru que estaba bajando por mi brazo.

— Y yo 21.

Al escucharle la edad dejé a la serpiente de lado.

— Bueno, no es mucho. — Le codee riendo mientras movía mis cejas de arriba hacía abajo.

— Claro, y a mi que me lleve la ONU.

— Ay, si era broma.

— Sí, sí, ya entendí.

— Entonces eres universitario. ¿Verdad?

— Sí, que sí.

— Uh, alguien que quizá me ayude en un futuro.

— Cuenta conmigo.

Y así estuvimos, platicando mientras jugábamos con Kaburamaru, nos sacábamos fotos, subíamos historias en Instagram.
Y así. Al final intercambiamos números, y llorando le entregué a su amigo.
Él simplemente me revolvió el cabello riendo.
Y nos despedimos, cada quién volvió a su hogar, por mi parte sí, y espero que el también se haya ido a su hogar, siento que Kaburamaru tenía hambre.

— Mo~ ya no aguanto, ya no aguanto. — murmuré para mi, mientras buscaba las llaves en mi bolso.

— ¡Cui-cuidado, chi-chica! — rápidamente levanté la vista, y miré a todos lados, completamente asustada.

Lo único que sentí fue el frío suelo, y un gran dolor en mi trasero.

— Bien, eso dolió más que cuándo vi que el asesino era mi personaje favorito. — me levanté como pude.

Enfoqué, tardé, pero enfoqué. Y vi a un chico semi-rapado con una cicatriz
Que se estaba masajeando la mejilla. Y al lado de él una patineta.

— Perdón, esto lo provoqué yo. — me disculpé mientras colocaba mis manos frente a él para que las tomara y se levantara.

Se dejó de sobar la mejilla y levantó la mirada, y automáticamente se puso rojo hasta las orejas y temblando aceptó mis manos, y se puso de pie a duras penas.
Y cómo si yo tuviera una enfermedad muy grave, soltó mis manos. Fruncí el ceño.
Y desvió la mirada.

— Oye... ¿Estás bien? — le pregunté, ni se inmutó. — Oe, te estoy hablando.

Cómo si nos conocieramos de años le tiré de una mejilla, me gané su atención. Y rápidamente solté esta, y le sonreí.

— Oh, sí, sí, si estoy b-bien, gra-gracias... — se escuchó casi inaudible.

— ¿Te duele mucho la mejilla, te raspaste en otra parte?

— E-estoy bien, en serio. — una pequeña sonrisa apareció en su cara aún con las mejillas rosadas.

— Déjame curarte, ¿Sí?

A penas dije eso, miró a todos lados, como si estuviera buscando ayuda.

— Mo~ no te voy a morder, te voy a curar... — Y ahora que miro bien, tiene en  el brazo un rastro de sangre, un raspón. — el brazo. Y no acepto un "no" por respuesta. Sígueme.

— B-bien... — aún seguía buscando algo, se resignó y tomó su skate.

Busqué en mi bolso mis llaves que gracias al golpe salieron a la luz, las tomé y abrí.

— Bien... Chico que acabo de conocer, siéntate ahí. — apunté a mi sillón favorito. Y lo vi asentir.

Fui al baño en busca del famoso botiquín, y ahí milagrosamente estaba.
Pasé por mi cuarto y dejé ahí mi bolso, y de nuevo fui dónde el chico.
Con botiquín en mano y me dispuse a sentarme al lado de él. Busqué el alcohol y algodón.

— Esto te puede arder un poco, aguanta por favor. — le vi asentir y procedí a limpiar sus heridas. No eran muchas así que terminé en un abrir y cerrar de ojos.

❝ Imagination. ❞ ; Kimetsu No Yaiba. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora