1

4.9K 215 28
                                    

Hace mucho había dejado de estar concentrada. A su alrededor, todo parecía ir en cámara lenta y los sonidos los percibía como si estuviese bajo el agua con aquel molesto y persistente zumbido en sus oídos. Soltó un suspiro y la bocanada de aire provocó un silbido al escapar a través de sus labios entrecerrados al tiempo en que apretaba los puños a sus costados. Sentía las insistentes miradas sobre ella totalmente expectantes a lo que estaba a punto de pasar. Camila sabía lo que esperaban ver y podía sentir que se llevarían una gran decepción pues se notaba a kilómetros que no estaba concentrada. Pero sin más, la chica tomó una profunda respiración y adoptó su posición en una de las esquinas del tapiz con la mirada clavada al frente cual daga. En un parpadeó escuchó la música y comenzó con la rutina desuelo que llevaba practicando desde hace un tiempo empleando la danza de forma delicada y elegante.

Su propia mirada seguía cada uno de sus movimientos con cautela hasta que dio una zancada cayendo como una pluma antes de arriesgarse con el primer mortal. El aterrizaje fue nefasto y ella terminó tendida en el tapete con una mueca de dolor en el rostro.

-Mierda.- Gruñó para sus adentros mordiéndose la lengua con las manos en el lado izquierdo de su cadera.

-Camila.- La voz se seguía oyendo lejana y estaba un tanto desorientada hasta que vio el rostro de su entrenadora muy cerca del suyo- Camila ¿Estás bien?

Por fin había conseguido escuchar con claridad e intentando recomponerse asintió con vacilación.

-Tienes que intentarlo de nuevo.- Una segunda voz se unió a la de su entrenadora y ella alzó la mirada para encontrase con la imagen de su madre.

-Lisa, no creo que esté lista aún.

-Sí lo está.- Una mirada de reproche fue lo que recibió por parte de su madre al tiempo en que decía esas palabras.

-Lo intentaré otra vez.- Murmuró por lo bajo.

Con ayuda de su entrenadora, se puso de pie reprimiendo cualquier quejido de dolor o incomodidad que amenazara con escapar. Era la tercera vez que caía. La tercera vez en que recibía miradas de decepción y un tanto de desprecio. Hace mucho tiempo dejó de hacer todo eso por ella misma. Cuando volvió a intentarlo perdió el equilibrio en el aterrizaje y terminó cayendo a un lado.

-Es suficiente Camila. Puedes ir a cambiarte y descansar.- Christine habló antes de que su madre pudiese hacerlo y ella se lo agradeció en silencio.

-Gracias.- Dijo casi con un hilo de voz.

Caminó con algo de dificultad hasta el vestuario en donde tomó su bolso y se sentó en un banquillo para quitar el vendaje que cubría sus tobillos y parte de sus pies. Cuando se deshizo del leotardo notó en el espejo la gran mancha color púrpura extendiéndose por el costado de su cuerpo. Pasó la yema de sus dedos por el hematoma y hizo una mueca de dolor frente al contacto. Se había saltado mucho tiempo de reposo y ese estaba siendo el resultado, se estaba lastimando aún más. Pero había optado por callar. El trayecto a casa fue bastante silencioso, su madre conducía con la vista clavada al frente y el semblante aún más serio que de costumbre mientras ella se encontraba con la mirada perdida a través de la ventanilla.

Todavía no lograba acostumbrarse a la sensación que le producía el estar dentro de un auto. Cada que se subía a uno, sus manos se aferraban al cinturón de seguridad justo en su pecho y mordía sus labios con nerviosismo muchas veces sintiendo el sabor de la sangre invadirle la boca. Los flashbacks habían dejado de ser tan frecuentes, pero aún así persistían en aparecer reproduciéndose en su mente una y otra vez. Soltó el aire contenido y se removió en el asiento de cuero del vehículo provocando un chillido que sabía a su madre le resultaría irritante así que se detuvo de inmediato. No quería escuchar como la reprendía. No tenía los ánimos para lidiar con ella, al menos no en aquel momento.

Broken (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora