Prólogo

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No podía apartar mis ojos azules de los suyos. Él me miraba como a una rara atracción de circo, como el acto de esa mujer barbuda a la que no sabías si estar maravillado o asqueado pensando en la cantidad de pelaje que crecía por sus mejillas y axilas gracias a la ayuda de esteroides.

Toqué con mis dedos mis mejillas y barbilla.

No. Ningún rastro de barba que yo sepa.

Entonces, ¿por qué me miraba tanto?

A mi lado se encontraba Max, riendo y bailando con Daniel, su novio. Miré a mi alrededor para encontrar a Axel, que se había ido con unos cuantos amigos suyos a por otra jarra de cerveza. Me había dejado sola… y maldita sea, aquel chico no dejaba de mirarme. Él estaba rodeado de sus amigos –supongo que eran sus amigos– y de unas cuantas chicas. La rubia que estaba a su lado charlaba con él muy enérgicamente mientras bebía de su copa. Y él, mientras escuchaba a la preciosa chica, me miraba a mí, con una sonrisa divertida en la cara.

Mi giré y le di la espalda a aquel chico, aunque podía sentir sus grandes ojos clavándose en mi espalda. Me puse de puntillas para poder visualizar a Axel. ¿Dónde se había metido? Agarro mi bolso y busco mi móvil dentro de este. Justo en ese momento alguien me empuja y me vuelca el bolso y todo lo que hay dentro de él se derrama por el suelo. Acababa de agacharme a coger una moneda de cinco centavos cuando me topé con un par de exclusivos zapatos negros sobre los que caían unos pantalones negros impecables. Esperé un instante a que aquel hombre se apartara de mi camino, pero, como no lo hacía, eché la cabeza hacia atrás para ampliar mi campo visual hacia arriba. Aquel traje sastre de tres piezas agitó alguna que otra de mis zonas sensibles, pero era el cuerpo alto y de una delgadez atlética que había dentro lo que lo convertía en sensacional. Pero, pese a lo impresionante que era toda aquella magnífica masculinidad, fue al ver la cara del tipo cuando quedé fuera de combate.

¡Caray...! ¡Caray!

Maldigo por lo bajo, al ver que éste era el chico de antes. ¿Qué diantres quiere?

Se puso justo en frente de mí, apoyado elegantemente en los talones. Me quedé impactada ante aquella masculinidad que tenía a la altura de los ojos. Atónita.

–Gracias –digo, con una rápida y afligida sonrisa. Me siento avergonzada.

–No te preocupes. Yo también me he visto envuelto en situaciones parecidas –dice, entregándome un pañuelo de clínex.

Guardo todo de nuevo en el bolso, esperando a que él se vaya de allí. Pero no lo hace. ¿Qué espera?

Impaciente por deshacerme de él, digo:

– ¿Te conozco? –le pregunto, poniendo los brazos en forma de jarra y mirándole a los ojos directamente, con los labios fruncidos.

–No, creo que no –me dice, con media sonrisa y con acento extraño. De cerca es bastante, bastante guapo.

Mierda, ¿en qué pienso? Tengo novio…

Miro hacia más allá de él, encontrándome con la chica rubia que antes estaba a su lado.

– ¿Has conseguido algo con la rubia? –le pregunto, haciéndole saber que sé a lo que está jugando.

Él mira hacia atrás, mirando a la chica a la que yo señalo. Se vuelve hacia mí, con una sonrisa en la cara, y sin apartar sus ojos de mis labios dice:

–Puede ser…

Su sonrisa me pierde.

A lo lejos pude ver a Axel, que volvía con más bebida. El chico, al ver que Axel se acercaba hacia mí, decidió irse de allí. Menos mal…

No se lo digas a nadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora