Capítulo 3

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– ¡Qué alegría volver a veros, chicos! –dijo Gwen, mientras se acercaba a nosotros. – ¡Mi Gus! ¿Cómo estás?

Gus abrazó a la esbelta chica rubia que estaba en frente de nosotros.

–Madre del amor hermoso, apenas te reconocíamos. Has cambiado mucho, nena. Me encanta este corte de pelo que llevas… –dijo Gus, admirando a la preciosa chica.

–No digas bobadas. Soy la misma de siempre –sus ojos cayeron en mí y su sonrisa se amplió. – ¡Livy! –sus pequeños brazos rodearon mi cuerpo.

–Me alegro de verte –dije.

Después, fue hacia Max y Daniel. El bar es ruidoso y está lleno de gente. Nos sentamos en una mesa y nos pedimos una jarra de margaritas para ponernos en la onda.

– ¡Enséñanos ese pedrusco! –pidió Gus.

Gwen extendió la mano izquierda y en su dedo anular reposaba un precioso anillo de diamante. ¡Uau!

– ¿Dónde está el afortunado? –digo, todavía mirando el anillo.

–Se ha quedado en Irlanda –dice haciendo una mueca. –Os aseguro que tiene muchas ganas de conoceros a todos.

– ¿Y cuándo vendrá? –preguntó Gus.

–Oh, no. No vendrá. La boda es en Irlanda, chicos.

¡¡QUÉEEE!!

El margarita se me va por el otro lado y comienzo a toser. Gus salta del asiento y empieza a dar palmas de alegría. ¿Tendremos que ir a Irlanda? Venga ya…

–Por supuesto, estáis todos invitados. Y no os preocupéis, yo pago todo…

– ¡Madre mía, cariño! ¡Eres lo mejor! –dijo Gus.

–A cambio, claro, de que me ayudéis con la boda.

– ¡Eso está hecho, Gwen! Tu boda será fantástica –le digo con una sonrisa.

–Tendremos que pedir unas vacaciones adelantadas a Miranda –dijo Gus, emocionado.

– ¿Quién es Miranda? –preguntó Gwen.

–Nuestra jefa –dijo Max. –Pero no te preocupes, es majísima y seguro que nos dejará viajar contigo a Irlanda… ¡Brindemos por la futura esposa! –dice Max.

Mientras nuestras copas chocan unas con otras, un chico alto y trajeado se acerca a nuestra mesa, llamando la atención de todos. Levanté la vista para mirarlo. Nuestros ojos se encontraron y él me miraba fijamente. De repente, me sentía muy contenta de que ya hubiera puesto mi bebida en la mesa.

 Parpadeé y aparté la mirada, evitando deliberadamente fijarme en cómo el traje oscuro cortado a medida se tensaba a la altura de sus hombros. En ese momento me arrepentí de ir con unos simples vaqueros, camiseta y botas militares… Tenía una cara por la que mataría cualquier modelo masculino y el pelo más increíble que he visto nunca en un hombre. Una fue sacudida me cruzó el corazón al recordar aquellos ojos azules.

¡Mierda!

¡Le conocía! Era aquel chico del bar, el que no me quitaba los ojos de encima y que después me ayudó cuando me desmayé en la calle. Que bochornosa noche.

¿Y qué hacía él aquí? Espero que no sea por mí…

– ¡Ya era hora! –dice Gwen, poniendo los brazos en jarra. Me sorprende que le hable en ese tono ¿Le conoce? – ¿Dónde te habías metido?

El chico se encoje de hombros, a modo de disculpa. Gwen se levanta de su asiento y le da un fuerte abrazo. Es obvio que se conocen.

–Chicos, –dice, dirigiéndose a nosotros –este es mi hermano, Garrett.

No se lo digas a nadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora