Capítulo 4

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A las siete y media de la mañana del lunes estoy en pie. Max aún duerme. Me levanto con pereza, recordando que aún debo desempaquetar mis cosas. Debería contratar a alguien para que lo hiciera por mí, pienso. Luego me meto en la ducha. Diez minutos después salgo y me pongo unas mallas de deporte, una sudadera y las deportivas. Comencé a hacer ejercicio todas las mañanas desde que rompí con Axel; eso me ayudaba a no pensar en él y a refrescarme las ideas.

El día estaba nublo y amenazaba con llover. Emprendí mi recorrido cuanto antes. Quince minutos después, ya me siento sedienta y un tanto agotada. Y diez minutos después me siento muy, muy hambrienta. El sudor ya me recorre todo el cuerpo y lo único que deseo ahora es darme otra ducha para refrescarme… y un croissant, porque sigo teniendo hambre.

Decidida a parar en una cafetería a comer algo, me encuentro con la persona que menos ganas tenía de ver en estos momentos. Garrett.

Él viene de frente, pero parece no haberse dado cuenta de que estoy allí. Solo me hace falta un segundo para darme cuenta de que la ropa de deporte le queda estupenda. Lleva una sudadera gris clarito, con una capucha que le tapa su cara. Los pantalones negros  de chándal le quedan demasiado bien… En cero coma, él alza la cabeza y se topa conmigo, pillándome in fraganti, observándole. Su cara refleja sorpresa al verme y va aminorando la marcha.

Mierda, mierda, mierda…

¡Sigue andando, Livy! ¡No te quedes ahí parada!

Pero ya es demasiado tarde. Él me ha visto y está decidido a acercarse a mí. Me recojo los mechones de pelo que se me han escapado detrás de las orejas he intento controlar mi agitada respiración. Debo de estar roja como un tomate… estupendo.

–Señorita Harris, que agradable verla esta mañana –con una mano se quita la capucha, dejando ver su estupendo pelo castaño, medio rizado por la sudor. Madre, hasta con sudor es atractivo. –Siempre es un placer toparse contigo…

Me muerdo la lengua para borrar ese pensamiento.

¿Cómo supo mi apellido? Seguramente se lo dijo Gwen…

–Buenos días, Garrett. ¿O prefiere que le llame señor Connor? –le digo, sonriendo obligatoriamente.

–Ya veo que hoy está de muy buen humor –dice, no sé si con sarcasmo o no.

No pienso contestarle a eso.

– ¿Y tu hermana? –le digo, intentando cambiar de tema antes de que me cabree.

–Se ha quedado en el hotel, durmiendo –sus ojos me miran de arriba abajo y observo cómo se humedece los labios. Un escalofrío me recorre todo el cuerpo cuando nuestros ojos se vuelven a encontrar. ¿En qué estará pensando? –Te veo sedienta –dice finalmente.

–Oh –digo, pasándome las manos por mi pelo, para controlar de que todo está en su sitio. –Ahora iba a ir a por algo para beber.

Excusa perfecta para deshacerme de él.

–La acompaño –dice.

¡No!

–No hace falta… señor Connor, tendrá otras muchas cosas que hacer y no quiero ocupar su tiempo.

–Insisto… señorita Harris –dice, utilizando el mismo tono que yo.

–Nunca da el brazo a torcer…

–No. Nunca.

Comienzo a andar con él a mi lado hacia la cafetería más cercana.

Maldita sea, daría lo que fuera por poder mirarme a un espejo y ver el aspecto que tengo… Simplemente no debí quedarme embobada mirándole mientras corría.

No se lo digas a nadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora