Capítulo 2

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Me desperté súbitamente, confundida, mientras miraba alrededor de la extraña habitación. Cajas en el suelo. Fotos apoyadas contra la pared. Mi nueva habitación, en mi nuevo apartamento, me recordé a mí misma, colocando ambas manos en el edredón. Me levanté y me puse mi bata. Me froté los ojos y toqué mi cabeza, percibiendo el fuerte dolor. Dolor de resaca…

Era la primera mañana oficial en mi nueva casa. Alcé la persiana de mi habitación y la luz del día me cegó. Miré el despertador que marcaba las 12:45 de la mañana. ¡Vaya! Lo que había dormido…

Salgo al pasillo y observo que la puerta de la habitación de Max está aún cerrada y una idea se me viene a la cabeza. ¿Habrás dormido con Daniel? Eso ya lo averiguaría. De momento solo pensaba en tomarme un ibuprofeno para el dolor de cabeza. Una vez hecho eso, decidí hacer el desayuno. Mientras cogía los huevos pensé, ¿dos o tres huevos? Puede que Dan esté aquí y tenga hambre cuando se levante…

Sin darle más vueltas al asunto, casqué los tres huevos y los metí en la sartén. Luego saqué el beicon y lo puse también en la sartén.

Oigo que la puerta de la habitación de Max se abre y escucho su arrastrar de pies. Ella debió llegar más tarde que yo, porque ni siquiera la oí de llegar. La observo entrar por la puerta de la cocina, con todo el maquillaje esturreado por la cara, con los ojos de mapache y el pelo… bueno, el pelo siempre le luce perfecto con sus rizos. Ni siquiera me he mirado al espejo para saber cómo estoy yo.

Poco después entra Daniel a la cocina con la misma ropa de ayer noche, con el pelo revuelto y con ojeras. Le sonrío y le saludo, ofreciéndole un plato con huevos y beicon.

–Mmmm, qué bien huele, Livy –dice Max, relamiéndose los labios.

–Que aproveche –dice Daniel.

Todos estamos hambrientos y no tardamos en comenzar a comer los huevos y el beicon.

–¿A qué hora llegasteis? –les pregunto.

–A las seis de la madrugada –me contesta Max con la boca llena. – ¿Y tú?

–Me vine a las cuatro.

– ¿Con Gus? –me pregunta Daniel.

–No, yo sola. Gus se quedó con el camarero –digo, dando un sorbo de zumo de naranja.

–Nuestro Gus está hecho un ligón –ríe Max. –Aprende de él, Livy.

Pongo los ojos en blanco ante su comentario.

–Ayer vi a Axel con una chica –dice Daniel y acto seguido Max le da un codazo en el brazo, mandándole callar.

–No, Max, da igual. No me importa. Lo tengo superado…

–Por cierto, –murmura Max –hoy venía Gwen.

– ¿Era hoy? –contesto.

Max asiente, llenándose la boca de beicon.

–Sí. Quedamos con ella en el Amnesia a las diez… ¿Os podéis creer que se vaya a casar?

Boda.

Ahora no tenía ganas de boda. Siempre me pongo muy sentimental, y solo me recuerda a que estoy sola.

–Cambiando de tema, –digo, intentando apartar mis pensamientos – ¿crees que hoy nos dará tiempo a desempaquetar todas las cosas?

–Bueno, se puede intentar. Además, Dan nos ayudará, ¿verdad? –dice Max, echando una rápida mirada a Daniel.

–Sí, claro –le contesta.

Por la tarde, después de sumergirme en la increíble y profunda bañera hasta quedar como una pasa, decidimos comenzar a abrir cajas y colocar las cosas en su sitio. Yo me centro en mi habitación.

Era un apartamento magnífico: habitaciones espaciosas, pisos de madera, puertas arqueadas; ¡Incluso tenía una chimenea! No tenía idea de cómo hacer fuego, pero eso no importaba. Moría por poner cosas sobre la repisa de la chimenea.

Mi nuevo hogar, pensé con satisfacción mientras volvía sentir soñolencia.

No se lo digas a nadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora