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Me quedé sin palabras cuando el idiota de Cobra se dirigió hacia él con tanto respeto y pude percibir algo de temor, Gattuso asintió tras lo anterior e hizo una seña con su mano izquierda, inmediatamente después de eso Cobra puso un legajo con papeles sobre la mesa.

—Puedes retirarte —dijo con su acento italoamericano.

—Si señor —dijo secamente Cobra mientras de reojo me lanzó una mirada llena de odio.

Gattuso sin verme aún a la cara se dispuso a leer los papeles que resultaron ser mi expediente policíaco, en algunos asentía, en otros negaba e incluso en uno pude verlo que gesticuló haciendo algo parecido a una media sonrisa, como si un extremo de sus labios hubiesen sido jalados levemente por un hilo.

Mientras tanto yo frotaba mis manos nerviosa, el tenerlas esposadas me ponía ansiosa, miraba alrededor algo que me pudiera servir de vía de escape, algo que me sirviera de arma para defenderme, Dios, algo que me hiciera escapar de mi infierno y cobrarme mi venganza, pero éste hombre enfrente mío sin decir nada me dejaba callada, justo apenas iba a sacar una palabra de mi boca cuando el levantó la mirada y me miró a los ojos, pude ver esa heterocromía, un ojo azul y un ojo verde me miraban a la vez fijamente.

—Asi que Trish Stratus eh —hojeó de nueva cuenta el expediente.

—Sí, ¿Qué estoy haciendo aquí? ¿Por qué está usted aquí? —tenía la adrenalina de hablar de frente con el famoso líder de la mafia que no me daba cuenta que bajo la mesa mis manos temblaban, así que las sujeté fuerte y le sostuve la mirada.

—Según lo que leí estás aquí por robo, vandalismo, riña, invasión a propiedad privada, insulto a la autoridad, y ésto es solo en los últimos meses.

—Usted no vino a la prisión solo para leer mi expediente ¿Cierto? —dije mientras pasaba saliva nerviosa.

—Estás en lo cierto Trish —dijo al tiempo que encendía un puro y tras echar una bocanada me miró de nuevo—. Vengo contigo para hacerte una oferta de digamos, empleo.

¿Acaso estaba bromeando? ¿El hombre más buscado venía a darme empleo a mí? Debía ser una maldita broma.

—Y yo ¿que puedo hacer en su sociedad de matones? —respondí—, seré todo lo que dice ahí pero nunca he empuñado un arma y matado a alguien.

—Lo sé —abrió el expediente y me señaló con su índice mis antiguos antecedentes de robo de autos—. Ésto es lo que me interesa y ésto es lo que quiero de tí, ah y por favor no te refieras a mi familia como una sociedad de matones.

—Si bueno —tartamudeé un poco inconscientemente —. ¡Yo no sabía que esos autos eran suyos!

Gattuso soltó el expediente y soltó una carcajada para después recobrar la seriedad y acercarse a mi al inclinarse un poco al frente.

—Quiero que así como conducías con tanta destreza lo hagas para mí, desgraciadamente mi último chófer tenía la lengua un poco floja y casi por culpa de él dejo este mundo. Si hay algo que aprecio en mi círculo es la confianza y espero encontrar eso en tí.

—Sigo sin entender por qué me está eligiendo a mi.

—Te enfrentaste a dos oficiales de policía y a mi mejor gatillero sólo con un cuchillo, después de eso, en prisión, fuiste aislada por dejar en el hospital a dos convictas de alto riesgo y por último y no menos importante, soportaste una cantidad impresionante de días en extremo confinamiento...¡¿Quién no querría a alguien así en su organización?!

Me quedé callada, no supe que responder, creo que en mi mente me imaginaba muchos panoramas pero no éste, después vino a mi mente que si aceptaba estaría cerca de Cobra y tal vez así pueda cobrarme la vida de Jennifer.

—Entiendo —dije y reflexione un momento—. ¿Y si llegara a rechazar su oferta?

Hizo una mueca

—Sería la decisión más estúpida de tu vida, ese alcaide al que dejaste casi esterilizado ¿Crees que te va a dejar tener una buena vida aquí?

Si me las había arreglado antes con el alcaide me las podía arreglar para escapar, además tener de compañero a Cobra me daba náuseas, seguir órdenes no era lo mío y no iba a empezar ahora, estaba a punto de negarme cuando me habló con mayor énfasis.

—Además...¿No quieres vengarte de quién mató a tus padres?

Acto seguido me levanté de la silla de manera brusca.

—¡¿Qué acaba de decir!?

Gattuso pareció no inmutarse con mi reacción y fumó su puro una vez más.

—Sé todo de la gente de la que me hago o me trató hacer rodear, antes de venir aquí ya me habían dicho de la trágica muerte de tu familia, una grupo de desconocidos ingresa a tu casa, un robo que sale mal y tus padres que mueren en el lugar ¿No es así?

—Si, así fué, ¿Y a qué quiere llegar diciéndome eso?

—Te diré el nombre del asesino de tu familia y en su debido momento te daré el gusto de matarlo con tus propias manos, claro solo si aceptas formar parte de mi familia y jurar lealtad como todos los demás, ¿Aceptas?

Asentí decidida.

Por fin después de años de tener el rencor guardado en mi corazón, finalmente conocería el nombre del que me arrebató a mi familia, Cobra podía esperar, de ese idiota me encargaría en su momento, ahora solo me quedaba de momento obedecer a Gattuso y ganarme su confianza, sea a como sea el costo que eso implicara.

Gattuso sonrió ante mí decisión, se incorporó de su asiento para posteriormente dirigirse a la puerta, antes de abrirla volvió su mirada hacia mí.

—Prueba tu lealtad.

Acto seguido se retiró, solo pude escuchar murmuros fuera de la habitación y una nueva silueta a través del cristal asintiendo al lado de la de Gattuso.

No pasaron ni 15 minutos cuando un oficial se acercó a mi de mala gana y me quitó las esposas, cuando me disponía a abandonar la habitación nuevamente aquel hombre en hábito de sacerdote apareció.

—Vamos hija, has sido bendecida, acompáñame, las hermanas y yo te llevaremos a otro lugar, mi nombre es el padre Sebastián, un gusto volverte a ver.

Suspiré de alivio al saber que al menos ya no estaría en la prisión y dejaría de ser acosada, aunque un padre era la persona que menos me esperaba me acompañaría a salir.

Mientras caminábamos pude ver al fin la salida y anhelar una época mejor, ví a dos monjas en hábito blanco afuera en un vehículo blanco sonriendo ante mí llegada.

En el momento que me disponía a corresponder con mi sonrisa, sentí un piquete en mi cuello que en segundos me hizo desvanecer

—Que la paz sea contigo.

GattusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora