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Fue evidente que mi insurrección en una celda con gente de jerarquías haya llegado a los oídos de quién me tenía aquí, apenas trataba de acoplarme al castigo cuando me imponían otro, era una lucha constante por quebrantar mi voluntad.

Un día encendían luces en mi celda y me despertaban en la madrugada para no dejarme dormir, el siguiente no me alimentaban o apenas y había un trozo de pan con agua en un vaso mohoso, podía lidiar con cada uno, no nací en cuna de oro ni me trataron con guantes de seda así que podía sobrellevar de cierta forma la situación.

La gota que derramó el vaso fue cuando el alcaide, me solicitó a mi en su oficina para satisfacer sus pervertidos apetitos sexuales, me ofreció a cambio una mejor celda y mejor alimento, yo asentí tras su oferta y me puse de rodillas, el muy patán agarró sus bigotes gustoso de haber llegado a ese punto conmigo. Así que me arrodillé frente a él, bajé su cremallera lentamente mirándolo a los ojos y tras estimular su miembro lo puse en mi boca y...lo mordí tan fuerte que casi por mi culpa estuvo a nada de dejar de ser hombre.

Los gritos y gemidos de dolor hicieron que llegaran pronto los guardias y me impidieran terminar el trabajo.
Supongo que en ese momento alguien perdió la paciencia conmigo y a pesar de mis intentos por no ceder a los jaloneos de los guardias fui enviada a un lugar que no se usaba desde finales de los ochentas.

Tras otra golpiza a mi adolorido cuerpo fui llevada al patio de trabajo de la prisión, ahí pude ver esas cajas de lámina oxidada con piso de madera, el sol incandescente de 38 ºC las haría ser un horno, un horno que haría cenizas mis ilusiones de salir con vida de aquí y vengar a Jennifer, juro por Dios si existe uno que luche con todas mis fuerzas para evitar entrar en una de esas cajas...pero no, no pude.

Poner un solo pie ahí me hizo sentir el calor abrasador, cerraron con fuerza la puerta y escuché el pasador cerrarse intempestivamente, lo único que había ahí para respirar era un agujero por dónde al parecer metían la comida, lo único que podía ver desde ahí era solo tierra y las paredes de las celdas que ahora parecían hoteles de lujo comparadas al culo del diablo dónde me habían metido.

La comida que me daban era todo menos eso, debía quitarle los gusanos para poderla comer sin que  tuviera algo vivo en ella, el agua era a veces y después se volvió ocasional.

La celda en la noche, se convertía en una gélida jaula que me hacía temblar de frío durante la madrugada, lo cual impedía conciliar el sueño.
Mi orgullo me dió fuerzas y ánimos para aguantar los primeros días, pero solo me bastaron siete días para empezar a golpear la puerta desesperada por salir, mi cuerpo tenía algunas ampollas por el roce de mi piel con el metal ardiente, la comida y el agua empezó a ser insuficiente, adelgacé rápidamente, mis labios se abrían al apenas abrirlos, digerir bocado era una mezcla de pena y satisfacción.

De vez en cuando los guardias se asomaban para ver si seguía con vida, tras ver qué aún lo estaba veía que mandaban un mensaje de texto, esos perros de seguro le informaban a Cobra que yo seguía con vida.

Ese séptimo día me embargó el pánico y gritaba por el único agujero que había, maldecía a todos, pero por dentro me maldecía a mi misma por haber dejado que ese tipo siguiera con vida y Jennifer no.

Al octavo día tras quedar casi sin fuerzas y sin voz me deje caer al suelo, decidí quedarme ahí, ya no tenía fuerzas, ya no, ya había hecho mas de lo que mi cuerpo pudo o podía haber resistido, así que apoyé mi cabeza en el suelo y a través de una rendija veía de nuevo esas celdas y ese patio de pasto seco.

Supuse que era la lo último que verían los ojos y me quedé ahí contemplando la nada.

De pronto algo pasó, pude ver cómo los guardias corrían de un lado a otro, los patéticos cerdos se revisaban el uniforme para revisar que estaban presentables, no entendía el escándalo, de pronto uno de ellos se acercó a la celda y sin mediar palabra me sacó de ahí.

—¿Y ahora que hice? —pregunté con más desgano que con rebeldía.

—Cállate, él quiere conocerte —dijo entre dientes mientras me llevaba nuevamente dentro del reclusorio.

¿Quién quería conocerme? No podía ser el alcaide, ese viejo apenas y ponía un pie en la carcel ya que aún estaba rehabilitándose por mi recuerdito, entonces ¿Quién era la persona que quería verme?

El guardia me empujó a las duchas, Dios cómo las extrañaba, mi cuerpo estaba lleno de sudor y apestaba a diablos.

—Báñate y cámbiate —dijo al tiempo que a un lado me dejaba un uniforme limpio.

No sabía lo que ocurría pero debía aprovechar la improvisada generosidad de mis custodios, disfruté esa ducha como si me estuviese bañando en un oasis en medio del desierto, tomé agua y enjuagaba mi boca.

Lo único que hubiera hecho perfecto ese momento hubiera sido la privacidad, el guardia no se movió del costado de dónde yo me bañaba y me hizo sentir incómoda.

Posteriormente me dieron un sándwich y un jugo de naranja, cosas que en ese momento me supieron a gloria.

Al terminar fuí llevada a una especie de sala de interrogatorio, me esposaron y me dejaron ahí sentada, ni cuando me acusaron me trajeron aquí, así que ahora estaba más confundida que antes.

Mi confusión se convirtió en sorpresa e ira cuando por la puerta ingresó Cobra, estaba lista para con mi último aliento defenderme o morir en el intento.

—¿Vienes a terminar el trabajo que tus corruptos amigos no pudieron hacer? ¡Vamos! Atrévete animal y... —detuve mi amenaza cuando otra figura ingresó por la puerta.

Cobra le sujetó la puerta para que entrara, su comportamiento de matón desalmado era ahora el de un sirviente sumiso.

Fue ahí cuando ingresó ese hombre de casi dos metros de alto, cabello oscuro con algunas canas en los costados, su traje y sombrero blanco no me permitían describirlo mejor físicamente pero parecía estar en forma, aunque cualquiera estaba en mejor forma que la mugre con la que me habían encerrado.
Estaba a punto de protestar y dirigirme con enojo al recién llegado cuando Cobra al fin abrió la boca.

—Es ella, señor Gattuso.

GattusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora