Yo tenía una gran seguridad ese día, había logrado un cúmulo importante de confianza con Gattuso, y de paso, le había puesto una zancadilla dolorosa al estúpido de Cobra, así que mi día no podía haber empezado mejor, me dirigía hacía la alcaldía para supongo, algún otro acto corrupto de mi benefactor italiano.
Tan bien me había sentido de haber puesto en su lugar a cobra que hasta incluso, creo que después de un largo tiempo de malas experiencias, volví a sonreír un poco.
Llegamos por obvias razones por la parte de atrás de la alcaldía, ahí estaban unos policías en guardia, como si estuvieran esperando al embajador de algún país, en todo caso sería el embajador del crimen diría yo, le saludaron sujetandose la gorra mientras se acercaba a ellos.
Pensé en quedarme en el auto pero Gattuso con una gesticulación me hizo acompañarlo, así que no tuve remedio y lo acompañé hasta la oficina.
La secretaria de la recepción le saludó como si hubiese visto al Papa, yo tampoco lo he visto pero por la manera en que reaccionó y le tomó la mano, estoy seguro que buscaba besársela, Gattuso hizo un movimiento rápido de su muñeca de manera disimulada para negarle esa cortesía.
Tras al fin poder entrar fué recibido con un gran abrazo por el alcalde Olson, un hombre de estatura mediana, un poco subido de peso, con un bigote ridículamente pequeño y calvo de la zona superior de la cabeza, con ese ligero mechon que se nota usaba para disimular inutilmente su calvicie.
—Bienvenido, bienvenido señor Gattuso, me alegra que haya venido puntualmente, éste asunto no puede esperar mucho —decía mientras frotaba sus manos ansioso y algo desesperado—. Tome asiento por favor, usted tambien eh señorita...
—Stratus, Trish Stratus —respondí—. No se preocupe alcalde, estoy bien donde estoy ahora, le agradezco la cortesía desinteresada.
—Ya la oíste —complementó Gattuso mi respuesta—. Así que mejor date prisa y dime qué es lo que me quieres decir con tanta ansiedad.
El alcalde Olson asintió para después dirigirse a su silla, se peinó su mechón de cabello y comenzó.
—Debe de saber que siempre le he apoyado para salir adelante en lo que son sus negocios, además de que el gobierno no ha tocado, ni tocará sus cuentas bancarias, hemos cubierto sus rastros ilegales lo más posible que hemos podido y...
Gattuso pareció desesperarse con las vueltas que le daba Olson al tema, así que lo interrumpió de manera súbita azotando su mano con la rodilla.
—¡Con un demonio Olson! ¡Habla de una maldita vez! —exclamó airadamente, cosa que no le había visto hacer ni siquiera con Dooley.
—Si señor Gattuso, lo que pasa, es que me llegó un aviso del FBI, dijeron que enviarían a un agente para revisar ciertos asuntos en la ciudad, que a ellos no les parecen del todo limpios —respondió mientras el sudor en su frente brillaba por la luz de la ventana—. Disculpe mi nerviosismo.
—Entonces es eso eh —sonrió para después sacar uno de sus puros y encenderlo—. Gracias por la advertencia Olson, pero si ese bastardo mete las narices donde no debe, terminará haciéndole compañía al resto de estúpidos que creen que pueden meterse conmigo ¡En el maldito fondo del agua!
—Si señor Gattuso, justo eso pensé, deberían reconsiderar eso, no deberían meterse con usted, ni siquiera lo conocen bien —decía casi tartamudo y frotándose las manos nervioso.
—Ya, suficientes halagos, si la gente supiera que tiene a un perro faldero mío como alcalde, hasta a mí me daría vergüenza que se supiera eso, a todo esto ¿Quién es ese agente?
—Es el agente Dominic Johnson, hijo de aquel agente Boris Johnson que terminó con aquel loco alemán hace unos 30 años —dijo al tiempo que le mostraba una fotografía de él.
Gattuso se levantó de la silla asintiendo de manera burlona, para después sacar del bolsillo de su saco, un sobre con una cantidad abundante de dinero, miró a Olson y se lo arrojó al escritorio.
—Toma, ahi viene tu pago mensual y un extra por la información, sigue manteniendo el hocico cerrado para todos, excepto para mí.
Olson tomó el paquete asintiendo como un niño que recibe su mesada, Dios, fue tan patético que dí gracias a que Gattuso se retirara de allí para no soportar a ese lambiscón por mas tiempo.
Nos retiramos del lugar, él no dijo nada cuando ingresó al auto, sólo apoyó su barbilla en su puño y miró por la ventana, conduje el auto y me dirigí en dirección de vuelta a la propiedad.
Estábamos a medio camino, cuando de pronto me llamó de imprevisto tras revisar su celular.
—Cambie de ruta Trish, vamos al Flamingo Azul —ordenó con una ligera sonrisa en su rostro—. Al parecer hay alguien buscándome.
Asentí a su orden para cambiar de ruta y procedí a dirigirme al punto indicado.
El Flamingo Azul era conocido por ser uno de los negocios de Gattuso, eso no me sorprendía, lo que me sorprendía, era que gattuso aún con conocimientode que alguien lo buscaba tuviera el descaro de dirigirse a un sitio público, así y justamente así, era el alcance que tenía en la ciudad, y lo intocable que se sentía.
El lugar no era para nada un lugar para alguien de la clase de Gattuso, estaba situado debajo de un puente vehicular y estaba ubicado en el que quizás era uno de los barrios mas pobres de Kovareicht, los vagabundos buscaban comida entre la basura del restaurant mientras yo, bueno, buscaba donde estacionarme, una limosina no es algo que se pueda estacionar en lugares tan extremos y estrechos.
Cuando logré ésto último, ya habían otros tres hombres de Gattuso esperando en la puerta, pensé en quedarme dentro del auto, que tenía que hacer yo inmiscuida en pláticas que no me correspondían y que incluso tal vez no me gustaría saber, sin embargo Gattuso dijo que entrara y que comiera lo que yo quisiera, tenía hambre así que accedí, pero no a sentarme junto a él.
El lugar no era muy grande, tenía un aspecto gótico, música en vivo en una esquina, luces tenues y con mesas para disfrutar en pareja o en grupo, así como la clásica barra de bebidas donde un cantinero vestido al estilo western atendía, había muchas personas en el lugar, pero no ví que eso inquietara a Gattuso, ya estaba una mesa reservada esperándole y se dispuso a comer una lasagna recién hecha mientras tanto detrás y delante de él, sus matones actuaban como vigías mirando alrededor.
Yo no quise involucrarme así que me senté en la barra y me dispuse a alimentarme separada de él, un discreto sandwich.
Todo iba relativamente calmado hasta que de pronto, un sujeto alto de cabello rubio, con un discreto traje gris mostró una placa al guardia de la entrada, identificándose como Dominic Johnson, posteriormente entró al lugar, sin mas preámbulos se dirigió hacia la mesa de Gattuso, pero fue detenido por los brazos por sus hombres.
—¿Solo así puede trabajar verdad? Con hombres armados que lo estén protegiendo, mientras usted tiene a ésta ciudad en la putrefacta corrupción, solo provocando miedo puede hacer su voluntad —dijo mientras era sujetado y jaloneaba para liberarse.
—¿Miedo? —soltó una carcajada y limpió su boca, al tiempo que le hacía una señal a sus guardias, quienes de inmediato empezaron a golpearlo en frente de todos, para después sentarlo frente a él—. Ve a esa persona allá, es el juez Richardson, aquel de allá es el sargento de policía Callowey y otros policías por ahí ¿Sabe cuantos funcionarios o agentes de la ley se levantaron para impedir su golpiza? Ninguno, ése es el verdadero miedo y no necesito armas para mostrarlo, solo mi presencia y espero usted, la próxima vez que venga, lo haga con mas respeto, usted no está en Washington, está en Kovareicht, y aquí, mando yo.
Bienvenido a Kovareicht, agente Johnson.
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Gattuso
AcciónTrish Stratus es una chica criada en las calles de la ciudad de Kovareicht que vive una desgracia tras otra. Cuando la luz de su futuro se ve más opaca, aparece en su vida el enigmático jefe de la mafia Francesco Gatusso, quien ve en ella potencial...