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Aquél primer viaje con el señor Gattuso fué algo tenso, si bien yo dentro de mí sabía bien lo que tenía que hacer, no era sencillo pensar que llevaba en mi ahora vehículo al mafioso mas influyente de la ciudad, durante el viaje lo miraba de reojo en el espejo retrovisor, se veía muy tranquilo, se notaba que tenía completa seguridad de tener todo bajo control, no parecía al menos desde mi perspectiva, una persona amenazante, o al menos eso pensé hasta que llegamos al destino al que se me había solicitado llevarlo.

Llegamos a un rancho apartado de la ciudad, habíamos cruzado hasta los límites de Kovareicht para llegar a ésta zona rural, dentro de mí me lamentaba que cuando terminara éste encargo me pusieran a limpiar el auto de tanta tierra, se podía observar a muchas personas trabajando alimentando a las reses, los cerdos, las gallinas y cortándole la lana a las ovejas, en fín, no entendía que venía a hacer Gattuso a un lugar así.

Inmediatamente cuando pudimos accesar a la entrada de la casa fuimos recibidos por un mozo del lugar, quien al parecer reconoció el vehículo al instante de verlo.

—Bienvenido señor Gattuso —mencionó con mucho respeto el mozo—. El señor Dooley lo está esperando.

—Lo sé —dijo en un tono indiferente —. Yo también esperaba que estuviera al pendiente de mi llegada.

Tras hacerme una indicación con el dedo indice proseguí a seguirlo, la casa estaba llena de trofeos de reconocimientos y cabezas disecadas de animales cazados, al parecer la afición de éste hacendado además de lo que le daba la granja, también éra la cacería.

Tras darme una buena vista de la buena vida que se daba el dueño, caminamos hasta cruzar una gran puerta de caoba,  pude ver a quien supuse éra el sr. Dooley, un hombre de aproximadamente 60 años con grandes bigotes vistiendo un sombrero blanco, chaleco de cuero y pantalones café. Al notar nuestra precencia, dejó de observar por la ventana a un toro blanco enorme con cuernos casi tan largos como mi antebrazo.

—Ah señor Gattuso —dijo con un marcado acento—. Tendrán que disculparme, estaba distraído viendo a Jerónimo mi mejor toro y gran semental, por favor pase y tome asiento, Roy Dooley siempre recibe  y trata a sus invitados como lo merecen ¿Quién es la bella señorita?

—Precisamente de eso vamos a hablar Dooley, te presento a mi nueva chofer, la señorita Trish Stratus —dijo al tiempo que se quitaba el sombrero y se sentaba tranquilamente frente al escritorio de Dooley.

Dooley tras lo anterior se sentó de su lado del escritorio y sacó un cigarro de su bolsillo, el cual de inmediato encendió.

—Si es por lo del cargamento de reses y del escándalo que hizo esa carnicería, déjame decirte que eso fué un accidente, no sabía que las reces estaban enfermas —dijo al tiempo que le daba una buena bocanada a su cigarro.

Pude ver la expresión del señor Gattuso cuando recibió un comentario lleno de tanta indiferencia, fué ahí cuando de manera tan repentina, se enrareció el ambiente.

—Dooley, si mi negocio y las acciones que hace mi familia, sólo dependieran de las drogas y el alcohol, ya estaría en la ruina, por eso también manejo algunos productos básicos como la materia prima que dan tus animales, sin embargo, no puedo permitirme que no tomes las precauciones necesarias antes de comercializar a los animales.

Dooley se agarraba el bigote y le escuchaba con atención.

—¿A donde quiere llegar señor Gattuso? —dijo Dooley en un tono mas serio—. No se ande con rodeos, eso solo lo puede hacer mi toro.

—A lo que me refiero Roy, es que dada la inteligencia que supongo tienes en el trato de animales, cualquiera pensaría que tendrías la noción de saber cuando un animal está en condiciones de ser vendido y cuando no, además una investigación de salubridad y de la prensa, llevaría éste problema a tí y en consecuencia a mí, así que ¿Podrías dejar de mirarle el pene a tu toro y ponerle atención a tus reses?

El hacendado se levantó molesto de su silla y arrojó su cigarro al suelo.

—Escúchame italiano hijo de perra, ni tú, ni nadie, me va a decir cómo hacer mi trabajo, no me importa que hagas o quién te creas en la ciudad, aquí en mi rancho mando yo, asi que si valora nuestra sociedad y su vida, va a dar media vuelta junto con su puta chofer y regresarán a hacer negocios, con el respeto que me merezco.

Cuando miré detrás de mi espalda, había al menos tres empleados de Dooley, sujetando el arma que llevaban afianzada a sus cinturones mirándonos retadoramente. Gattuso se levantó de la silla con una sonrisa y tras ajustarse el sombrero, lo inclinó un poco en señal de despedida.

—Voy a fingir que no escuché eso Dooley, y que hoy antes de la medianoche vas a depositarme el dinero que perdí con la venta de tus reses en mal estado —dijo Gattuso mientras se daba media vuelta y me daba la señal de seguirlo.

—¡Si no, qué! —dijo Dooley alzándo la voz soezmente.

Gattuso solo siguió su camino abriéndose paso entre los guardias del hacendado, mientras yo miraba de reojo a todos lados palmeando el árma bajo mi uniforme.

Lo que había empezado como un recibimiento muy amigable, terminó en una despedida llena de tensión, con todos los empleados observándonos retirarnos, incluyendo a los que intuí eran guardias de Dooley empuñando sus armas mientras no nos perdían de vista.

Abrí la puerta del vehículo para hacer entrar a Gattuso para posteriormente irme al volante, sentí que entre más tiempo nos quedáramos, mas probabilidades había de qué nos dieran un tiro.

—No te preocupes Trish, no hay necesidad de ir rápido, si ese hombre tuviera los testiculos del mismo tamaño del toro que ama, nos hubiera disparado él mismo en su casa —dijo mientras sacaba un puro de una caja que tenía bajo el asiento.

—¿Y así nada mas termina todo? ¿Va a dejar que lo insulte y casi lo mate? —le dije consternada —. Discúlpeme pero no pensé que ésa fuera a ser su reacción a una amenaza de muerte, ¿Y cómo se le ocurre venir sólo conmigo con una persona así?

Gattuso se echó a reír para sorpresa mía, cosa que me dejó aún mas confundida.

—No te preocupes, no sigo vivo por suerte, conduce con tranquilidad a casa, ya deben estar preparando un buen banquete mientras nos acercamos allá —dijo mientras sacaba su celular y hacía una llamada—. Cobra, si para la medianoche no está el dinero depositado, necesitaré que seas persuasivo con Dooley.

Cuando escuché eso, me di cuenta que ese tal Dooley, se había metido en graves problemas.


GattusoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora