Las puertas del infierno

16 2 0
                                    

La noche había comenzado hacía varías horas cuando Asmodeus salió de la caverna plutónica.

Habían varias puertas infernales pero, cuando se pasaba a través de Cerbero, siempre se llegaba a la tierra por la cueva de Hierápolis.

Cansado, salió arrastrando los pies, sujetándose de la pared para no caer. Estaba cubierto de saliva, restos de comida y otros fluidos que prefería no identificar.

Una vez estuvo al aire libre, dio una profunda bocanada. El oxígeno libre de azufre tenía un aroma reconfortante. Se sentó unos segundos, se acomodó el cabello y observó el panorama. No muy lejos se observaban las luces de las termas de Pamukkale. Los humanos habían construido todo un complejo en los alrededores de la antigua ciudad.

—Será mejor que emprenda viaje. —se dijo— Necesito un cigarrillo y una cerveza.

Con dificultad y aires renovados, se puso de pie y comenzó la larga caminata hacia la civilización.

El tiempo transcurría distinto en el infierno, por lo que no estaba seguro cuanto había pasado desde que había estado allí. Además de la dificultad de saber cuando empieza un día y termina otro en un lugar donde no se ve el sol, los relojes se mueven más despacio. Hay quien asegura que el tiempo se detiene, aunque no es verdad, solo es insoportablemente más lento.

Rápidamente encontró un camino y comenzó a seguirlo. Recordaba sus años pasados, cuando se unió a una banda de groupies que viajaban de una ciudad a otra en una mugrienta minivan. Dormían en parajes de mala muerte o al aire libre. Cualquier cosa era mejor que dormir en ese pequeño vehículo hediondo. Aunque, en honor a la verdad, a él no le importaba. Cualquier olor en la tierra es mil veces mejor que los olores del infierno. Pero, lo que más recordaba, eran las orgías alrededor de la fogata. Un frenesí de drogas, alcohol y sexo. 

Era imposible saber lo que hubiera pasado si no le hubiera susurrado en sueños al cantante de la banda las letras de sus canciones que los hicieron tan famosos. Estaba seguro que si la banda se disolvía, su grupo de juerga también, así que continuó acechando al rockero noche tras noche, llenándolo de anhelos de grandeza. El pobre hombre terminó sucumbiendo a su éxito y murió de sobredosis.

Haber provocado ese suicidio le devolvió algo de prestigio entre sus comunes, pero no podía evitar sentirse culpable. Este sentimiento lo impulsó a ayudar a Jane, una de las groupies con la que se sentía más afín, a desintoxicarse y le confesó su verdadera identidad. La pobre muchacha se volvió loca. Terminó recluida en un convento. Él, por otra parte, volvió al infierno. Hubo una ocasión en que se encontró con el vocalista allá abajo y le pidió disculpas, pero ya era demasiado tarde. 

—¿No tiene frío muchacho? —preguntó el conductor de una camioneta que se detuvo a su lado sacándolo de sus recuerdos, que lo tenían absorto.

—Un poco, pero ya me voy a acostumbrar a este clima —respondió en un perfecto turco.

Claro que Asmodeus se refería a la diferencia de clima entre el infierno y la tierra, a diferencia del chofer, que había hecho el comentario por su apariencia de rockero ochentoso en medio de una montaña donde hacía unos seis grados.

 —¿Va para la ciudad?

—A cualquier lugar donde haya un bar

—¿Quiere que lo lleve?

—Claro, ¿por qué no? —dijo con una sonrisa mientras pasaba por detrás del vehículo para subirse a la puerta del acompañante.

—¿De dónde viene? —preguntó el hombre cuando su acompañante se sentó y puso en marcha el viejo cacharro que conducía. El olor a perro mojado que tenía el joven extraño lo preocupó, pero le parecía descortés preguntar al respecto.

—Del infierno.

—¿El infierno?¿Se refiere a las ruinas?

—Eso mismo.

—Pero la última excursión pasó hace horas, ¿cuánto lleva ahí?

—Depende. ¿En qué año estamos?

—¿A qué se refiere?

—Estuve afuera una temporada, perdí la noción del tiempo.

—Estamos en el 2020.

—Cuarenta años —dijo con una sonrisa nostálgica.

 —No le entiendo, amigo.

—No se preocupe. Ni yo me entiendo. No tendrá un cigarrillo ¿No?

Héroes Inesperados - La llegada de IgnisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora