Sangre, sollozos, muerte. Decir que habían quedado las cenizas del antiguo hábitat humano, era muy considerado y positivista.
El silencio colmaba el ambiente. Los signos vitales de mi débil cuerpo, estaban obstruídos por la parálisis aniquiladora del miedo.
El pánico me obligaba a aceptar mi muerte inminente.
Uno de ellos, analizando los restos de carne humana luego de su ataque, me vio sentada, junto a aquel último árbol en pie.
Las lágrimas y el impulso a suplicar por mi vida se intensificaban, pero yo misma sabía que no había un rastro de conciencia en aquella mente como para que se apiadara de mi.
Se acercaba tambaleante, su vista estaba perdida, era un robot siguiendo lo que un microorganismo le dictaba.
Estaba decidido, caminaba sin vida pero con aquel instinto latente, comer.
Me quedé quieta, esperando que aquel zombie saboreara mi cuerpo y lo contagiara de aquella peste.
Los segundos antes de su accionar, fueron tan eternos y devastadores, que la oscuridad se hizo en mí, antes de saber qué ocurría con mi vida.
Me despierto con un fuerte dolor en el estómago, me había hecho una herida profunda con un vidrio.
Todo estaba oscuro, por lo cual, predigo que es de noche.
Luego de recuperarme un poco del accidente y de aquel sueño, miro hacia mi izquierda y allí está David.
Con un poco de desesperación y las manos temblorosas, pongo dos de mis dedos en su cuello. Está vivo.
Después de estar unos cuantos minutos para salir del auto, luchando con los cinturones de seguridad, abro la puerta del acompañante.
Comienzo a jalar a David de sus brazos. Debíamos ir a un lugar más seguro.
Haciendo mucha fuerza consigo sacarlo del auto.
Antes de poder seguir arrastrándolo, un zombie se acerca a nuestra posición.
Al verlo, no dudo en agarrar el arma de David e intentar dispararle. La tercera bala fue la vencedora.
Era consciente de la probabilidad de que el ruido del disparo atrajera una gran horda de zombies, pero no era momento para ponerme paranoica.
Recuerdo a David contándome que estábamos a tan sólo tres cuadras de la estación policial.
Con mucho esfuerzo, cuidado e intentando no desvanecerme por el punzante vidrio en mi abdomen, arrastro al oficial Kennedy hasta la estación.
Al llegar, intento abrir las puertas pero se encontraban cerradas. Golpeo sin fuerzas la entrada pero resulta en vano, entonces comienzo a gritar.
—¡Necesito ayuda! Ayu...— No tuve oportunidad de acabar la frase cuando todo se volvió negro una vez más.
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War, Love and Zombies.
Roman d'amourUn virus, un microorganismo, un parásito, una causa de muerte, una pandemia, una guerra. Esa pequeña entidad biológica, que puede causar desde un resfrío, hasta la pérdida total de el raciocinio, es la protagonista de una historia de guerra, amor y...