Charlotte Magne odiaba los fines de semana. Sus padres como líderes de aquel pueblucho adoraban salir en familia a sus adoradas corridas de toros, después de todo, como gran empresario, su padre era dueño de la plaza más grande del estado.
Se miró frente al espejo, su cabello como siempre, estaba suelto. No se molestaba en arreglarlo como muchos esperarían por ser su familia siempre el centro de las miradas. Llevaba una blusa sencilla, color blanca con los hombros descubiertos, y una falda que le llegaba a los tobillos en color rojo.
-Charlotte, eso es lo que usaras?.- Preguntó su madre en un tono de desaprobación. Ella llevaba un elegante vestido blanco, botado con algunas flores, con escote en v, que cubría un poco con un reboso amarillo.
-Es sencilla, como su padre!.- Resonó la voz de su papá, quien usaba una camisa blanca que llevaba fajada con su cinto a un pantalon negro.
Lilith negó con la cabeza mientras tomaba una gabardina negra y se la lanzaba a su esposo.
A Charlotte no le emocionaba el lugar en donde vivía. Era un pueblo pequeño, lleno de mestizos y seres demoníacos que servían como entretenimiento o de sirvientes para la alta sociedad.
Desde que su papá había dejado de ser solo un empresario ricachón y se había convertido en el alcalde del pueblo había echo un pacto con "el chamuco" o así le llamaban a el dueño de las tinieblas las sirvientas de su hacienda que preparaban la comida al demonio que le había otorgado el nombre de Lucifer a su padre, los demonios habían tomado a las esclavas y sirvientas para reproducirse, dejando en aquel lugar a los llamados "Mestizos".
Cualquiera pensaría que hablamos del hijo de algún europeo y alguna sirvienta cualquiera, pero no señores, hablamos de demonios y humanos.Ya era cosa normal para todo el mundo, su padre había heredado las fábricas de sus abuelos a temprana edad gracias a un extraño accidente en la fábrica de pólvora, logrando que a sus 15 años de edad, Lucifer comenzara con sus planes de llegar a la alcaldía. A los 16 se había robado a Lilith de una familia Europea que no confiaba en él, haciéndola su esposa. Y así, a los 19 años ya se había convertido en alcalde, ya tenía una hija de 2 años y una bella esposa.
Nadie se animaba a tomar su lugar, por lo que llevaba ya bastantes años al mando de aquel pueblo, nadie quería meterse con los mestizos, ya que todos lo obedecían a el.En un hermoso Delaunay Belleville negro, se abrieron paso a las calles tierrosas. Mestizos cargando mandado, Mestizos limpiando las calles, Charlie pensaba que era absurdo, si ella fuese un mestizo, usaría sus poderes de demonio para no tener que ser esclavo de nadie, pero por alguna razón, lo único que tenían demoníaco era la apariencia, ya que quienes si lograban tener aquellos poderes, eran eliminados.
Llegaron a aquella plaza enorme, era majestuosa desde afuera, quien diría que dentro de ella, masacraban animales de manera barbarica.
-Ahh... Papá?
-Dime Charliebu
-Yo.. eh... Iré al baño!.-Charlie se apartó de sus padres y corrió hacia una pequeña multitud.
Ahí, entre mestizos y humanos sostenían pancartas en las que con pintura reclamaban un alto a las corridas de toros.Al acercarse, le saludó una mestiza de cabello gris, que usaba un vestido negro, era el color que debían usar los mestizos al ya tener dueño.
-Vaggie!.- Charlie la abrazo eufórica.
- Charlie estás segura de esto? Si tus padres te ven se te armara una grande ..- Charlie le negó con la cabeza tomando una de las pancartas.-Andando. -Le guío a la mutitud hacia una pequeña puerta de aquella plaza y sacó una llave abriéndola. Entraron por un pequeño túnel, hasta llegar a un lugar oscuro que solo era iluminado por antorchas.
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El toro por los cuernos.
Romance"¡No a las corridas de toros!" Gritaba la rubia junto a la multitud al ver pasar a aquel hombre que orgulloso portaba aquel ridículo disfraz, restregando le su pancarta. Este molesto, de un movimiento, la habia empujado al suelo. -No me toques! Segu...