La pesadilla real

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La noche estrellada daba un panorama encantador a aquel pueblo solitario. El viento seco, revoloteaba todo a su paso, junto con el cabello rubio de la chica que no había resistido más el llanto. Sus piernas se habían vencido, y dejando caer las rodillas al suelo, se cubría el rostro con ambas manos. El mestizo Angel Dust, miraba incómodo sin saber que hacer. No era experto consolando gente o entendiendo emociones. Llevaba unos días de luto, a causa de la muerte de su primer amor, Valentino, quien había sido masacrado por Alastor. Ángel siendo testigo de dicho asesinato, no había mencionado una palabra, solo había derramado unas cuantas lagrimas mientras repasaba los pocos buenos recuerdos que tenía a su lado, fuera de eso todo era violencia y abuso.
Se agachó apoyándose en sus rodillas.

-Hey, tranquila. No se que tipo de relación llevabas exactamente con el cretino de Alastor, pero se que de alguna manera eras importante para el.-Suspiro pesado e incómodo.-Seguro te enviará una postal o algo, no es de los que desaparecen de la nada.-Pensó unos segundos lo que acababa de decir y después negó.-Bueno, quizá si sea de esos que desaparecen, pero aún así niña, eres hija de Lucifer. No necesitas nada de mestizos como nosotros… Tu vida es perfecta, eres libre.

Charlie trató de calmar su llanto y elevó la vista hacia Angel. Él no tenía idea de que la libertad era algo que ella también añoraba. Ángel extendió una de sus manos hacia ella y la tomó, poniéndose de pie.
-Sé que no me incumbe, pero si quieres deshacerte de eso.-Apunto al estómago de Charlie.-Tengo algo que podría ayudar.-Angel Dust entró a la arena haciéndole un ademán a Charlie para que le siguiera, y ella avanzó, con la mirada perdida. Por su mente pasaban muchas cosas, lamentaba tanto no haber aceptado huir con Alastor, pensaba que solo la había reemplazado con la chica que había visto en las fotos, huyendo con ella en su lugar. Y es que apenas hace unos días se había enterado de que estaba encinta y lo había echo de lo que para ella era la peor manera, vomitando a diestra y siniestra  todo lo que comía, atrayendo la preocupación de Vaggie, quien de inmediato la había persuadido para llevarla al médico del pueblo.

-Suele pasar seguido, ya sabes, mestizos embarazando humanas, incluso a mí me pasó una vez! Jaja que desagradable.-Hizo una mueca de disgusto-Espera aquí. -Entró a la pequeña casa donde solía vivir Alastor junto a él y Husk. Charlie esperó en silencio, ella no sabía que estaba haciendo realmente, no tenía idea de cómo solucionar lo que ahora le atormentaba.

Miró a su alrededor, nunca había entrado tan noche a la arena, de pequeña le aterraban las historias que contaba su papá sobre supuestos fantasmas que aparecían y se robaban los dulces de las niñas. Ángel Dust cruzó el umbral de la puerta sosteniendo un pequeño frasco lleno de hiervas.
-Aquí tienes niña, solo debes tomar esto en un té, seguro servirá.-Extendió el frasco hacia Charlie, quien con los ojos ya secos alzó la mirada y lo tomó. -No te preocupes, no mencionaré ni una palabra sobre esto a nadie. No me gustaría que la hija de Lucifer se encargara de hacerme la vida imposible en la arena jajaja.
Charlie sostuvo entre sus manos temblorosas dicho frasco y se dio la vuelta, ignorando a Ángel Dust. No quería hablar, no quería pensar en que hacer. Quería dormir y ya, después de todo, pronto se convertiría en la señora Von Eldrich.

El sonido de la guitarra de Lucifer llegaba hasta la habitación de Charlie. Su padre era bueno para tocar todo tipo de instrumentos, ahí era donde el solía descargar su hiperactividad, cantando para Lilith, siempre acompañado de un instrumento diferente. Era obvio que se había despertado lleno de ansias por la boda de su hija.

El cabello de Charlie era acomodado por Vaggie, recogiendo cada mechon con prendedores pequeños en forma de florecillas bancas y rosas, mientras que otra mestiza ajustaba el corset del vestido. La mirada de Charlie se encontraba perdida y su respiración era bastante lenta, como si estuviera conteniendo las ganas de pegar un grito.
-Ouch!.-Se quejo Vaggie al picarse con uno de los prendedores en la punta del dedo. Una pequeña gota de sangre calló sobre el hombro de Charlie, haciéndola reaccionar fuera de sus pensamientos blancos que no decían nada. 
Como si su cuerpo comenzara a controlarse solo, se puso de pie y se giró hacia Vaggie, tomando su mano entre las propias. El olor de la sangre entraba hasta su cerebro y como si de un antojo de fresas tratara, llevo el dedo de Vaggie a sus labios, para saborear las pequeñas gotas de sangre que escurrian.
-Charlie! Que asco! .-Grito Vaggie arrebatándole su mano y retrocediendo. Charlie volvió en si,  y al caer en cuenta de lo que acababa de hacer se cubrió la boca con ambas manos.

El toro por los cuernos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora