-¿Mis recuerdos me engañan? ¿O creo ya conocer el sabor?.- La imagen de Alastor devorando el corazón de uno de los Magne manchaba el tranquilo lugar que solía ser la pequeña capilla de Gabriel.
-¡Alastor no! .-La voz de Charlie sonó con eco, retumbando en las paredes que solían aprisionar a los fervientes católicos los domingos. La rubia se encontraba paralizada junto a la enorme puerta de la entrada. Sintió como un escalofrío recorría por su cuerpo, poniéndole la piel de gallina cuando Alastor soltó el corazón de su ahora difunto tío, dejándolo caer sobre el suelo de madera.
El sonreía con el rostro cubierto de sangre ajena, mientras lentamente comenzaba a ponerse de pie. Charlie retrocedió un paso, pero en un abrir y cerrar de ojos, Alastor había aparecido frente a ella, manchando su frente con las gotas de sangre que escurrian de su barbilla.-Alastor te lo suplico...- Lloriqueo, pero sin pensarlo, el mestizo se lanzó sobre ella, nublando totalmente su vista.
"Señorita Charlie ¿Es costumbre de los Magne quedar inconscientes después de la intimidad?..."
Charlie abrió los ojos, encontrándose en una habitación que le era familiar.
Estaba sudando y su corazón latía a mil por hora, como sí acabase de correr una maratón. Jadeó un poco, como un llanto involuntario y cubrió su rostro ¿Que había sido todo eso? Al sentir el tacto frío de quién se encontraba a su lado, rodeando su cintura, no pudo evitar pegar un brinco del susto acompañado de un chillido. Era Alastor, y ella se encontraba en su habitación.-Una pesadilla.. - Murmuró para si misma sin mirar a su acompañante, quien claramente le había escuchado.
-¿De que hablas querida? Si cerraste los ojos por menos de 5 minutos.
-No, no tiene sentido.- Charlie se puso de pie negando rotundamente, y es que nada parecía real ¿Acaso se estaba volviendo loca? . Todo había sido real para ella, el dolor, el miedo y sobre todo, el sufrimiento de Alastor en la arena. Se cubrió la cara con las manos tratando de concentrarse, sus pies la hacian caminar en círculos, haciendo rechinar el suelo. Se giró hacia Alastor y le miró por unos segundos, como si le estuviera acusando de algo.
-¿Que me hiciste?.
-Bueno querida, en palabras coloquiales, le podemos llamar de diferentes formas . .- Charlie negó sonrojada evitando que Alastor terminara de hablar. -Tranquila dulzura, si es por lo de tu padre, así como vino, se fue. -La rubia le miró aterrada.
-¿Si vino mi padre?. - Alastor alzó una ceja dejando de lado su típica sonrisa, y le dedicó más bien una expresión de confusión.
-Dulzura estás comenzando a incomodarme, Haha.- Forzó una risa mientras se ponía de pie, usando su ropa de mestizo de clase alta, la misma que usaba en el supuesto sueño de Charlie. Un abrumador silencio invadió el lugar, volviendolo insoportable para Alastor, hasta que Charlie decidió romperlo.
-¿Vino mi padre por una biblia?.
-Asi es Charlotte.
-¿Sospechó de mi presencia?- Preguntó Charlie acercándose a Alastor, quien claramente no entendía que estaba pasando.
-No Charlotte. – Respondió el demonio tratando de ocultar su fastidio con una sonrisa cortés. Charlie se quedó unos segundos asimilando aquella pesadilla y la actual realidad. Suspiró aliviada y sin pensarlo dos veces se lanzó sobre el mestizo, que no lograba entender lo que pasaba por la cabeza de la hermosa humana que tenía frente a el. Duró unos segundos apretando a Alastor entre sus brazos, hasta que se percató de que quizá lo estaba asustando y retrocedió.
-Al… ¿Mi padre tiene algún tipo de poder extraño?.
-Quiza.- Dijo sosteniéndose la barbilla, pensando en la pregunta de Charlie.
-¿Es mi padre un demonio Alastor? .- La pregunta de Charlie hizo que Alastor no pudiera contener una carcajada sonora. Charlo le miró confundida, pero al notar que lo que había preguntado era absurdo para el mestizo, sintió alivio. No era la primera vez que soñaba cosas así de extrañas, ya una vez había tenido un sueño en el que era una princesa en un lugar extraño e infernal. Su madre bromeaba diciendo que eran sus vidas pasadas presentándose a través de los sueños, pero Charlie no creía en esas cosas.
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El toro por los cuernos.
Romansa"¡No a las corridas de toros!" Gritaba la rubia junto a la multitud al ver pasar a aquel hombre que orgulloso portaba aquel ridículo disfraz, restregando le su pancarta. Este molesto, de un movimiento, la habia empujado al suelo. -No me toques! Segu...