32... "Azotea"

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Subimos las escaleras hasta llegar a la puerta que daba a la azotea.

Lo conduje hasta el techo-pared de vidrio y apoyé mis manos allí. Sintiendo el frío del vidrio y el calor de sus manos.

No pude evitar sonreír y apoyar mi cabeza contra el hueco entre su cuello y clavícula, cerca de su corazón.

La noche estaba iluminada por la cuarta parte de la luna, haciéndome recordar al gato de Alicia en el País de las Maravillas. Los autos pasaban dando una iluminación pasajera, y la luz de las casas vecinas junto con los faroles de las calles irradiaban una iluminación escasa a un ambiente agradable y acogedor.

Michael besó levemente mi cuello haciendome estremecer. Me giré y me detuve a observar sus ojos, su rostro, sus labios. Sé que muchas personas no saben la diferencia entre ver y observar. Pero es vastante simple. Cuando ves, sólo tienes una idea de cómo es algo, (en mi caso cómo es alguien). Pero al observar; gravas en tu mente cada uno de los rasgos de esa persona. Recuerdas el más mínimo detalle. Y eso es lo que quiero, recordar hasta el más mínimo detalle de Michael Clifford.

Sus labios rozaron los míos para empezar con un beso lento, el cual se torno rápido y necesitado. Mis manos recorrieron un camino desde el inicio de su camisa hasta su cuello. Bajó sus manos hasta llegar a mi trasero, al principio no hizo nada más que dejar sus manos allí, pero luego lo sujetó alzandome hasta que mis piernas se enredaron en su cintura. Camino hasta llegar a la puerta y sentarse contra esta. Sus manos subieron nuevamente, esta vez a mis costillas. Me besó nuevamente, sorprendiéndome esta vez al pasar su lengua por mi labio. Una de mis manos empezó un camino de descenso hasta el primer botón de su camisa. Sus besos fueron hasta mi cuello, mientras yo desabrochaba el segundo botón.

-Emma...- un tercer botón estaba fuera de sitio- Emma...- su voz era ronca y su aliento pesado.

-Michael- susurre viéndolo. Un cuarto y quinto botón fuera.

-Tú familia está aquí.

Besé su mejilla antes de proseguir.

-Entonces no hagamos mucho.

-Estas loca- dijo antes de volver a besar mi cuello. Dos botones menos y la camisa ya estaba abierta. Mis manos recorrieron su torso. Sus manos se colaron por debajo de mi camisa quitandomela por completo.

El frío de la habitación y el calor de los cuerpos era una sensación extraña y vigorosa. Sus besos bajando a mis clavículas mientras mis manos quitaban su camisa.

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