Otra vez mi llegada. ¿Cuántas veces llegue ya? ¿Cómo diría Homero? Ah, si. ¡Ea, mortales, yo, Mónica, la de relucientes tobillos, volveré al sitio de mi juramento tantas veces como lo disponga el padre Zeus, que amontona las nubes, así mi destino le sea ingrato a los inmortales todos que habitan en el vasto Olimpo! No seria una mala frase para la Odisea. Tiene que ver con Ulises y además es verdad, aunque mis tobillos ya no sean relucientes.
-Buen día, Edu. Hable con Fabian para preguntarle si el me podía decir cuando podía pasar algo que apurara tu regreso, y me conto que hay algunas cosas dentro que le parece que van mejor. Me dijo que eso es bueno, pero que tampoco me puede asegurar nada. En realidad, ya sabia su respuesta, pero ¿sabes? A veces me pasa lo que te digo siempre que no te tiene que pasar a vos: perder la paciencia. Tengo tantas ganas de tenerte entero que me cuesta aceptar que por ahora tengo solamente tu sueño.
Acordate de lo que le dijo Gandalf a Frodo, mami. Lo que tenemos que hacer es lo mejor que podemos en el tiempo que nos toca. ¿Ya te olvidaste, grandecita? Vos me lo leías y me lo dijiste varias veces en este tiempo. Y después esta Ulises, el que oyó sirenas, el que con el gigante de un solo ojo se hizo pasar por Nadie. Es como yo. Nadie esta dormido. Nadie quiere volver. Nadie es Eduardo. Tengo que dejar de ser nadie. Eso es lo mejor que puedo hacer en el tiempo que me toca. Dejar de ser nadie. Dejar de ser nadie. Creo que ahora entiendo. Creo que estoy empezando a entender.
-bueno, ya que tenemos un ratito los dos solos, volvemos a nuestra historia de Ulises. Otra cosa que no te conté, y que le paso al hombre antes del asunto de las vacas del Sol, fue el encuentro con dos monstruos terribles que tenían su morada cerca de los limites del mar. Uno de esos monstruos era Escila, la aulladora, una bestia con doce patas (que en realidad eran doce muñones) y seis cuellos largos, que podían llegar hasta la mismísimas cubiertas de los barcos. El otro monstruo, que encima vivía enfrente de Escila, se llamaba Caribdis y chupaba el agua del mar y después la vomitaba. Y claro, si en el agua que tragaba había un barco y chau la gente que estuviera arriba. Caribdis era la muerte segura para todos, y Escila para seis, porque solamente podía llevarse a un hombre en cada uno de sus cuellos. Ulises eligió pasar mas cerca de ella y ocurrió lo que les tenia que ocurrir: perdió a seis de sus compañeros.
Fuera de los monstruos. Pasemos rápido y perdamos lo menos que se pueda. No, si ya voy agarrando tu paso, grandecita. Escila y Caribdis, al canasto de la ropa sucia. Que mis amigos no están para ser el almuerzo de ningún bicharraco, por mas bocas que tenga.
-Tengo que terminar, amor, porque al final, después de Polifemo y de Circe, y de Escila y de Caribdis, y de Apolo y sus vacas, y toda la historia, Ulises llega finalmente a Ítaca. Y ahora voy a hacer un silencio para que me preguntes, a que te preguntes, o sea, a que te/me preguntes.
Si, ya te entendí, grandecita. Te/me tengo que preguntar que paso cuando el bendito Ulises llego a la bendita Ítaca. Espero que le haya ido bien, porque sino, tanto lio para nada.
-Supongo que, como corresponde a un chico inteligente, querrás saber que paso con Ulises cuando llego a su reino. Su esposa ya no tenia mas excusas para retrasar la elección de su marido y futuro rey de Ítaca. El truco de la manta ya había sido descubierto y debía elegir entre los pretendientes que, de paso, estaban comiendo y tomando a costa de Penélope sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo. Ulises apareció disfrazado de mendigo, se aguanto las burlas de los pretendientes y, cuando llego el momento, tomo su viejo arco, uno que solo el podía tensar, agarro varias flechas y no dejo títere con cabeza. Así volvió a ser rey de su tierra y recupero a su esposa y a su hijo.
Lindo, ma. yo que se. Lindo. Pero yo sigo dormido.
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Ahora estoy sola en la hora del almuerzo en el trabajo, pero no fui a ningún restaurante ni bar ni nada. Me vine hasta la plaza que queda cerca de la oficina a sentarme debajo de estos arboles que son tan enormes que necesitan de unos palos gordísimos para sostener sus ramas mas grandes. Y vuelvo a pensar en Ulises, cuando por fin pudo volver a su isla, a Ítaca, y a Penélope y a su hijo. ¿Cómo se llamaba el muchacho? Ah, si, Telémaco. Y cuando pudo volver a tener a Telémaco en sus brazos. ¿Qué habrá sentido? Es tan difícil volver a Ítaca si en el camino hay sirenas, ciclopes, brujas, naufragios. Y cuando finalmente llega... ¿Qué pasara por la cabeza? ¿Qué estará pasando por la cabeza de mi chiquito querido? Ufa, otra vez los diminutivos. Bah, ahora estoy sola. Me puedo permitir ciertas cosas, ¿eh, mi chiquito amadito, eh mi dormidito loquito? Pero algo esta pasando también dentro mío. Nunca hable así. Nunca me hable así. Nunca me permití hablarme así. Así, digo, con tanta seguridad de que Ítaca esta cerca, de que Telémaco esta cerca, de que la manta de Penélope y el tejido interminable sirvieron para que un rey vuelva a su reino.
Tengo que ir al hospital. Hay un rey que quiere su isla.
-¡Tengo que volver! No hay trabajos a la tarde si hay un rey que quiere su isla, no hay ni siquiera tarde a la tarde. ¡Hay solamente un rey que quiere su isla!- y voy gritando como loca porque ahora se que lo que me pasa es que no entiendo como ni porque descubrí quiere su isla y va a tener su isla. Con sus ojos abiertos la va a tener, con sus dedos enteros la va a tener, con su boca hablando.
-¡Ítaca, amor, allá esta Ítaca, amor!- y todos me miraron con pena por esa mujer tan joven y tan loca, pero es que no saben, no saben, no saben todos mis tejidos con sus lanas. De todas mis noches tejiendo, esperando, y ahora de golpe se que Ítaca esta tan cerca, tan a la mano...
Yo no se de parpados. Pero este de la derecha esta mas livianito...
Y en el tren me voy riendo sola y voy llorando sola porque, gracias, isla mía, y alguien me alcanza un pañuelo y, gracias, pañuelo ajeno. ¿Y yo como lo se? No se como lo se, pero se que lo se.
-¡Tierra a la vista! Si, amor, es Ítaca. Es tu isla, majestad.
Yo no se mucho de dedos, pero este dedo gordo del pie se movió. Poquito, pero se movió
-Yo estaba segura de que encontraría el camino- le digo a mi vecino de asiento que me mira raro porque no entiende nada de lo que le digo, pero igual le sigo contando que nada de ciclopes, ni de sirenas, ni de brujas hermosas ni de monstruos aulladores de seis cuellos, sino solo el camino. Un camino y una isla. Una Ítaca que espera y una mujer que ha tejido.
Ahora si que se movió. Ahora, seguro. Ese dedo gordo se movió. No, el dedo solo no, ese pie entero se movió. ¿Y la pierna? ¿A ver la pierna?
Ahora voy tranquila por la calle que llega al hospital. Hoy todos los caminos son para llegar, todos los senderos van a una sola cama. No necesito apurarme. La puerta va a estar abierta. Esta.
Si, la pierna también. ¿Y el parpado? También.
El ascensor va a estar en planta baja. Esta.
Y de golpe todo este movimiento a mi alrededor que es como en las películas, pero ahora puedo verlo y esa rubiecita chiquita debe ser Lucia: y si, era linda en serio pero sin la cara de Camila; y allí esta Fabian con cara de querer hablarme y me habla; y supongo que tengo que contestarle y le digo "hola, y pucha, que pedazo de sonrisa por un "hola" así nomas.
Fabian va a estar en la puerta del cuarto con una sonrisa de oreja a oreja. Esta Fabian. Esta la sonrisa. Y yo lo abrazo fuerte porque fue un gran libretista. Y entro a ver como es ahora Ítaca. Y el esta sentado en la cama, con un piyama nuevo. Y no tiene tubos. Y esta solo el mirándome, y yo me recuesto contra la puerta y lo miro largo, largo, y apenas me sale una nada de voz, un como perdón de mi voz de siempre, y puedo decirle:
-Hola, Ulises.
-Hola, mami- me dice.
Y entonces si. Entonces puedo dejar por fin que me venga todo el llanto de golpe, todo, todo, todo junto, y me empiezo a resbalar por la puerta hacia el piso, hasta quedarme sentada con toda el agua que me cae como desde diez meses me cae, como desde un chiquito dormido me cae, y ya no importa nada, ahora de verdad solamente quiero que me digan para siempre que el tejido esta terminado y que Ulises ha vuelto.
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Es tan difícil volver a Ítaca {Terminada}
FantasyEn una cama de hospital, Eduardo afronta una grave enfermedad. Solo la voz de su madre parece ayudarlo a encontrar el camino de regreso, esa voz teje para el historias, como la de Ulises. ¿Qué lugar tendrán en la historia de Eduardo las aventuras de...