11.

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—¿Quieres conocer a mi anaconda?

—Sweetie! —alzó su voz enfadado.

—¿Qué? —arqueó una ceja— ¿No quieres?

—Pasaste mucho tiempo con el frijolero, ¿verdad?

—Pues sí —sonrió al recordar la chuma que se pegó en tierra mexicana—, ¡pero eso qué tiene que ver!

—Darling —le sostuvo las mejillas—, no repitas chistes vulgares.

—¿Vulgar?

—Nadie debe dañar tu inocencia —le sonrió.

—¿Qué inocencia, gringo?


Ecuador apartó las manos ajenas de su cara, se cruzó de brazos y miró seriamente al gringo. No entendía qué cuchas estaba diciendo USA, pero suponía era por algo que dijo y que significaba algo diferente en idioma gringo.


—¿No quieres conocer a la anaconda?

—Bueno, conocerla pues...

—¡Ya entendí! —encogió sus hombros antes de estallar en carcajadas—, tú... Ay, gringo —siguió riéndose.

—¿Y ahora por qué te ríes?

—Mi anaconda se llama Juanita —bufó limpiándose las lágrimas—, mide como dos metros porque está chiquita, y recién salió del veterinario. No sea shunsho, gringo.

—Oh... —entonces enrojeció levemente e intentó cubrirlo al arreglarse las gafas—, sí, a eso me refería —rio sonoramente.

—¿Entonces quieres conocerla o no?

—¿Está en una jaula o algo?

—No.

—Entonces no.

—Vamos, gringo, no sea marica.


Ecuador obligó a USA a tocar a Juanita, pero esa era otra historia. 

Llanitos [Ecuador x USA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora