La extraño

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Los dos amantes estaban recostados, Anthony sobre el pecho de Steve, este último abrazándolo de la cintura. Todo estaba en silencio y tranquilo, hasta que de los labios del joven Anthony salió un suspiro, el cual Steve escuchó.

- ¿Pasa algo? - pregunto Steve

- Es solo que estaba recordando a mi madre, debe de estar muy preocupada por mi repentina desaparición. - respondió Anthony con nostalgia en su voz.

- ¿La extrañas mucho?

- Si - susurró Anthony que al ver la cara de su futuro esposo se arrepintió, ya que sus ojos demostraban tristeza - No me malinterpretes, soy feliz aquí, contigo, pero... ella es mi madre, quisiera verla para decirle que estoy bien y que pueda conocerte para que podamos casarnos con su bendición. - Steve soltó una pequeña risa.

- Primero me castra antes de darme su bendición para casarme contigo. - ahora era Anthony quien reía.

- Quizás tengas razón, pero ella no puede tomar decisiones por mí, así que tendrá que respetar y aprobar lo que decida.

- ¿Y se puede saber cuál es esa decisión? - dijo Steve con una sonrisa arrogante, ya que sabía la respuesta.

- Sí, qué regresaré con ella a la tierra. - contesto con gran confianza el joven.

La respuesta borró la sonrisa del Dios, y una mirada seria la remplazó, sus ojos azules se volvieron rojos, Anthony sonrió triunfante y besó los labios de su amado.

- Quita esa cara, sabes que quiero quedarme contigo, pero no iba a aumentar tu ego.

Antes de que Steve contestara la puerta fue tocada.

- Mi señor, su hermano Zeus ha bajado del olimpo y pide hablar con usted - hablo un hombre.

- Que espere en el salón del trono. - ordeno y se escucharon pasos alejarse - tengo que irme, no salgas de esta habitación, no tardaré. - Anthony asintió y Steve salió hacia su trono. En cuando llego, vio a su hermano caminando de un lado a otro.

- Si sigues así harás un hoyo. - al escuchar su la voz de su hermano Zeus se dirigió hasta él, pero antes de siquiera acercarse tres metros una mano lo detuvo. - déjame recordarte hermano que no estás en tu reino y debes mostrar respeto ante el rey del inframundo.

- Tienes que regresar a Anthony con su madre - dijo el Dios del olimpo - Deméter está dejando sin alimento alguno a los humanos, esto debe parar y la única forma de hacerlo es dejando que Anthony regrese con su madre.

- Me niego.

- ¿Es que no ves la seriedad de este problema?

- Mi reino crecería, dime, ¿en qué me afecta esta situación?

- En los alimentos... - Zeus no pudo terminar, ya que su hermano lo interrumpió.

- Anthony puede hacer crecer los frutos.

- ¿Qué debo hacer para que aceptes regresar ah Anthony?

- Inclínate ante mí y llámame tu rey - dijo con una sonrisa triunfante, puesto que conocía a su hermano y su orgullo no lo dejaría hacer tal cosa.

- ¿Es un trato?

- Claro hermano mío, si tú te humillas frente a mí yo liberaré a Anthony.

Al contrario de lo que pensaba Hades, su hermano se arrodilló ante él y con el rostro mirando al suelo pronunció unas palabras.

- Yo Zeus Dios del olimpo, te proclamo a ti Hades Dios del inframundo como mi rey.

- Mmm, no me convences hermano. - Zeus apretó sus manos en puños y continuó.

- Y te ruego, me dejes ser tu fiel esclavo.

Hades aplaudió a tan satisfactoria escena.

- Quede cautivado hermanito, no sabía que tenías talento para tales escenas, hay que repetirlo pero con todos nuestros hermanos y conocidos presentes. - Zeus se levantó con enojo reflejándose en sus ojos.

- Cumplí mi parte del trato, espero tú cumplas la tuya, Deméter vendrá mañana, cuando los primeros rayos del sol toquen la tierra. - y con esas palabras se dirigió hacia la salida.

- Que tengas un buen viaje, hermano mío. - dijo con una sonrisa el Dios.

Cuando Zeus cruzó las puertas del salón, Hades borró su sonrisa y le hablo a uno de sus súbditos.

- Quiero que me traigas un fruto - pidió con seriedad, el súbdito fue lo más rápido por lo pedido y se lo entregó a Hades.

Al estar cerca de la habitación donde había dejado a su amado pudo escuchar a Anthony reclamar.

- Cerbero, déjame salir ahora. - el rey del inframundo sonrió al escuchar aquellos berrinches.

- Cerbero has caso - el gran can feliz de escuchar a su amo se dirigió hasta él.

- No es justo, él solo te obedece a ti - se quejó Anthony haciendo un puchero, el cual cautivó aún más a Steve.

- Tendremos 6 meses para entrenarlo - dijo Steve con una sonrisa, pero sus ojos reflejaban tristeza.

- No finjas ante mí - Anthony acuno el rostro de Steve. - Dime, ¿por qué tus ojos están tristes? - Steve, al contrario de contestar la pregunta, formuló otra.

- ¿Confías en mí?

~ Sí...

Steve sacó de entre su túnica una granada, la cual con sus manos la partió en dos y le ofreció a Anthony una de las partes, el cual la tomó con confusión.

- No has comido nada desde que llegaste aquí.

Anthony comió del fruto semilla por semilla, hasta que quedó la cáscara vacía. Steve comió la mitad de su granada a la misma velocidad de su amado y jamás quitó su mirada de los labios de este. Al terminar Steve tomo el rostro de Anthony y lo besó.

~ ¿Por qué este beso se siente como una despedida?

~ No es una despedida amor mío - Steve le sonrió, ya nadie podría quitar de su lado a Anthony.

Mi amor de 6 mesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora