꧁C U A T R O: PERDONAR꧂

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—¡Evie, ahí estás!


La voz de Timothée la escuche muy cerca de mi oído. Al parecer le llevó un buen rato encontrarme, pues apenas había tenido las fuerzas de la habitación donde tuve el encuentro con Hades.

Su sonrisa disminuyó paulatinamente al analizar mi aspecto.

—¿Estás bien?

En realidad no lo estaba. Mi rostro ardía, no me sentía bien. Quería irme de ese lugar. Me sentía tan asfixiada.

Hades me había dejado muy, pero muy sensible.

Él se quedó confundido por unos segundos, intentando averiguar que me sucedía, sin tener idea en lo absoluto de lo que me estaba ocurriendo. Probablemente me hubiese regañado si en ese momento se lo hubiera dicho.

—Timothée... Yo... Creo que es buen momento para irnos— susurré.

Él asintió notando que no estaba bien. Me echó su capa de príncipe por sobre los hombros y su instinto protector lo hizo guiarme entre la multitud con mucho cuidado.

—¡Evie!

Me giré al escuchar aquella voz tan familiar que no había escuchado hace mucho. Era idéntica, pero más madura, más profunda. Reconocer el pelo blanco de Carlos me hizo tener muchos flashbacks del pasado, y sin darme cuenta sonreí.

—¡Hace tanto tiempo que no te veía!— exclamó el hijo de Cruella De Vil, abrazándome, quitándole casi el aliento. Lo estreché casi con la misma emoción.

—Me da gusto verte también, Carlos.

Un poco mejor, entablé una corta conversación. Carlos miró a Timothée extrañado, pero no hizo comentario durante el tiempo que estuvo ahí. Prometí ir a desayunar con él y Jane al día siguiente, y luego se fue.

Ese también era un propósito al volver. Recuperar a mis viejas amistades, recuperar esa pequeña parte de mi vida para poder avanzar.

Por estar tan sumida en mi Reencuentro con Hades había olvidado por completo lo que tenía que hacer.

—Necesito hablar con Mal— informé al príncipe, quien asintió.

Estuve a punto de irme sin hablar con ella, aún cuando fue quien me invitó. Me distraje demasiado. Probablemente no tendría ninguna otra oportunidad como esa.

—Estaré por ahí. Me buscas luego.

Me quedé unos momentos sin mover ni un solo músculo, esperando que, en cualquier momento, algo ocurriera e impidiera ir a buscar a Mal. Tenía miedo, es verdad, no quería enfrentarla si es que aún seguía molesta conmigo. Debía averiguarlo.

Avancé hacia el fondo del pasillo, donde sabría que encontraría a Mal y a Ben, pues era el área donde estaban los tronos del rey y la reina.

Efectivamente, ahí estaba ella. Llevaba un vestido que favorecía su cabello, sí, e incluso me sentí algo celosa de no haber sido yo quien lo confeccionó. Sacudí la cabeza, regañandome por esos pensamientos tan fuera de lugar.

Intercambié una mirada con la que fue mi mejor amiga. Ella me sonrió. Esa fue mi señal para acercarme más.

Con la cabeza ya fría y los nervios haciendo mella, me topé de frente con la mujer en la que se había convertido aquella chica rebelde de la Isla.

—Hola, E— murmuró.

—M...

Sin rencor, sin enojo alguno, ella me abrazó. Yo la abracé.

Después de todo el tiempo, después de tomar distancias, al parecer aquel encuentro sí puede convertirse en un nuevo inicio para ambas.

Y lo decidí.

Hades ya no valía la pena, en realidad nunca lo hizo. Y si cortar todo tipo de contacto con él era la solución para recuperar a mi mejor amiga, entonces lo iba a hacer.

Se supone que él debió entender eso.

Son embargo, las cosas nunca son tan fáciles. Y de haber sabido lo que nos esperaba... Habría salido corriendo al Bosque Encantado sin dudarlo.

(...)

Timothée y yo llegamos al elevador del hotel en el que nos hospedamos. Me negué a aceptar asilo en el castillo de Ben, por lo que esa terminó siendo nuestra única opción.

Cada uno tenía una habitación digna de la realeza, por supuesto, y ambos estábamos tan cansados que lo único que queríamos era dormir luego de esa larga noche.

—¿Cómo te fue con Mal?— preguntó Timotheé.

—Mejor de lo esperado. Quizás no todo esté perdido para ambas— suspiré, quitándome su saco para dárselo—. ¿Y a ti cómo te fue? ¿Te gustó el baile?

—Conocí a mi futura esposa— soltó con naturalidad.

Mi rostro se giró hacia él con incredulidad, pues Tim no era de los que buscaba relaciones serias, mucho menos algo tan formal como lo era eso. Él sonreía, se le veía muy feliz.

Me miró sin borrar la sonrisa, y se inclinó hacia mí con aire cómplice.

—Me enamoré perdidamente de la reina de Auroria— confesó, bajando el tono de voz—. De Audrey Rose, la futura reina del Bosque Encantado— la seguridad que emanaba era increíble.

Él se alejó, al tiempo que el elevador se abría, y salió como si nada, dejándome ahí con la boca entre abierta por la sorpresa y la incredulidad.

(...)

A la mañana siguiente yo estaba lista para el desayuno que tendría con Carlos y Jane.

—Luces sensacional— me halagó Carlos, separándose de mi abrazo. Besé su mejilla.

—Gracias. Tú también luces muy bien.

Jane carraspeó, a nuestro lado, y luego reímos. La saludé a ella también, y nos dirigimos a una de las tantas mesas disponibles en el jardín de aquel cálido restaurante que fungió como centro de reunión.

—¿Y qué tal todo?—pregunté una vez nos acomodamos—, ¿cómo van las cosas por aquí? La adaptación de VK's va bien, según sé.

—De hecho, Evie, faltan unas personas en llegar. Luego prometo contarte todo— aseguró mi amigo, y miró la entrada del lugar.

—¿Unas personas?

Esperaba ese día limpiar perezas con Carlos, principalmente porque sabía a la perfección que de todos, siempre fue el más comprensivo. Y no me equivoqué, pero lo que sí me sorprendió, fue en ver llegar a Jay y a Mal también.

Me quedé sin palabras, quise salir huyendo, quise cancelar esa reunión inventando cualquier excusa tonta porque no me sentía lista en ese momento.

Caso contrario, manteniendo la postura, los recibí con la mayor naturalidad que pude reunir. Jay ignoró todo tipo de protocolo, y me envolvió en un fuerte abrazo de hermanos que correspondí con mucho gusto.

—Debo respirar, Jay— bromeé, cuando no se separó luego de unos segundos.

—Estoy feliz de verte— confesó él.

Conmovida, volví a abrazarlo, mirando de reojo a Mal, la Reina actual de Auradon. Ella me miraba a mí, con una risa de que tampoco sabía muy bien qué hacer ni cómo tratarme. La entendía. Es decir, aquello no resultaba sencillo.

Ese fue el comienzo.

A partir de ahí, las cosas entre los cuatro no tuvieron complicaciones, y así como aprendimos a soltar el pasado, aprendimos a llevarnos de la misma forma que hace cinco años con la diferencia de que nuestra relación se fortaleció en vez de debilitarse.

Ya no éramos adolescentes. Eso ayudó bastante.

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Consequences ¦ Havie ¦ Descendientes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora