Los días pasaban rápido, de repente la semana ya no pesaba tanto y los fines de semana ni se sentían. Sicheng llevaba cerca de dos semanas viéndose diariamente con Yuta. Se encontraban cada día en punto de las seis de la tarde en la pequeña cafetería del campus. El chino había preferido mantener en secreto ese pequeño dato, no quería que Jaehyun se preocupara y se la pasara sermoneándole todo el rato, por el momento solo podía sentirse feliz por lo que poco a poco construía con el japonés. Se veían de manera tan recurrente porque disfrutaban de su compañía, hablaban sobre su día a día y de algunas anécdotas de su niñez o su pasado, hacían tareas o trabajos de clase mientras bebían un café y comían algo.
Yuta tenía la peculiaridad de tener cara de ángel indefenso y personalidad de un rebelde sin causa. La mayoría de sus anécdotas lo involucraban a él y a sus dos amigos haciendo algo que va en contra de las reglas o de la moral; nada grave como para que se metieran en líos con la policía, pero aquellos tres eran unos tremendos.
Sicheng reía con un poco de fuerza mientras escuchaba sobre la vez que esos chicos robaron todas las llaves de su colegio días antes de su graduación, el chino no lo podía creer y Yuta solo podía reírse cada vez más.
—¡Casi no nos dejan graduarnos! —exclamó el mayor sonriente—. Ha sido de las mejores bromas de último año.
—Ya lo creo —el chino reía con ganas, limpió una lágrima que se escapó de sus ojos. Amaba que cada encuentro con Yuta fuera tan ameno y diferente a lo que estaba acostumbrado.
—Ahora tú —Sicheng lo miró incrédulo—. Cuéntame tu mejor historia.
Sicheng se quedó pensando un momento, ¿su mejor anécdota? Realmente no había una. La vida del chino era algo solitaria desde que tenía memoria, no podía recordar alguna travesura que haya hecho de pequeño que fuera digna de contar, cada cosa diferente que intentó hacer era para escapar de lo mal que la pasaba dentro de casa, realmente la diversión llegó junto a Yoonoh, pero ellos dos se entretenían de diferente manera; a causa de que el menor no podía salir de casa, habían aprendido todos los juegos de mesa clásicos y uno que otro que su padre le regalaba, memorizaban los diálogos de las películas y jugaban a las escondidas cuando los empleados de la casa se descuidaban.
Pensándolo bien Sicheng no quería contar nada respecto a su vida, mucho menos que tuviera que ver con su familia, ¿por qué preguntarle sobre su pasado y no sobre algo más? Quizá su película favorita o cuál fue el primer libro que leyó. Suspiró angustiado, Yuta se preocupó un poco y no supo qué hacer, la atmósfera entre los dos había cambiado drásticamente, el chino dejó de sonreír y reír y ahora se mordía el labio inferior intentando buscar qué responder, el japonés intentó animar el momento.
—¿Tantas hay que no puedes escoger una sola? —dijo con una amplia sonrisa, Sicheng lo miró y le imitó.
—En realidad no hay ninguna —dijo un tanto apenado—. Antes de conocer a Jaehyun no había nada divertido en mi vida, mis días se resumían en ir de un hospital a otro, visitando doctores nuevos y esperando que cada día hubiera más esperanzas... Estaba bastante ocupado intentando sobrevivir que olvidé por completo la diversión.
Yuta se sorprendió, aquel chico que tenía sentado a su lado no parecía estar enfermo en lo absoluto.
—¿Estás enfermo? —la angustia se pudo notar en su voz.
—No, al menos ya no. Nací con una deficiencia pulmonar grave, desde que era un lactante mis pulmones necesitaban un poco de ayuda para funcionar por sí solos, así fue hasta que cumplí quince, a esa edad me dieron de alta de todos los lugares, mis pulmones hoy están bien y me dejan bailar todo lo que quiera, estoy sano —sonrió, aquella sonrisa era de un verdadero valiente—, claro que debo tener mis cuidados permanentes para no tener una recaída. Pero ey, todo estará bien.
—Cuando nos conocimos por primera vez no pensé que estuvieras mal, no lo parecía—el semblante del mayor se mantenía sereno, mientras que el corazón del menor parecía que se le subiría por la garganta.
—Bueno... Yo... No lo sé, tengo tan pocos recuerdos de aquel verano, fue uno difícil, pero el encontrarte lo hizo mucho mejor —dijo un tanto nervioso, Yuta le sonrió y bebió de su frappuccino.
Sicheng se disculpó y se paró para ir al baño, cerró la puerta con el pestillo y suspiró, se paró frente al espejo y apoyó sus palmas contra el lavabo blanco, observando con atención su reflejo y perdiéndose unos momentos en su propia mirada.
Sus ojos, aquello era lo único que lo diferenciaba de su hermano, aquello era lo único que lo hacía diferente, los suyos eran mucho más oscuros que los de Chang.
Sicheng y Chang habían nacido en octubre, más específico un día veintiocho. Su madre había entrado a labor de parto cinco horas antes de que los gemelos llegaran al mundo, siendo un parto natural. Todo fue sin complicaciones dejando de lado que uno de los bebés no lograba llorar, lo reanimaron hasta que los pulmones comenzaron con su trabajo.
Crecieron juntos, primero con su padre y madre, después ella tuvo que abandonar su hogar y su padre ganó la custodia de ambos. Vivían en China y siempre viajaban mucho, crecieron con una rivalidad casi inconsciente; sus personalidades estaban por lejos de ser iguales, eran dos polos completamente opuestos a pesar de compartir la misma carga genética. Sicheng era callado, tranquilo y siempre odebecía las indicaciones de su padre, no le gustaba hacerlo enojar o que le regañase y gritase. Por el otro lado Chang era más impulsivo y temperamental, aunque jamás arremetía contra su padre, era difícil tratar de convivir con él. Ninguno de los empleados de la casa se disponía a cuidar del chico, solo se dedicaban a darle libros y órdenes. Chang había pasado su niñez entera con las narices sobre textos y encerrado en su habitación mientras que Sicheng solo podía pensar en cómo sería el siguiente hospital que visitaría o si el próximo médico sería más amable. A pesar de que crecieron juntos, yendo a las mismas escuelas y cursos extraescolares, su relación nunca fue buena, era desastrosa y no se soportaban, era extraño, pasaban tanto tiempo juntos que ni siquiera eso logró que se amarán al menos un poco.
Fue en Okinawa donde las cosas llegaron a un punto crítico; los pulmones de Sicheng estaban más débiles que nunca, los tratamientos y medicamentos dejaban de surgir efecto, tuvieron que recetarle al pequeño niño de doce años el cargar a todos lados con un pesado tanque de oxígeno, tenía que hacer su vida entera con él hasta que sus pulmones se recuperarán y aquello suponía un largo camino.
Fue un día en específico donde el azul del cielo se tornó más brillante y las nubes eran más grandes y esponjosas. El padre de los gemelos había salido de emergencia a firmar cosas sobre su trabajo —A Sicheng jamás le había interesado nada de eso en absoluto—, dejando a los pequeños niños en casa al cuidado de la niñera con más confianza. Sicheng observaba por la ventana de la sala que daba a la calle, de repente alguno que otro turista paseaba por la acera, afuera hacía un día increíble y el pequeño niño solo podía suspirar e imaginar que salía a la playa a mojarse los pies con el mar.
Fue algo en especial que llamó su atención, a pesar de tener los pulmones hechos mierda sí que poseía una vista espectacular. A lo lejos pudo distinguir la figura de su hermano, lo había visto aquella mañana y reconoció la ropa que vestía, el asombro era especialmente por verlo fuera de casa, con otro niño desconocido... Era imposible que su padre hubiera permitido aquello, el pequeño Sicheng se pegó lo más que pudo a la ventana intentando no lastimar su nariz con la mascarilla del oxígeno.
Los dos niños se acercaron cuidadosamente a la casa e intercambiaban palabras que Sicheng no podía entender o escuchar, pero sí se percató de algo de suma importancia para él; el chico que acompañaba al nefasto de su hermano era hermoso, demasiado bonito como para querer estar con Chang sin ser obligado, y es que, ¿quién quisiera pasar el rato con aquel chiquillo? Sicheng sacudió un poco la cabeza para alejar los malos pensamientos sobre su hermano y mejor decidió posar toda su atención en el chico alto y de cabellos morenos.
Esa tarde conoció al que sentía que era el amor de su vida.
Y ocho años después compartía una mesa por octava ocasión con él. Se sonreían a pesar de que su conversación había caído en temas poco felices y fáciles de recordar, pero a Sicheng no le importaba que su pasado le pesara tanto, a él solo le interesaba seguir admirando aquella sonrisa y esos ojos rasgados llenos de constelaciones y un brillo tan especial.
Lo demás venía sobrando por ahora. Por ahora solo le importaba saber que había podido volver a ver a su amor a primera vista de la infancia.
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Yellow Is The Color Of His Eyes. ((yuwin))
Fanfic"Aquellos ojos color amarillo han desaparecido, ahora en su lugar observo dos orbes oscuros y profundos. ¿Qué has hecho con tus ojos color sol, WinWin?" Yuta y WinWin se conocieron durante un caluroso verano en Japón. Ocho años después se vuelven a...