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Veintiséis años, estaba más lejos de los veinte que de los treinta. Qué rápido pasaba el tiempo cuando pasabas la barrera de los veinte, los años pasan como si fuesen un suspiro. Esos veranos que cuando eras pequeño pasaban como si fuese una eternidad, ahora en realidad solo eran ocho semanas. Esas vacaciones de Navidad que parecían un mes, te dabas cuenta de que solo eran dos semanas. Los meses eran un parpadeo, y cuando querías darte cuenta, estabas otra vez con ese vestido de lentejuelas y una copa de champán en la mano celebrando el año nuevo.

—Sofía, ¿cuándo coño vas a salir de tu habitación? —Gritaba mi hermana Mónica desde el salón, mientras yo me miraba en el espejo de mi habitación—. No vas a salir con Milan, sales conmigo, no te pongas nerviosa.

—No me pongo nerviosa, pero voy a la inauguración de uno de tus hoteles y tú estás ahí, tan tranquila. Una inauguración no es cualquier cosa, ¿sabes? —Me alcé en mis tacones negros y seguí analizando mi figura en el espejo, en aquél vestido rojo que dejaba mi espalda al aire en forma de uve.

—Ya, bueno, venga, que llegamos tarde. —Mónica se levantó del sofá y comenzó a dar palmaditas, poniéndome el bolso en las manos—. Estás buena, vamos, se acabó.

Mónica y yo salimos de casa y entramos directamente en su coche, aquél Cadillac negro que casi imponía miedo. Me abroché el cinturón y coloqué mi bolso de mano encima de mis rodillas, observando cómo mi hermana se colocaba bien el pelo.

—¿Y por qué no viene Milan exactamente?

—Está trabajando, ya te lo he dicho. Por cierto, ¿no has pensado en comprarte otro coche? Este es demasiado agresivo. —Mónica colocó la mano en la palanca y arrancó el coche de golpe, tomando la salida del puerto de Málaga para tomar camino del parque.

—¿Agresivo? ¿Qué quieres que me compre, un coche rosa, pequeño y que no haga ruido? —Se burló mi hermana de aquella apreciación—. Por dios bendito, ¿quién eres? Necesito que mi coche aplaste a los gilipollas que pasan a mi lado.

—Parece que somos de distintos padres —refunfuñé negando mientras miraba por la ventana.

—Si no fuese porque tenemos la misma cara...

—Si no fuese porque tenemos la misma cara pensaría que eres una hija de puta que me odia y quiere hundirme. —Mónica casi parecía ofendida, llevándose una mano al pecho—. Te liaste con Milan, ni siquiera paraste, eres una cabrona.

—En teoría se estaba liando contigo, y tú sabes que al menos una vez tenía que besarla.

—Me parece increíble que seas mi hermana. —Sacudí la cabeza y la apoyé en el asiento.

Las luces de la Costa del Sol dibujaban un mapa de pequeñas viviendas cerca del mar que respiraban el aire del mediterráneo, y le daban un color totalmente diferente a lo que era Málaga capital, y algo totalmente contrario a lo que era la costa oriental de la provincia.

Los coches parecían apartarse del camino de Mónica al ver pasar aquél Cadillac en negro mate, al que solo le faltaba una placa con el lema "the biggest bitch" en la parte trasera.

—Joder, se me ha olvidado el puto discurso en la casa de Nagüeles. Creo que lo dejé en tu antigua habitación, además. —Rodé los ojos y volví a sacudir la cabeza.

—¿Qué hacías tú en mi habitación? —Pregunté. Mónica giró en una rotonda para tomar el cruce hacia la urbanización.

—¿Aparte de follar con Emma?

—¡MÓNICA! —Exclamé alterada, mirándola con los ojos totalmente abiertos.

—¡Que es broma! Lo hice en mi antigua habitación, imbécil. ¿Por qué iría a la tuya llena de cosas rosas y princesas?

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⏰ Última actualización: Mar 20, 2020 ⏰

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