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Milan Cavalli

Me desperté en mi habitación, o en la que solía ser mi habitación, pero Marcos ya no estaba en la cama. Tampoco se escuchaba nada en el salón, ni siquiera ruidos en la cocina, y eso era muy raro.

Dove sono tutti? —Murmuré para mí misma, rascándome la cabeza mientras bajaba las escaleras.

—¿Por qué hablas en italiano? ¿Qué te pasa? —Sofía me dio un golpe en el brazo y yo la miré unos segundos. —Sí, soy Sofía, Mónica está en el jardín. —Respondió seca. Nunca me había hablado así, no sabía qué le ocurría ahora, pero casi había salido espantada hacia su hermana en el jardín.

—Buenos días, Milan. —Me saludó con Marcos en sus piernas al que le estaba dando una macedonia de frutas para desayunar. Rodeé la piscina y quise sentarme al lado de Mónica, pero Sofía se me adelantó y puso su toalla allí.

—¿Qué haces? —Le pregunté aturdida.

—Sentarme con mi hermana y mi sobrino. —Me respondió poniéndose las gafas. ¿Pero qué cojones le pasaba hoy a Sofía conmigo?

—Tú. —Me gritó mi madre desde la puerta del jardín. —Antes de irte a trabajar recoge la habitación, que la has dejado hecha un cristo y Sofía tiene que dormir ahí esta noche.

—¿Lo has estado limpiando tú todo este mes y ahora porque yo dormí ahí una noche debo hacerlo yo? —Mi madre bajó las escaleras del jardín, vino hacia mí enfurecida y me golpeó la cabeza con los nudillos. —¡AH! —Agaché la cabeza, la cubrí con mis manos, frotándome el lateral de la cabeza.

—Y te he dicho que no te acerques a ellas, ¿me oyes? Sobre todo a Sofía y al niño. ¡Déjalos en paz! —Esperé a que se fuese mi madre y me giré hacia Sofía.

—Sigues siendo la misma del instituto.

*

Sofía Larios

—¿Se puede saber qué haces? —Me preguntó Mónica mientras le echaba crema a Marcos. —Ella quiere acercarse a ti a pesar de que su madre la deje tonta a golpes y tú le respondes así, precioso Sofía.

—Es que no me gusta Milan. Punto. —Sí, me sentía culpable por hablarle así y mi fuero interno quería salir corriendo y hacerle tonterías y colgarme de su espalda, pero mi cabeza me decía que no.

—Ya sé que no te gusta Milan, pero eres su amiga, ¿no? Porque por la cara que ha puesto, la decepción que se ha llevado ha sido bestial. Espera —me señaló con los ojos entrecerrados— ¿esto es por lo que hablamos ayer?

—No. —Mentí negando con rapidez.

—Joder, Sofía, mientes muy mal. —Rodó los ojos y se tumbó en la hamaca, negando. —Por el amor de Dios, te estás convirtiendo en su madre.

—¿Qué? Yo no soy homófoba. —Volví a incorporarme en la hamaca sintiéndome completamente ofendida por aquellas palabras de mi hermana.

—Sí, lo eres, porque al pensar que le puedes gustar o que te puede gustar Milan te has asustado y la has apartado. —Asintió Mónica esparciendo el aceite corporal por los brazos. —Sofi, cariño, te gustan los hombres, no tienes que preocuparte, y si te gustase ella tampoco tendrías que hacerlo. No es malo.

—No lo entiendes. —Mónica soltó una risa irónica, negando con la cabeza.

—Haz lo que te salga del coño, pero suficiente tiene con aguantar a su familia como para que tú también seas una gilipollas.

*

Y me pasé todo el día sentada en el jardín, mirando a la nada e intentando animarme con música, pero no podía. Sólo de pensar en la cara con la que Milan me había mirado antes de irse hacía que se me revolviese el estómago. Había decepción y tristeza en sus ojos porque confiaba en mí, y yo la había dejado de nuevo. Ni siquiera quise ir con mis padres a la playa, y al despedirme de Mónica ella sabía que estaba triste.

noches de terralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora