Capítulo 10: Nos vamos de fiesta

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Eva

No recordaba lo que se sentía al besarle, pero volver a hacerlo me está removiendo por dentro. Esto sí es recordar viejos momentos y lo demás es tontería.

Me encuentro acomodada encima de Nick mientras nos besamos acaloradamente. Pronto tengo que irme, hoy hemos quedado todo el campamento para hacer una fiesta sin que ni los monitores ni los dueños se enteren. La idea fue de Eli y decidió sin pedirnos permiso hacerla en nuestra cabaña. Lo más surrealista es que Ariadna le ha dado la razón. Llevamos dos días aquí y siempre se están peleando y van y se ponen de acuerdo para esto. Lo nunca visto.

Nick y yo seguimos concentrados en nuestros besos cuando de pronto alguien irrumpe en su cabaña. ¡Mierda!

―Perdón yo... ―dice el chico que acaba de entrar, parece nervioso―. No quería interrumpir, creo que mejor me voy... Solo venía a prepararme para lo de la fiesta, pero mejor en otro momento...

Nick comienza a reírse pero yo decido contenerme la mía. Me parece súper graciosa la reacción del chico.

―No te preocupes, si no pasa nada―dice al fin―. Podemos seguir en otro momento.

―Sí, y yo estaba por irme, la fiesta pronto comienza y tengo que ducharme y eso... ―comento acomodándome la camiseta y sentándome en la cama de mi ex.

Nick y yo nos despedimos con un pico y luego me marcho despidiéndome de su compañero.


Hugo

―Tío, qué marrón. De verdad que lo siento... Si lo llego a saber no entro. Encima que teníais la cabaña para vosotros solos... ―pido disculpas.

―Ya, no le des tantas vueltas. Eva y yo nos estábamos poniendo al día ―ríe―. En fin, voy a ducharme para lo de esta noche.

―¿Poniéndoos al día?

―Sí, tampoco es tan raro ponerse así al día con tu ex, en realidad no somos nada más que eso ―dice encogiéndose de hombros―. Bueno, si no tienes que entrar al baño, si me disculpas... ―y dicho esto se marcha.

Al menos me alegro de que no haya interrumpido nada. Mientras espero mi turno para la ducha, decido que lo mejor es salir fuera un rato a contemplar la naturaleza. Veo de lejos a mi amigo Rafa, pero no hago ningún intento por acercarme. Si quiere hablar conmigo que lo haga él.


Nía

Mis compañeras y yo ya estamos terminadas y salimos de nuestra cabaña para ir a la fiesta. Al final estamos congeniando bien. A lo lejos veo a un chico cuya cara me es familiar, como si ya lo hubiera visto antes. Claro, supongo que de estos días, pero hay algo más. Conforme nos vamos acercando me voy fijando detalladamente, intentando saber el qué. El chico está apoyado a una farola mirando su móvil concentrado. ¡Ahora caigo! Es el chico que interrumpió el primer día la charla de bienvenida al llegar tarde. Jesús creo que se llama.


Maialen

Ilumino la cocina del campamento con la linterna de mi móvil, el cual he dejado en el poyete. En silencio abro el armario que tengo frente a mí y comienzo a hacer aquello a lo que he venido. Pero algo me interrumpe sobresaltándome: una mano se ha posado sobre mi hombro. Al girarme me encuentro con Bruno, provocando que suspire de alivio.

―¿Qué haces aquí? ―Le pregunto con dos botellas en la mano.

―Eso debería de preguntártelo yo a ti― las señala―. ¿Todo eso te vas a beber tú solita? ¿O las vas a compartir conmigo?

―¡Claro que no!
―Ah, entonces no sé qué quieres hacer con ellas. Por cierto, los chicos y chicas van a hacer una fiesta conjunta en una cabaña, deberías guardarlo.

―Y eso estoy haciendo ―digo poniéndolas en primera fila del mismo armario.

―Un poquito menos a la vista...

―Sí, hombre, ¿tú sabes la que pueden liar para buscarlas entonces? Se las estoy poniendo a mano porque seguro que vienen ya mismo a robarlas.

―Mai, eres adorable, pero tienen diecisiete años y somos los adultos.

―Bru, tú también lo eres, pero nosotros tenemos solo un año más que ellos. Además, por eso mismo, porque aún tienen diecisiete años, las otras botellas las voy a guardar fuera de su alcance. Hay que dejarles pero un poquito solo.

Observo como asiente, estoy segura de que le he convencido. Cuando las guardo a buen recaudo nos disponemos a irnos de allí pero escuchamos unos pasos y nos tenemos que esconder detrás de una encimera en la que en principio no nos podrían ver.


Flavio

―Yo esto de robar alcohol no lo veo. Además, no sé por qué te he tenido que acompañar si ni te conozco.

―Ya te lo he dicho, me ha tocado a mí y no quería venir sola. Soy Samantha, ya te lo he dicho otras veces... ―protesta la chica y se adentra a paso decidido en la cocina.

―Todavía estamos a tiempo de irnos, les decimos que no la hemos encontrado y jugamos con agua...

―No.

―¿Y si nos pillan?

―No pasa nada, si lo hacen, ya tenemos esa experiencia ganada en nuestra vida. Piensa que tarde o temprano nos pillarán y nos regañarán. Incluso nos pongan un castigo pero no pasa nada, porque nos habremos divertido mucho hoy.

Si quiere darme un mensaje alentador, me parece que lo que está consiguiendo es lo contrario, pero prefiero no decirle nada, parece que la pobre cree que dice algo positivo y me da cosa decirle lo contrario. Observo como tras rebuscar un poco abre un armario y saca dos botellas.

―¡Las encontré! Son muy tontos, podrían haberlas escondido mejor, pero en fin, si no las encuentran que las hubieran metido en otro lado. Es lo que pasa por poner alcohol tan a mano de los adolescentes. Bueno, vámonos antes de que nos pillen, aunque si lo hacen, tampoco pasa nada.

Verano inolvidableWhere stories live. Discover now