Capítulo 16: ¡Qué maravilloso!

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Hugo

Hoy estoy de bajón y no debería, porque la experiencia en el campamento está siendo inolvidable. Siento que he perdido a mi mejor amigo, y aunque intento disimular que estoy bien, en muchas ocasiones es mentira. Además, las actividades semanales me tienen desanimado. No porque no me gusten, sino porque no las estoy viviendo como debería. Para empezar, en la primera estuve tan concentrado en mi decepción con la actitud de Rafa, que pasé totalmente de ella. Que vale, que sí, que el objetivo era otro, pero eso no justifica mi pasotismo. Y ahora esta, en la que por mi segunda idiotez hemos acabado tocando un triángulo y una pandereta. Estamos a mitad de semana y todo lo que propone Ariadna no me gusta. Hemos intentado crear varias canciones ya, y ninguna me convence.

Me tapo con la sábana hasta arriba pese al calor que hace. No quiero levantarme hoy y ver el bajón de Ari cuando a mí no me convenza su propuesta. Además, Nick y Eva se están comiendo la boca en la puerta y no es plato de buen gusto. Ella ha venido a decirle algo y de pronto se han puesto a besarse. Por otra parte Gèrard y Flavio ya se han ido al comedor, lo que me hace pensar es... ¿Y si Eva y Nick creen que yo no estoy tampoco y se ponen a hacer otras cosas? Me agobio y me tapo más si es posible. Decido que lo mejor es taparme los oídos por si las moscas.

Poco después noto como alguien me quita las sábanas y miro a ver. Observo a Nick y Eva mirándome con caras extrañas.

―¿Te pasa algo? ―Pregunta Nick sentándose en mi colchón.

―¿Estás bien? ―Es la pregunta de ella.

Niego con la cabeza pero no digo nada. ¡Qué bochorno!

Eva

Algo debe de pasarle a este chico para estar así... Y una parte de mí cree saber qué puede ser, aunque no sé cómo hacerle la pregunta, lo mismo me equivoco.

―Nosotros nos vamos a desayunar. ¿Te vienes? ―Pregunta Nick con una sonrisa.

Hugo se encoge de hombros como respuesta.

―Bueno, es una pregunta retórica, así que dúchate, arréglate y vamos. Que no tenemos todo el día para esperarte y el comedor lo cierran ―aclara.

―Da igual, ir vosotros, no tengo hambre... ―murmura Hugo.

―De aquí no nos movemos hasta que te levantes ―sentencia Nick y me da la risa.

―Perdón ―me disculpo tapándome la boca para contenerla de nuevo―. Pero aunque Nick sea muy intenso, tiene mucha razón. Tienes que levantarte y disfrutar de lo que aquí estamos viviendo.

Hugo afirma con la cabeza pero no dice nada.

―¿Es por Rafa, verdad? ―Me atrevo a preguntar―. Mira, yo no iba a meterme en donde no me llaman, pero no eres el único que lo está pasando mal, él también. Creo que lo mejor es que habléis...

―Pues hacías bien en no hacerlo ―responde y luego niega con la cabeza―. No, perdona, olvida lo que he dicho. Gracias por preocuparte ―me sonríe y asiento con la cabeza quitándole importancia a lo primero.

―Pues vamos, campeón, que te esperamos.

―Si queréis, yo me voy mientras para el comedor y guardo sitio para los tres, ¿os parece bien? Por si se hace tarde, al menos también coger cosas para el desayuno ―les propongo.

―Es una idea genial, Evita ―me sonríe Nick―. Ya me encargo yo de que este mendrugo de pan se espabile.

―Genial entonces, nos vemos allí ―me despido de Nick con un pico y de Hugo con un beso en la mejilla―. ¡Adiós, chicos!

Al llegar al comedor, encuentro que la única mesa libre que hay está ocupada por Rafa. Hay tres sillas alrededor, así que por lógica tendremos que sentarnos ahí.

―Hola ―digo acomodándome en la silla de enfrente―. ¿Por qué estás solito?

―Porque acabo de llegar hace unos minutos y era el único sitio que estaba libre.

Asiento con la cabeza dedicándole una pequeña sonrisa.

―¿No desayunas? ―Me pregunta al observar que no me he servido nada aún.

―Es que estoy esperando...

―¿A Nick?

―Sí, y también a Hugo ―frunzo el ceño sin saber cuál será su reacción.

―Oh, entonces supongo que debo de darme prisa en terminar el desayuno.

―O quizás sea buen momento para que desayunéis juntos. En serio, Rafa, los dos lo estáis pasando mal tontamente cuando sois mejores amigos. ¡Sé maduro, que tenemos diecisiete años!

―Pues por eso, es normal que no lo sea... Además, el inmaduro es él ―protesta haciendo morritos.

―Claro que sí, guapi...

Bruno

Maialen y yo nos encontramos sentados con la directora y el subdirector. Todas las comidas son así. Molaría sentarnos entre los estudiantes, pero está visto que no va a poder ser así. Además, siempre acaban preguntándonos por como llevamos las actividades y me hacen sentir a veces un poco pequeño, como si estuviera en el colegio.

―Me parece muy interesante la actividad de esta semana, buena iniciativa, Bruno ―me dice Manu mientras unta de mantequilla una tostada.

―Gracias, supongo ―digo sonriente.

―Sinceramente, creía que ibas a pasar más del campamento pero me alegra equivocarme ―me comenta Noemí.

Dios, físicamente Maialen y Noemí son como dos gotas de agua, sobre todo hoy, que ambas llevan gafas.

―La verdad es que yo también ―mierda, eso no debería de haberlo dicho―. ¡Qué maravilloso! ―Me pongo a cantar, ya que tengo esa manía desde pequeño, cuando me doy cuenta de que he dicho algo que no debo, canto esa frase de la gran Marisol.

Me doy cuenta de que Mai, Noemí y Manu me miran con el ceño fruncido y no entiendo por qué, si no han debido de darse cuenta de nada, ¿no?

Verano inolvidableWhere stories live. Discover now