.Trece.

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-Perdón- dijo Aaron, ya que yo me había quedado sin voz.

-Oh, no te preocupes- se levantó Sabrina del sofá y se acercó-. ¿Ya te vas?- preguntó, medio consternada.

-Sí- dijo él.

Me empujó discretamente por la cintura, mientras que yo me esforzaba por borrar mi rostro afligido. Medio reaccioné. Seguí a Aaron hasta la puerta y él notó mi reacción.

-Nos vemos luego, chicos- dijo Aaron y dijo adiós con la mano a Billie y a Sabrina.

Entonces se acercó a mí y me plantó un beso tierno cerca, muy cerca de los labios, rozando sólo la orilla y antes de que se despegara demasiado de mi rostro me guiñó el ojo.

Me quedé parada allí, analizando lo que Aaron acababa de hacer, o mejor dicho, el por qué lo había hecho.

-Adiós- musité por fin y luego cerré la puerta tras ver la sonrisa de Aaron.

Me giré y los ojos inquisidores de Sabrina me acusaron mientras que los de Billie me miraban como si estuviesen furiosos. Pero eso era imposible, ¿no? No puede enojarse tanto por una estúpida rosa. Porque… esa era la razón, ¿no?

Se limitó a intimidarme y cuando lo notó dejó de hacerlo y bajó la mirada.

-¿De qué tanto hablaron tú y Aaron?- preguntó Sabrina, la curiosidad que siempre había existido en ella ahora me resultaba extrañamente fastidiosa.

-De nada importante, ya sabes- me encogí de hombros-, su tía, la cena- dije, divagando un poco- ¿Sabes? Voy a ver si tenemos correspondencia- inventé, para poder escapar un rato de aquel incómodo momento.

-Pero…

No dejé que Sabrina terminara e interrumpí el sonido de su aguda voz cuando la puerta me colocó del otro lado, suspiré y bajé con lentitud las escaleras, necesitaba un poco de aire fresco. Llegué hasta el último piso y revisé en el cajón marcado con el 312 para ver si teníamos correspondencia, no había nada más que unos cuantos folletos de publicidad sobre cuentas de banco, a lo poco que pude entender.

Arrugué los papeles y los hice una bolita mal hecha, luego salí del edificio y me senté en las escaleras de la entrada en donde deposité las bolitas de papel a un lado, me llevé ambas manos a mis ante brazos, esta noche había decidido teñirse de un azul oscuro y gélido aire. Suspiré, haciendo que el vapor saliera de mi nariz y chocara con el frío.

La puerta se abrió a mis espaldas y antes de que pudiera articular algún pensamiento, su voz me distrajo.

-Necesitamos hablar- me dijo Billie haciéndome pegar un brinco, su tono era un poco áspero y cuando me giré a mirarla, se esforzaba en ocultar un rostro medio colérico, pero la máscara no resistía muy bien.

De pronto me asusté. ¿Tan mal se había tomado que yo le haya dado la rosa a Sabrina? Le miré con ojos angustiados.

Se sentó a mi lado, allí en el frío cemento de las escaleras desgastadas de la entrada y el contacto con su piel me produjo un tierno calor cuando pegó su brazo y hombro al mío.

-¿Qué sucede?- pregunté.

-¿Qué fue eso?- me dijo, con el mismo tono de voz.

-¿Que fue qué?- esto parecía un juego de palabras.

-Eso, con Aaron, ¿por qué te besó?

Me solté a reír de puro nerviosismo, yo pensando que ella me daría una buena amonestación por lo de la rosa y, ¿me sale con eso?

-No me besó- dije.

-¿Entonces cómo le llamas al hecho de que él haya pegado sus labios a los tuyos?

Manual de lo Prohibido | Billie EilishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora