.Dos.

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—¡Helena!—gritó efusiva esa voz femenina que tanto había extrañado.

Corrió hacia mí y se agachó para abrazarme. Apretó los brazos alrededor de mi cuerpo y yo le respondí, era tanto el tiempo que había estado separada de mi mejor amiga y aquellas conversaciones telefónicas no llenaban totalmente el vacío.

—¡Pero cómo has cambiado!

—¿Cuál cambio? Si sigo igual desde la última vez que nos vimos—dije y me separé.

—Por favor, tu cabello es diferente—observó.

—¿La maraña de pelos que cargo en la cabeza? ¿Qué de diferente tiene? Sigue igual de despeinada que hace años—bromeé—Pero tú tampoco has cambiado mucho.

Efectivamente, Sabrina no había cambiado en lo absoluto, excepto por unos cuántos centímetros más agregados a su cabello castaño y rizado. El fleco caía en su frente hasta llegar a sus ojos, y el demás cabello alcanzaba una medida sólo un poco por debajo de sus frágiles hombros que un suéter verde cubría.

—Ejem…—la joven que estaba a nuestro lado, Billie, se aclaró la garganta haciéndose notar.

Ambas la miramos.

—Ay, lo siento—dijo Sabrina dándole un rápido abrazo con uno de sus brazos—Es que estoy emocionada—dijo y la flamante sonrisa en su rostro se expandió aun más cuando me miró— ¡Hay tantas cosas que quiero contarte!—me avisó.

—¡Yo también!—musité emocionada.

—Supongo que ya se conocieron—volvió su atención a Billie.

—Sí—dijimos las dos al unísono y luego reímos de nuestra sincronización.

—¡Ah! ¡Esto será genial!—exclamó Sabrina.

Se levantó del piso junto con Billie, mientras yo me quedé allí sentada.

—¿Pero qué haces allí? Levántate, ¿por qué no entraste?

Billie me extendió la mano para ayudarme a levantarme. El deseo de tocar su excitante piel de nuevo me invadió al ver la palma de su mano extendida hacía mí. La tomé y me ayudó a separarme del piso.

—Gracias—murmuré.

Ella sólo me sonrió, separando los dos engranes que se habían unido de nuevo.

—Lo cierto, Sabrina, es que me dejaste la llave equivocada—me quejé, intentando mirar a mi amiga y no a la perfección que tenía a mi lado.

—¿La llave equivocada?—se sorprendió.

—Sí—le dí la llave que guardaba en el bolsillo de mi chaqueta.

—Oh, perdón—me sonrió—sí, me confundí—esculcó entre su bolsa y encontró un juego con tres llaves— Este era—se quedó en silencio un momento—Eso me recuerda que le debo de dar las gracias a la señora Montórfano por hacerme el favor de entregarte la llave.

—¿La vieja gruñona del 308?—pregunté, apuntando con mi dedo pulgar hacía dicha habitación.

—Oye, no es tan gruñona; es linda cuando quiere—se encogió de hombros.

—Y digamos que casi nunca quiere, ¿verdad?—hice un ademán de susto. La vieja no se había comportado del todo amable conmigo—¿No pudiste haberme dejado la llave correcta con alguna otra persona menos… amargada?

Billie rió.

—Exageras…—Sabrina meneó la cabeza y rió—Me imagino que estás cansada así que agradéceme que ya tenga lista tu habitación—me regaló una sonrisa de autosuficiencia mostrándome todos esos dientes blancos de tamaño mediano.

Manual de lo Prohibido | Billie EilishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora