.Veinticuatro.

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Lloré inconteniblemente sobre su hombro, por que me sentía sola; sentía que tarde o temprano así me quedaría.

Sola.

Tardé unos minutos en recuperarme y vi cómo había empapado su camisa, produciendo en ella un manchón sobre su hombro.

-Perdón- murmuré mirando lo que había producido mi llanto.

-No te preocupes- me limpió con su pulgar una lágrima que caía por mi mejilla y me recordó a Billie esta mañana.

Gemí.

-No puedo creer que haya sucedido- musitó.

-Fue mi culpa.

-No- me contradijo firmemente- No sólo ha sido culpa tuya, Billie también es culpable, y yo diría que más de la mitad de la culpa cae en ella. ¿Por qué no lo evitó? Digo, tú… estabas borracha, pero, ¿ella? Ella estaba en sus cinco sentidos- meneó la cabeza en forma de reproche. Se quedó en silencio un momento y luego pareció darse cuenta de otra cosa. Me miró- Pensé que odiabas el alcohol- musitó.

-Lo sigo odiando, Finneas. Ahora más que nunca- siseé y luego gemí con dolor- Pero es que la mente se me nubló y… fue la única estupidez que se me ocurrió para olvidar- admití.

-Prométeme que nunca más volverás a hacerlo- me pidió.

-En lo que me resta de vida- levanté la mano, jurándolo.

Finneas volvió a abrazarme, pero esta vez fue un abrazo corto.

-¿Ya no hay vuelta atrás?- me miró, congojado.

Negué con la cabeza baja.

-Me voy, mañana en la mañana- murmuré.

-Billie es una idiota- resopló- No puedo creer que tengas que irte, es decir, no tan pronto.

-Es lo mejor, de todas maneras ya lo había pensado. Me tardé demasiado analizándolo, ese fue el problema.

-¿Le dirás a Sabrina?- me preguntó, como no queriendo la cosa.

Me tembló la boca y la quijada al contestar.

-Tiene que saberlo- tomé aire- Pero no estoy muy segura de cómo- bajé la mirada.

-Todo va a salir bien, Helena- me tranquilizó, pero yo sabía que más allá de sus palabras, la verdad era otra- ¿Te despedirás?

-¿De quién?

-De Claudia.

Otro pinchazo de dolor a mi corazón. Otra persona que extrañaría bastante, Claudia.

-No me gustan las despedidas- musité, con el dolor en mi voz.

-Oh, vamos. No puedes irte sin decirle adiós. Sabes que ella te aprecia mucho.

-Pero me va a doler- dije.

-Y le va doler más a ella si no lo haces.

Suspiré.

-De acuerdo- acepté- Ahora llévame al departamento, por favor- dije, sobándome la cabeza, que sentía explotar.

-Gracias- me hizo un cariño en el mentón y luego abrió el cajón de delante de mí- Toma, te ayudarán un poco- me ofreció unos lentes de sol y cuando me los puse y mi vista se oscureció, el dolor disminuyó quedamente.

Arrancó el auto y condujo hasta el departamento, tenía que comenzar a hacer mis maletas.

Cuando llegamos y subimos, Finneas me preparó una extraña malteada blanca.

Manual de lo Prohibido | Billie EilishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora