.Veintitrés.

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Billie me sujetó de la espalda, temerosa de que me cayera.

-Usted señorita, no tiene por qué tocarme- retiré su mano de mi espalda y le fruncí el ceño en un gesto mal hecho.

-Será mejor que nos vayamos, Helena. Gaspar…- sacó su billetera y luego de ella, un par de billetes que aventó sobre la barra- quédate con el cambio. Gracias por llamarme.

-¿Por qué pagas mi cuenta? ¿Quién te dio el permiso?- la miré, aun ceñuda y con voz torpe.

-Vámonos, Helena.

-Pues yo no me quiero ir- rezongué y luego me crucé de brazos.

-No seas ridícula, Helena. Vámonos- me instó a seguir caminando pero me detuve y luego me tambaleé por el esfuerzo- Si es necesario sacarte de aquí en brazos, lo haré- me advirtió y me miró seria.

Nos quedamos mirándonos por un buen rato, retándonos la una a la otra; pero fracasé por completo luego de perderme en esos bellos ojos color azules, protagonista de mis sueños.

-De acuerdo- farfullé- Tú ganas. Siempre ganas- hice un mohín y luego me dí la media vuelta para dirigirme a la salida; algo que hizo que me mareara.

Pude sentir una firme y fuerte mano sujetándome por la cintura, y al reconocer aquella dulzura en el tacto, la piel se me erizó y un montón de mariposas se desataron en mi estómago. Maravilloso, incluso ebria y torpe, Billie provocaba esas reacciones en mí. Fruncí el ceño mentalmente.

Cuando llegamos afuera, después de esquivar a toda la gente y que, el aire me movió los cabellos, quité de un tirón su mano en mi cintura y le miré ceñuda.

-¿Qué pretendes, O'Connell?- mi voz me parecía incluso más torpe.

-Sacarte de aquí sana y salva, vámonos- me apuntó el auto del que era dueña, animándome a que subiera.

-No- me crucé de brazos- Ya me sacaste de allá adentro, ya déjame aquí- le hice un gesto con la mano para que se fuera.

-Helena, por favor, sube- me rogó, seria.

Me giré y comencé a caminar con pasos torpes, sintiendo aun cómo el suelo bailaba bajo mis pies.

-¡Helena!- exclamó, ordenando que parara, pero la ignoré- No seas terca.

Seguí caminando, o al menos lo intentaba. Y de pronto sentí que mis pies se despegaron del cemento y unos fuertes y dulces brazos me elevaron.

-¿Qué haces? ¡Suéltame!- intenté luchar- ¡O'Connell, déjame!- pero mis intentos fueron sólo fracasos.

Billie caminó los pocos metros hasta su auto y con cada uno de sus movimientos, su perfume femenino que me llevaba a flotar en un paraíso, se metía por mi nariz. Me depositó con cuidado media parte de mi cuerpo en el suelo, mis pies volvieron a tocar el piso; pero mi cintura aun estaba fuertemente ceñida por su mano. Me tenía aprisionada. Abrió la puerta del copiloto del auto y luego volvió a cargarme como un bebé y me depositó con dulzura sobre el asiento. Se inclinó sobre mí y abrochó el cinturón de seguridad sobre mi cuerpo. Oí el chasquido del seguro al cerrar.

-No soy un bebé- mascullé.

Entonces me miró, su bello rostro estaba a sólo centímetros del mío y su respiración me golpeaba el rostro. Sus ojos brillaban con la tenue luz de las lámparas que entraba por las ventanillas del auto. El puñado de mariposas de mi estómago enloqueció.

-No seas tan terca, Helena, por favor- musitó y su aliento cálido se metió por nariz, mandando al demonio todas las barreras que quise construir contra ella.

Manual de lo Prohibido | Billie EilishDonde viven las historias. Descúbrelo ahora