Capítulo 4

6 1 0
                                    


Por un momento pienso que todo va a volver a la normalidad. Que la luz va a volver. Que el ascensor va a seguir bajando. Que voy a encontrar al encargado del edificio barriendo la vereda. Que al volver a desayunar con mi familia voy a ver en Internet el anuncio de la vacuna del Coronavirus. Pero nada de eso va a pasar. Yo estoy encerrado en un ascensor y algo malo está pasando en la calle. Algo que tengo que averiguar urgente para saber qué acciones tomar y cómo proteger a Lorena y Mili y Rocco. Mis ojos se acostumbran a la oscuridad y empiezo a buscar la traba de seguridad de la puerta. Abro la puerta tijera a la fuerza, pero no consigo hacerlo con la segunda. Intento con la punta del paraguas haciendo palanca y consigo saltar el seguro. Ambas puertas están abiertas, pero no me decido. Resulta que el ascensor está a mitad de recorrido entre el piso seis y el piso cinco. Si tardo en treparme y recomponen la luz podría quedar cortado al medio. No tengo miedo a morir ni a quedar herido. Son miedos que dejé muy, pero muy atrás, casi al principio de mis trabajos como custodio. Mi miedo es únicamente no estar presente para ayudar a mi familia. Flexiono el cuerpo, aflojo los músculos y hago un ensayo del movimiento necesario para salir. Una vez pensado y ensayado caco el paraguas, me cuelgo y paso en un movimiento ágil y coordinado. 

Al salir del palier, la oscuridad es total. Las luces de emergencia no funcionan porque la administración decidió no invertir en las baterías recargables. Tanteando las paredes logro ubicar el pasamanos y empiezo a bajar. Primero con cuidado y cada vez más confiado cuando logro adivinar la altura exacta de los escalones y los giros. De acuerdo a mis cálculos ya debería ir por el segundo piso y entonces me parece que un vecino viene subiendo. Escucho movimientos. Quizás algún vecino anciano con una bolsa de supermercado. 

- Buen día, vecino o vecina. No se asuste que estoy bajando en la oscuridad.

Termino de decir esto y al dar la vuelta me doy de frente con alguien. En lugar de disculparse y correrse, emite un gruñido y trata de aferrarse. Tiene fuerza, pero es una fuerza idiota, mal empleada. Parece que me quiere acercar la cabeza al cuello. Todo sucede en un instante: el embiste, la sorpresa y mi proceso mental para dejar de considerar a esa figura oscura como un vecino. Doblo las rodillas, giro el torso y golpeo con el puño y el codo. Volviendo del impulso tomado lo ahorco con el paraguas y ahí noto el olor rancio, agrio y un líquido , baba, fluidos que se derraman en mi mano. 

Me cuesta respirar a causa de la máscara, pero contengo el aire, lo empujo y le clavo el paraguas en el torso. Una y varias veces. Escucho gorgoteos y graznidos que se agotan lentamente. Entonces siento el frío. Un frío gélido que sube y me envuelve en el descanso de la escalera. 

Diario del Coronavirus :: anarquía en Buenos Aires ::_ Covid-19Donde viven las historias. Descúbrelo ahora