Es un grito grave. Como si alguien hubiera sido agarrado de sorpresa. Y al grito le siguieron movimientos muy enérgicos y certeros. Luego unos quejidos y bruscas aspiraciones y entonces nada. La lluvia otra vez. Cortinas de lluvia y viento golpeando el ventanal. Aunque quizás fue otra cosa, quizás fueron sonidos de lejos que trajo el viento o la tele del señor de abajo que mira películas a mucho volumen. Debe haber sido eso, la tele del vecino mezclada con mis estados de ánimo por la pesadilla. Nada me impide ir a la cocina, preparar el mate y las tostadas. Y que este sábado sea como cualquier otro sábado. Miro las gotas en el piso. Mi remera de Krav Magá está bastante mojada y gotea. Las gotas son transparentes, pero me hacen acordar a otra gotas, gotas de sangre, gotas de mi propia sangre después de una pelea. Cuando trabajaba de custodio para la comunidad. Los latidos del corazón incrementan la frecuencia, la sangre fluye y mi respiración se agita. Abro el ventanal. La furia del temporal me sacude, pero avanzo y me asomo. Ahí, donde estaba Roberto, solo hay un paraguas. Veo también como una mancha, una mancha espesa que la lluvia está limpiando. Entonces llega una voz que se repite, una voz suave, conocida.
- Papá. ¡¡¡Papá!!!
Trato de disimular mi expresión de terror y normalizar la respiración. Abrazo a mi hijo que se acaba de despertar y no entiende porqué lo aprieto con tanta fuerza y me pregunta qué pasa, qué hay afuera, qué hay en la lluvia.
- ¿Afuera? Nada, no hay nada.
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Diario del Coronavirus :: anarquía en Buenos Aires ::_ Covid-19
TerrorMarzo de 2020. Después de una noche interrumpida por pesadillas y malos recuerdos, Sebastián, un ex custodio de la comunidad, se asoma al balcón para ver el comienzo del fin. Bajo una lluvia copiosa, una persona cubierta en una bolsa de consorcio av...