Capítulo 1

905 57 8
                                    


—¿Sueles atender primero al cliente que hace más ruido?-- preguntó Jaebeom con brusquedad, mientras contemplaba la agradable vista de aquel par de piernas subidas a la escalera que estaba apoyado contra la pared.

--- ¿O es política de la empresa atender el último al cliente que llega primero?

Youngjae lo miró fijamente y casi se cae de la escalera al alcanzar un par de botas de montaña que el hombre le había pedido. Bajó dando tropiezos y, sin soltar las botas, se hizo a un lado cuando Jaebeom extendió su brazo para evitar que cayera.

—¿Cómo dice?-- preguntó el chico, aturdido y desconcertado, más por la cercanía del hombre que por sus palabras.-- Lo siento, pero no comprendo…

Jaebeom miró hacia el techo con gesto de impaciencia.

—¡Oh, Señor! exclamó. ¡Además no se entera!

Youngjae era conocido por su familia y amigos por su buen carácter, y por no permitir que los problemas y contratiempos lo afectaran, sin embargo, si alguien lo hacía enfadarse, sabía ponerlo en su sitio.

---Perdone, señor Im aclaró, con los dientes apretados—, pero me entero perfectamente de todo; y puedo darme cuenta enseguida de que es usted un grosero.

---No me diga-- murmuró, y contempló su esbelto cuerpo con gusto, al mismo tiempo que el chico se apartaba de él. Jaebeom añadió al rato:-- Entonces, me has reconocido.

---Claro que lo he reconocido-- replicó Youngjae. Es usted el rostro más popular de Mokpo y, al darse cuenta de que Jaebeom continuaba mirándolo de manera insultante, añadió—: Pero, me temo que no me impresiona.

Era cierto. Desde el momento en que Jaebeom entró en la tienda, lo reconoció, sin embargo, no quiso demostrar interés. Jamás le habían gustado los grandes ases del deporte, porque pensaba que eran demasiado engreídos. Y podía darse cuenta de que Im Jaebeom no era la excepción. Además, los jugadores de hockey le resultaban más ridículos que sensuales con sus uniformes y sus cascos. Opinión que, por supuesto, no era compartida por sus amigos, ya que el hockey era una obsesión nacional.

---Mmm-- expresó él, con una frialdad en los ojos que lo puso en guardia.--¿Qué es lo que acabas de decir sobre la grosería? Y, por cierto, desde mi punto de vista, también es grosero y poco profesional abandonar a un cliente y correr a atender a otro.

Ante este comentario, las mejillas de Youngjae se pusieron rojas.

---Para su información, señor Im, la señora Song llegó antes que usted.

---Pues qué raro, porque con sus cien kilos de peso y ese traje tan llamativo difícilmente me hubiera pasado inadvertida.

---A lo que me refiero--  el chico hizo un esfuerzo para no reírse-- es que es la tercera vez que regresa a la tienda en el mismo día, porque está esperando recoger unos patines que compró para su hijo, que aún no habían llegado del almacén. No la puede usted culpar por estar un poco impaciente.

---No, pero sí te puedo culpar a ti por abandonarme cuando me estabas atendiendo para irte con ella.

Youngjae lo miró con fijeza y pudo darse cuenta del poderoso cuerpo que se ocultaba bajo la chaqueta negra de piel, de unas piernas largas envueltas en unos vaqueros negros y de una virilidad irresistible, coronada por el tipo de rostro que atrae a mujeres y hombres como la miel a las abejas. Aunque no le agradaba el deporte al que se dedicaba, tenía que admitir que Im Jaebeom, uno de los jugadores de hockey más espectaculares de Corea, era un magnífico ejemplar de hombre. Tenía el pelo moreno y largo; una nariz que era evidente se había roto, lo que le daba al hombre un atractivo especial; labios carnosos y sensuales; mandíbula fuerte, y unos ojos tan negros que uno se podía perder en su profundidad. Además, todo ello se aderezaba con unas facciones de niño travieso que lo hacía irresistible. Desde luego, se recordó Youngjae, a el no le gustaban los hombres morenos y agresivos, sino que prefería a los de actitud amistosa.

Rainbow Of LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora