El secreto de Anaranë

55 7 0
                                    

 Los ojos de mi hermana se posan en mí, asustados. El odio hacia ella crece por momentos, borboteando en mi interior. Un cuchillo en mi mano se abalanza hacia ella, con intención de quitar su vida... pero falla, haciéndole un corte en el brazo.

-¡No eres mi hermana!-grita asustada-¡No eres la Eleanor que conozco! ¡Eres un monstruo!      

        Abro del todo la puerta, cerrando tras de mí sin apartar la vista del lugar. La cama de mi hermana está deshecha, como si se hubiera levantado por algo... Con el corazón en un puño, me acerco para comprobar que no está escondida entre las sábanas, como otras veces ha ocurrido.

        -¿Anaranë?-llamo en voz baja, aferrándome a la esperanza de que quizás estuviera dormida en alguno de los rincones de su habitación, sonámbula. Al no recibir respuesta alguna, me asomo a la ventana que da lugar a un pequeño jardín privado, donde mi madre pasa las horas de soledad perdiéndose por entre las flores exóticas que lo adornan.

        Me adentro en dicho jardín y escucho atenta. ¿Qué es lo que oigo? ¿Susurros? Despacio, voy caminando entre la maleza, guiada por aquél sutil ruido procedente de ninguna parte. A los pocos minutos de avanzar, distingo la cabellera de mi hermana en contraste de su camisón blanco, sentada de espaldas a mí.

        Pero... no está sola. A su lado, un muchacho la mira con una pequeña sonrisa. Al estar de cara, puedo contemplar sus rasgos. Su rostro acaba en una afilada barbilla, y su pelo plateado brilla bajo la luz de la luna. Sus ojos claros observan a mi hermana cargados de cariño, con aquél brillo especial que todo hombre tiene cuando se enamora... Aunque esta vez, más que hombre, es un elfo.

        Me quedo en mi escondite, observando a la pareja. No escucho su conversación, ni me interesa. Mi mente ahora mismo asimila aquél descubrimiento. Por una parte, me alegro que mi hermana encontrara un alma gemela a la suya para poder amar... pero por otra, aquella alma gemela es un elfo... con vida eterna. Por un momento, me imagino a Anaranë presa de la vejez, mientras que su amado continúa con el mismo aspecto día tras día... y mi ser se encoje de tristeza.

        El ruido de una ramita de árbol siendo pisada cruje por todo el jardín. Mi corazón se acelera al descubrir que he sido yo sin querer. Anaranë y el elfo se levantan, éste protegiendo con el cuerpo a mi hermana.

        -¿Quién anda ahí?-pregunta con su melodiosa voz, matizada con tintes amenazantes. Suspiro y salgo del arbusto donde he estado espiándolos.

        -Soy yo, Eleanor...-digo asombrando a la pareja. El elfo hace una inclinación y Anaranë se acerca a mí para abrazarme.

        -Oh, mi querida hermana... qué susto nos has pegado-me dice al separarse, con las mejillas encendidas y sin apartar su sonrisa característica-Pensaba que sería Madre o algún guardia real...

        -Tranquila, sólo he venido porque quería hablar contigo. Al no responderme, he entrado en la habitación y no te he visto... Me habías asustado-digo tras devolverle la sonrisa.

        Al instante siguiente, un silencio incómodo nos envuelve. Observo al joven elfo, que nos mira algo ausente, quizás perturbado. Anaranë, al notar aquél contacto visual, carraspea levemente.

        -Este es Ariendil, hijo de Glorfindel. Vive cerca de aquí, en el Bosque de las Estrellas...-explica entusiasmada. Ariendil se acerca y hace una nueva inclinación más pronunciada, besándome la mano con sus fríos labios.

        -Un honor, alteza... vuestra hermana me ha hablado mucho de vos...-elogia cruzando una mirada cómplice con Anaranë.

        -Encantada...-respondo con una pequeña sonrisa tímida.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 24, 2015 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Nindë TinúvielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora