El cumpleaños de Eldarion

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(Banda sonora de fondo: Orchard Of Mines: Globus instrumental)

La Oscuridad cada vez aprieta su abrazo con más fuerza, asfixiándome… ¿queda algo por lo que vivir? Mis hermanos me odian, todos me temen... Esta maldición que me tiene presa entre sus fauces me arranca hasta el último aliento de lo que fui antaño… cual rosa rodeada con espinas, acabo con los pétalos desgarrados. Ojalá pudiera morir… pero este hechizo no es como los otros… 

Este hechizo no me deja morir… 

        El corsé aprieta mi cintura con tal fuerza que lanzo una bocanada de aire, notando mis costillas crujir levemente. Por Eru, la fuerza de esta doncella pararía a mil ejércitos. Mis labios se fruncen y cierro los ojos, aguantando la incomodidad que produce la prenda. Una vez abrochado, me coloca las enaguas que acarician mi piel desnuda, dando lugar al vestido que llevaré en el baile.

        Este no es un baile cualquiera, mas un acontecimiento importante se celebra: el nacimiento del Heredero del Reino Unificado. Es el cumpleaños de Eldarion, mi queridísimo hermano. Anaranë y yo llevamos varias semanas preparándolo todo con nuestra madre, pues no queremos que nada salga mal en este día tan especial para el Reino. Mi hermano cumple veintiún años, los cuales son considerados en nuestro reino como mayoría de edad. A partir de hoy, Eldarion pasará a formar parte de los asuntos de Palacio con nuestro padre, el Rey. Ayudará a coordinar las batallas que se disputen, al igual que pondrá en práctica todo lo aprendido todos estos años por varias institutrices, lecciones de cómo gobernar a un pueblo herido por la reciente guerra de la Tercera Edad del Sol.

        De repente, noto algo cálido en mi nuca que hace que el vello se me erice. La doncella está pasando el rodillo con carbón para moldear mi oscuro pelo.

        -Tenéis un pelo demasiado liso, mi señora. A vuestra hermana se le forman unos rizos bastantes bonitos…-comenta la rolliza mujer, mientras se seca con un paño las perlas de sudor que adornan su frente. 

        Suspiro y curvo levemente mis labios desde el reflejo de mi espejo. Como si me preocupara a mí unos simples rizos de pelo… Es cierto que mi hermana, en todos los banquetes que organizamos, siempre está rodeada de amigos. Admiro de ella su encanto natural, y la facilidad que tiene de entablar con las personas del reino. Muchas veces la he visto sonreír, y puedo asegurar que mi corazón está conmovido por la pureza que desprende esos labios, la risa limpia y fresca que brota de ellos… la naturalidad de la rodea. Siempre pienso que el joven que ose tomar su mano, será muy afortunado, puesto que se lleva a la Princesa de la Sonrisa. 

        Cuando la sirvienta acaba, me miro al espejo. Una chica joven de ojos verdes me devuelve la mirada con un gesto indescriptible. Estaba bella sí, pero… ¿para qué servirá eso? Como en otras fiestas, me quedaré junto a madre escuchando los halagos que las gentes de bien nos dedican. Incluso quizás baile con algún marqués tras aceptar ante varias negativas anteriores… 

        Con un gesto de mi mano, indico a la doncella que salga. Escucho el sutil “click” de mi puerta y respiro hondo. Estoy sola ante el espejo. Sola, conmigo misma.

        -Hoy va a ser diferente…-musito rompiendo el silencio que me envuelve-Hoy voy a ser  diferente… Por mi hermano…

        Trago saliva varias veces y carraspeo, notando los nervios aflorar en mi piel. Aquellas simples palabras han brotado del corazón. Y son una promesa. En el día más importante de la familia, no voy a portarme como la “princesa meditabunda” que siempre he sido. 

        No. Hoy quiero deslumbrar. 

        Me levanto despacio y me aliso el vestido. Es bonito, blanco con cuello de barco y mangas largas y anchas. Varios pliegues conforman la parte de la falda, y el corpiño luce adornado con varias perlas de nácar. Todo en conjunto va acompañado de una diadema en mi cabeza, junto a una especie de trenza. 

Nindë TinúvielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora