Señor de Anfalas

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       Sus labios recorren cada centímetro de mi piel, mientras que sus manos acarician mi corpiño hasta mis pechos, envolviéndolos en una de sus manos, mientras con la otra, desabrocha varios lazos que lo unen. Lo empujo con fuerza, haciendo que se aleje de mí. Entonces los veo. Junto a aquél bastardo se encontraba él, mofándose de la situación, mientras besa a una chica sin rostro.

El dolor se hace tan insorpotable que grito, lanzando objetos a aquél príncipe de Rohan que se burla de dicho dolor y al hijo de Anfalas...

        -Buenas noches, hijos míos. Os quiero presentar al Señor de Anfalas, regente de unas pequeñas tierras habitadas al sur de la ciudad. Esta noche cenará con nosotros, siendo así nuestro invitado.

        Mis hermanos y yo hacemos una leve inclinación hacia el hombre quien mi padre ha presentado como Anfalas. Cuando nos sentamos a la mesa, los sirvientes empiezan a sacar una suculenta cena, especial para tal ocasión. Miro de reojo a mi hermana, que observa con curiosidad a tal caballero que comparte mesa con nosotros. Mi madre presta atención a las palabras que dice mi padre a dicho convidado, palabras que carecen de mi interés, pues la visión tenida esta mañana ocupa mis pensamientos.

        Desde que salí de la biblioteca cuando el sol se ocultaba tras las montañas gondorianas, he intentado buscar un momento para hablar con mi madre y contárselo todo, cosa que no he conseguido hasta ahora. Quizás al acabar la cena, pueda hablarle un momento...

        Me llevo a la boca un trozo de patata hervida, clavando mi mirada en el plato, sin ver. Noto de repente el codazo de mi hermana y despierto de mis ensoñaciones.

        -¿Qué te ocurre?-me pregunta en un susurro discreto, haciendo como que escucha con interés las batallas de aquél señor feudal. Giro la cabeza levemente, observándola mientras me llevo la copa llena de vino a los labios.

        -Nada...-musito, no es el momento de hablar de todo lo ocurrido, que no es poco. Mi vida ha sido revuelta al conocer al príncipe Elfwine, al igual que la imagen del árbol blanco de Gondor consumiéndose en cenizas grabado en mi retina. Suspiro y sigo comiendo pausadamente, esperando que mi hermana no me hiciera más preguntas. Veo a Eldarion que nos observa con una mirada un tanto severa ante nuestra falta de respeto al invitado.

        La cena concurre con normalidad, hablando de cosas superfluas, como la opinión de varios invitados al cumpleaños de mi hermano o asuntos que conciernen a los granjeros que habitan en nuestras tierras. En mi interior, sé que aquellas palabras frugales tapaban el verdadero problema que acontece y pone en peligro el Reino Unificado. Al acabar la cena, nos dirigimos a uno de los salones, despidiéndonos así de mi padre, y del Señor de Anfalas con la excusa de que estamos cansadas. Nos dirigimos a las habitaciones en silencio, sin mediar palabra. Mi hermano nos acompaña, pasando el brazo por los hombros de mi hermana pequeña.

        Al menos eso es lo que hace mi madre y Anaranë.

        Me voy quedando atrás hasta que las dos mujeres se pierden por una esquina del pasillo. Deshago los pasos que he hecho hasta que llego a la puerta del salón donde se pueden distinguir varias voces. Tras asegurarme de que no viene nadie, pego mi oreja en la madera, escuchando con atención... esperando a resolver todas las dudas que asolan mi ser...

        -La situación no está para fiestas, alteza. Pienso que ha sido una imprudencia haber celebrado ayer tal baile en honor a vuestro hijo...

        La voz grave del señor de Anfalas es la que ha sonado. Escucho una especie de resoplido del interlocutor, como si le irritara tal afirmación.

        -Mi hijo ha cumplido veintiún años, convirtiéndose en futuro rey...-la voz de mi padre suena cansada y algo exasperante.

        -¿Sabe majestad las últimas novedades del frente? Los orcos se vuelven cada vez más poderosos, siendo amparados por Firmornië... no deberíamos subastar a ese mago oscuro... Perdemos hombres a millares, es una condena de muerte...

        Trago saliva cuando escucho la declaración del Señor de Anfalas, notando la piel erizarse y el miedo recorrer mi interior. ¿Un nuevo mago oscuro acecha? A mi mente llega el recuerdo de la historia de Sauron, cómo llegó al poder y sembró el caos... Algo parecido está ocurriendo pues... Escucho de nuevo voces y presto atención.

        -Mañana mandaré retirar las tropas. Nos situaremos unas millas más atrás, al igual que pediré refuerzos de Rohan...-dice mi padre, volcando seguridad en sus palabras.

        -Mi señor...-sisea el Señor de Anfalas, haciendo que me estremezca un poco-...pienso que es mejor traer a las tropas de vuelta a Minas Tirith y aguardar...

        -No traeré el peligro a la ciudad, dejando que arrasen mis tierras...

        Ambos hombres se quedan callados. Me siento en el suelo, apoyando la cabeza en la puerta y asimilando la información contenida. ¿Es eso lo que significa mi visión? ¿La nueva guerra entre hombres y orcos? Me levanto al escuchar de nuevo las voces hablar.

        -Como deseéis majestad...-oigo horrorizada cómo unos pasos se dirigen a donde estoy. Salgo corriendo hacia el final del pasillo, escondiéndome tras unas columnas. Las puertas del salón se abren de par en par-Sólo les aconsejo que no dejéis las tropas más tiempo fuera de Gondor... O al final, acabaréis perdiendo todo... -breve pausa, quizás haciendo una reverencia-Buenas noches...

        Los pasos se acercan a donde estoy, lo que hace que respire agitadamente, asustada. ¿Qué hago? Quizás descubra que he estado espiando e imponga su castigo... Trago saliva y salgo de mi escondite, yendo a su encuentro. Bajo la mirada cuando me acerco a él que parece distraído y no se ha fijado en mí.

        “Parece”.

        Siento una mano agarrar mi brazo, haciendo que alce la vista. Me cruzo con unos ojos azul eléctricos que me provocan un escalofrío en la espina dorsal.

        -¿Qué hace la princesa de Gondor despierta a estas horas?-me pregunta con su voz siseante, produciéndome en el estómago algo similar al asco.

        -Asuntos que no le incumben-respondo con fría voz, sin expresar sentimiento alguno en mi rostro. El hombre sonríe de lado, enseñando sus dientes impolutos.

        -Me parece a mí que sí... ¿No habrás estado cotilleando tras la puerta?

        Trago saliva cuando dice aquellas palabras, zafándome de su agarre, el cual me suelta. No rompo la conexión de nuestras miradas.

        -No es propio de una princesa cotillear los asuntos importantes del rey...-miento dando un paso atrás para alejarme de aquél caballero. Éste me mira fijamente, de forma pensativa durante unos minutos.

        -¿Sabes? Serías una buena esposa para mi hijo...-susurra meditabundo.-Las gentes no mienten sobre vuestra belleza y su mirada inteligente...

        Abro mucho los ojos, asustada. ¿Qué es lo que insinúa? Me marcho de aquél pasillo con su mirada clavándose en mi espalda, rumbo a mis aposentos. Ni en cien vidas que viviera me uniría en matrimonio con el hijo de aquél... hombre. Mi corazón ha sido robado por una persona, la cual se dirige rumbo a Rohan con su familia... 

        Camino con prisa hacia la habitación de mi hermana, deseando retomar la conversación de la cena. Necesito de su consejo, sobre todo al saber las últimas nuevas que han llegado a mis oídos. Sigo notando el nudo en mi estómago a causa de la insinuación de Anfalas de casarme con su hijo. ¿Piensa que es tan fácil casarse con una princesa?

        Cuando llego, llamo varias veces a la puerta. Al no recibir respuesta, supongo que estará dormida.

        -Anaranë, soy yo, Eleanor... ábreme...-digo llamando de nuevo. Frunzo el ceño al ver que, tras varios minutos, no me responde. Abro la puerta levemente y miro por la rendija que forma.

        Mi hermana no está.

Nindë TinúvielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora