Capítulo 3 - El trato

137 15 14
                                    


Se habla mucho de las intensas sensaciones que el amor puede despertar. Se habla del palpitar nervioso del corazón enamorado, de la torpe lengua que se enreda al hablar, del indescifrable nudo en la boca del estómago que marea y desorienta. Se habla de caminar a ciegas sin saber qué hay más allá de uno mismo. Se habla de primeras veces.

Poco se habla, sin embargo, de las confortables sensaciones que el amor debería provocar. Poco se habla del constante ritmo del corazón, de las dulces palabras que se sueltan sin pensar, de la calidez en el pecho que conforta y alegra. Nada se dice sobre el camino memorizado a los brazos de otra persona y de la certeza de que está ahí, junto tuyo. Poco se dice de la rutina.

En un mundo en el que se venera solo una de las facetas del amor, la gente vive buscando esa emoción y esa inyección de adrenalina, atreviéndose a hacer cosas sin saber qué pasará; olvidando que, estar acostumbrado a los labios de alguien y haber hecho todo lo que se puede -y lo que no, también- con esa persona, no es menos romántico.

La gente vive pensando que las emociones deben sentirse a flor de piel y que en el momento que la sensación se desvanece, el sentimiento también lo hace, pero en el amor hay mucho más que vivir al borde. En el amor también hay seguridad y certeza.

JunMyeon conoce bien la sensación. Hasta hace unos meses se sentía así todos los días.

SeHun apenas puede recordarla, enterrada bajo varios miles de años de soledad.

Aunque sin duda, ninguno de ellos espera encontrarla otra vez, mucho menos en los brazos de un desconocido en un antro de mala muerte, pero poco importa lo que uno cree cuando el universo -o quien sea- conspira en su contra.

Bajo las luces de colores y la música electrónica JunMyeon ríe, dejándose llevar por la embriagante colonia de SeHun y el repentino sentido de seguridad que le da; SeHun trata de ignorar lo reconfortante que le resulta el sonido y la calidez debajo de sus yemas al acercar a JunMyeon hacia él.

Por un segundo, por primera vez en la noche, ambos están acompañados. No más silencio atronador ni colores perdidos en la obscuridad. Solo por un segundo.

SeHun reacciona cuando la canción acaba y el ritmo cambia. De pronto, sin aliento, suelta la cintura de JunMyeon y toma su mano llevándolo hacia la barra, tratando de quitarse esa chistosa sensación de encima. No puede distraerse. No debe distraerse.

—¿Quieres algo? —dice SeHun sentándose—. Yo invito.

—No puedo aceptarlo —JunMyeon apenas lo mira a los ojos, como si con el cambio de música se hubiera ido su atrevimiento previo, como si algo faltara—. Y tampoco quiero nada, no te preocupes por mí.

Pensar en qué un guapo extrañ- no, que Oh SeHun, quiera gastar su dinero en él hace que le tiemble la respiración. Puede sentir hasta la punta de sus orejas arder y su corazón martillar contra su cráneo. Por primera vez en la noche, agradece la extravagante iluminación y la fuerte música.

—Por favor, acéptalo. El calor debe estarte matando —insiste él mientras se abanica a sí mismo. SeHun trata de convencerlo porque de nada le sirve un humano al borde del colapso, no porque esté preocupado por el episodio de JunMyeon, o por él, ni mucho menos. Así que sonríe e inclina la cabeza—. Es tu decisión, considéralo.

Se miran por unos segundos, peleando por el control de la situación. Hasta que JunMyeon suspira derrotado, apartando su mano de la de SeHun y sentándose también.

—Está bien, lo admito, la sed me está matando —confiesa con una sonrisa, levantando las manos en señal de rendición—. Pero yo invito la ronda que sigue.

Eternidad || SeHoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora