Capítulo 4 - El comienzo

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Cuando JunMyeon abre los ojos nota tres cosas de inmediato. La primera, que está cayendo. La segunda, que está soñando. La tercera, que el sueño no es suyo, pero lo único que importa es que está cayendo y rápido.

Trata de sostenerse de algún lado, pero el vasto lienzo de la creación no responde a sus deseos como antes. Esta vez se limita a ser escenografía y espejo, coloreándose con la sangre de los que caen y el llanto de quienes los observan.

A lo lejos, por encima de él, escucha su nombre en un grito, desesperado y adolorido. Grita de vuelta. Se aferra al sonido como si éste pudiera curar sus heridas. Quiere ir hacia él, abrazarlo y besarlo, pero sigue cayendo.

Entonces la voz se quiebra, perdiéndose en la distancia. El último rayo de luz se apaga, llevándose con él el resto de los colores. Y dónde quedaba la calidez de la esperanza solo queda el frío de la rendición.

Grita de nuevo y aunque al principio parecen sonidos aleatorios, termina por darse cuenta de que es una sola palabra, un nombre. No sabe en qué idioma, ni de quién es el nombre, pero si lo supiera, ¿podría reconocerlo mientras el pánico cierra su garganta y el miedo lo ensordece?

Repite el nombre sabiendo que ahí no está la respuesta a lo que pasa, pero indulgente con su dolor. Ese nombre es de alguien que lo ama, de eso está seguro.

Las lágrimas que se le escapan se evaporan tan rápido como salen. Las llamas que se encontraban en la punta de sus alas ahora se extienden por sus plumas y el resto de su cuerpo. Trata de mantener sus alas cerca de él, pero siguen extendiéndose y contorsionándose en el viento. Sus gritos continúan para acompañar su dolor físico.

Su túnica blanca queda reducida a un pedazo de tela carbonizada y en donde antes iban sus ojos solo quedan cuencas vacías. Con lo que le queda de manos trata de sostener la piel que se derrite de su cuerpo.

No pasa mucho antes de que ya no pueda gritar. El nombre dulce desaparece de sus labios, no hay lugar para ese pedazo de cordura en el infierno y cuando eso se va el dolor se intensifica. La carne viva y las plumas chamuscadas.

Por favor, piensa, que se detenga, por favor.

Pero ¿quién lo escucharía a él?

No sabe cuánto tiempo lleva cayendo, ¿horas? ¿Segundos? ¿Cómo saber? Lo único que sabe es que tiene que acabarse, no sabe cuándo, pero está seguro de que lo hará, nada es infinito en realidad. Ya sea que el suelo llegue o que el fuego lo acabe de una vez por todas. Mientras solo le queda resistir, solo le queda esperar.

🥀

El suelo llega primero, engulléndolo por completo, apagando las llamas.

No sabe si sigue vivo, tampoco le importa mucho, no sabría qué hacer si así fuera. Prefiere pensar que ese es el fin, enterrado en la húmeda tierra sin ninguna compañía más que su dolor, sin ningún propósito más que morir, sin nada más que lo que solía ser su cuerpo.

Lo poco que ha vivido lo ha vivido bien, acompañado y sin culpas, pero entonces ¿por qué está ahí? ¿Qué salió mal?

Decide que no importa.

Desafortunadamente para él, alguien no está de acuerdo con la decisión.

La tierra se agrupa alrededor suyo, envolviendo sus extremidades y aferrándose a ellas. Una crisálida se forma y con ella el dolor regresa, pero, para bien o para mal, ya no agoniza; no físicamente al menos.

Le dio una segunda oportunidad, pero es una oportunidad que no quiere. Cuando se abre la tierra para escupirlo en su superficie, se siente extrañamente bien, pero no del todo.

Eternidad || SeHoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora